Locura, lenguaje, literatura, de Michel Foucault

La editorial Alpha Decay ha reunido en un solo volumen conferencias, documentos preparatorios y textos inéditos de Michel Foucault, un autor cuya obra ha sido traducida de un modo fragmentario en demasiadas ocasiones. Ya es hora de poner orden a semejante desaguisado.

En Zenda ofrecemos el arranque de Locura, lenguaje, literatura (Alpha Decay), de Michel Foucault.

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LOCURA Y CIVILIZACIÓN

I

–no solamente por aquello que aceptan y acogen, sino por lo que valoran,

–pero también, y tal vez por encima de todo, por lo que rechazan y prohíben.

Los sociólogos, y en general todos aquellos que analizaban las culturas, consideraban la prohibición como una consecuencia natural de un fenómeno positivo.

Por ejemplo, si se prohibió el incesto fue porque violaba el tabú de la sangre, en el que se suponía que los individuos debían reconocer la sustancia viva de la sociedad.

Lo que han mostrado la sociología, la etnología o el análisis de las culturas es que los fenómenos negativos (de elección, de exclusión, de prohibición, de rechazo):

–no se derivan de fenómenos positivos (sólo son su lado oscuro);

–remiten, en el mismo plano que los fenómenos positivos, y del mismo modo que ellos, a un acto de corte por el cual una sociedad estructura sus conductas y sus elecciones.

No hubo en primer lugar un reconocimiento de la sangre como sustancia de la sociedad, y luego, por vía de consecuencia, la regla de la exogamia y finalmente la prohibición del incesto. En cambio, sabemos por Lévi-Strauss que existe de manera indisoluble:

–obligación contractual de adquirir un suegro

–y prohibición de consumar el matrimonio con la propia hermana.

En líneas generales, lo que la sociología y la etnología nos han enseñado desde hace más de treinta años es que:

α. Las sociedades funcionan por actos complejos cuyos diversos elementos son solidarios los unos de los otros.

β. Estos actos introducen discontinuidades y rupturas, en la medida en que no fundamentan una conducta (o una serie de conductas) sin excluir otras.

γ. No hay que comprender las formas culturales como el resultado de un impulso continuo, como la proliferación de un elemento positivo que se desarrolla a partir de él mismo y aparta poco a poco los obstáculos que encuentra, sino más bien como una especie de matriz que quebranta el continuo natural y jamás define una posibilidad sin definir al mismo tiempo la imposibilidad que de ella se deriva.

Las culturas y las civilizaciones no son continuas y evolutivas (como pretendía la gran metáfora del siglo XIX, cuando las asimilaba, de manera explícita o no, a organismos); son sistemáticas, es decir, funcionan según un conjunto de decisiones en forma de sí o no; decisiones que son solidarias las unas de las otras.

Sin embargo, este hecho nos ha sido ocultado mucho tiempo por un aspecto singular de nuestra cultura (de la cultura que, a partir del siglo XVI, se ha desarrollado de una forma que no ha sido homogénea en todas partes, pero sí, siguiendo un estilo bastante común, en todo el continente europeo).

Podemos decir que la cultura europea, en contraposición con la mayor parte de las culturas que se han podido estudiar fuera de Europa, es una cultura inclusiva.

a. El carácter inclusivo se manifiesta para empezar por la eliminación de rituales y prácticas de exclusión que se encontraban en la Edad Media y muchas de las cuales habían guardado su fuerza hasta el siglo XIX.

–Esto es válido para las religiones, para las enfermedades, para las otras formas de cultura.

–Apenas hay otras razas para las que estas prácticas de exclusión [funcionen]i todavía, pero, elemento característico

–sobre un horizonte de escándalo

–y en un clima de violencia sin justificación teórica.

Es un hecho que en la civilización cristiana medieval los ritos de exclusión fueron muy numerosos y muy violentos (en una época en la que, por el contra rio, las culturas musulmanas eran muy acogedoras); y es un hecho también que se ha transformado en una cultura mucho más acogedora y «tolerante» que esas mismas culturas musulmanas.

b. Pero sobre todo este carácter inclusivo se manifiesta de una manera más positiva y, a decir verdad, interesante:

–Hemos adquirido la costumbre, desde el siglo XVIII, de decir que nuestra civilización es «tolerante».

–Pero no se trata de tolerancia: de hecho, se trata de inclusión. Lo que estaba excluido, lo que estaba del otro lado de la partición no solamente es aceptado, tolerado y acogido, sino retomado de una forma positiva, experimentado como algo que forma parte de nuestra propia cultura, pensado como algo que nos pertenece.

Por ejemplo, las otras culturas no son simple mente toleradas, sino que son recuperadas en el interior de nuestra cultura y de dos formas:

–Como una especie de bien que tratamos de asimilar: el pensamiento hindú, la pintura japonesa, el arte negro.

(Sería interesante [comparar]i estos procesos de asimilación con los que, en la Edad Media, pudieron producir en la cuenca mediterránea el arte a la vez cristiano y musulmán; sería interesante estudiar asimismo porque siempre se trata del arte.)

–Pero también como objeto de saber: y esto es ciertamente único. No hay más culturas que hayan tomado como objeto de cono cimiento autónomo las otras culturas.

La etnología es uno de esos rasgos absolutamente característicos de nuestra etnia.

Este proceso extraño de inclusión (a la vez por asimilación y por conocimiento) no sirve únicamente para nuestra actitud en relación con las otras culturas; lo encontramos a propósito de muchas otras exclusiones:

– la de los enfermos

– la de los criminales

– la de los locos.

Existe cierta buena conciencia que consistiría en decir que este proceso es simplemente el resultado de un progreso, de una humanización, de un reconocimiento de valores universales.

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Autor: Michel Foucault. Título: Locura, lenguaje, literatura. Traducción: Javier Guerrero. Editorial: Alpha Decay. Venta: Todos tus libros.