Frente al vínculo ajeno y roto que mantenemos con la tierra, lo salvaje aparece como aquello que nos acerca a una reconciliación con la vida. Entender lo salvaje como lo que nos permite mantener los lazos necesarios para habitar la tierra nos recuerda que somos materia viva que debe compartir su lugar en el mundo con todo lo otro, lo que implica asumir ciertos principios éticos que respeten nuestra identidad animal ecodependiente.
A continuación, reproducimos el arranque del libro De lo salvaje y de la escritura animal (Plaza y Valdés), de Isabel Balza.
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Hablar de lo salvaje es acercarse a un significante lleno de sentidos que, de algún modo, se entrecruzan entre sí. Lo salvaje nos traslada hacia lugares ignotos, aventuras tenebrosas, bestias feroces, seres monstruosos, territorios prístinos, en definitiva, a aquellos espacios fronterizos que nos enseñan quiénes somos. Desiertos, montañas, animales no domesticados, espacios donde lo que hemos nombrado como naturaleza parece ser posible todavía. Frente al vínculo ajeno y roto que parece que mantenemos con la tierra, lo salvaje se va a constituir en aquello que nos acerca a una reconciliación con la vida, aquello que nos ayuda a recomponer las relaciones con los seres vivos con quienes compartimos nuestro lugar en el mundo.
Por eso, para mí hablar de lo salvaje es recordar a mi abuela, amona Mikaela. Hace ya tantos años, y con todas esas preguntas y temores que me bullían entonces en la cabeza, no se me ocurrió nada más que la impertinencia de preguntarle si sentía miedo ante la muerte. Entonces ella me respondió con toda calma que morir era volver al lugar del que se partió, que morir era natural, lo que tenía que ser. Y su respuesta me sorprendió. Fue uno de esos momentos que se queda grabado, que vuelve una y otra vez, que, desde luego, no se olvida. Desde entonces siempre he pensado que ese ser reconciliado que era mi abuela estaba ligado a la consciencia de la ecodependencia que guiaba su vida. Nacida en un pequeño pueblo de un valle navarro, siempre vivió en su caserío, del que nunca quiso marcharse. Tuvo nueve hijas e hijos, de los que sobrevivieron ocho. Dio de mamar a otras cuantas hijas e hijos de sus vecinas, en ese acto de sororidad tan necesario para la vida. Me contaba historias de humanos que por las noches se transformaban en gatos, historias de diosas que se peinaban en la orilla de un lago. Me llamaba hereje, porque sabía de mi abandono de las prácticas católicas. Ahora pienso que la hereje era ella, y yo más bien alguien encajada en las estructuras de pensamiento tan judeocristianas, con esa visión del mundo tan llena de miedo y culpa. Ella era la hereje, que sabía cuál era su lugar en el mundo, un lugar entre todo lo otro, del que formaba parte sin estar desvinculada. Ella era salvaje —basatia—, porque pertenecía a los bosques.
Ahora quiero desentrañar aquí qué es eso de lo salvaje. Adelanto ya que el sentido que busco para lo salvaje es el de aquello que nos une a la vida, aquello que nos permite mantener los lazos necesarios para habitar la tierra, lo que, en definitiva, nos recuerda que somos materia viva entre todo lo otro: somos animales dependientes que deben compartir su lugar en el mundo con todo lo vivo. Apostar por este sentido de lo salvaje implicará, como veremos, asumir ciertos principios éticos que respeten nuestra identidad animal ecodependiente.
Presento aquí un camino posible para desplegar qué sea lo salvaje. Esta es mi ruta, la que se ha configurado a través de las lecturas de los últimos años. Lecturas sobre monstruos, el ecofeminismo, la biopolítica, las escritoras de la naturaleza, Spinoza, los nuevos materialismos, y María Zambrano, que me acompaña desde hace años. Este camino no es un camino recto, sino sinuoso, con múltiples recovecos, donde hay siempre más libros que acompañan. Y esta ruta de lo salvaje, además, ha llegado a un punto, pero puede continuar, sin duda.
He querido pensar lo salvaje desde una posición materialista, que no se construya a partir de dualidades disyuntivas. Más allá de una idea de lo salvaje patriarcal y antropocéntrica, he buscado una idea de lo salvaje que atienda a su lado más afirmativo. Una idea de lo salvaje no atravesada por sentidos denigrados y abyectos. Para ello, he recorrido los textos de algunas narradoras de los siglos XIX y XX que, desde esa tradición de escritura que es la escritura de naturaleza, me han permitido oír esa respuesta de lo salvaje que las mujeres comienzan a elaborar frente a la idea de lo salvaje patriarcal. He buscado esa respuesta donde hablan las mujeres porque, desde las dualidades patriarcales, los significados asociados a lo femenino han sido silenciados y ocultados. El sentido de lo salvaje que aquí presento es femenino y feminista. Femenino por estar vinculado a principios atribuidos a las mujeres y feminista porque pretende universalizar esos valores para todo ser humano. También algunos varones practican una búsqueda no patriarcal de un vínculo con la naturaleza y los otros animales, porque la escritura feminista de lo salvaje no es exclusiva de las mujeres, aunque sí ha aprendido de ellas.
He explorado los territorios de lo salvaje para pensar, sobre todo, dos principios, la gracia y la piedad, como fundamentos necesarios para construir una ética de lo salvaje. Un salvaje que aparece como ese umbral poroso en la frontera que conecta los lados que aparecen enfrentados en las dicotomías. Lo salvaje es donde se diluyen los opuestos, el lugar que ensancha el filo de la frontera y permite habitarlo. En esos territorios de lo salvaje hemos visto que los desiertos y los bosques aparecen en nuestra tradición como lugares privilegiados donde es posible acceder a nuestro ser animal. Un saber salvaje que está emparentado con nuestro saber más corporal y carnal y, por ello, difícil de expresar.
María Zambrano me ha ayudado a pensar cómo puede ser ese saber salvaje y cómo podemos transmitirlo. Acompañada de su Antígona y de su Diotima hemos escuchado su respuesta de lo salvaje conjugada desde la gracia y la piedad. Y sus reflexiones sobre la razón poética me han permitido articular qué es la escritura animal.
Entre unos papeles de su época docente, María Zambrano encuentra unos apuntes donde había elaborado una especie de decálogo que cualquier aspirante a filósofo debería cumplir. En el punto IV, leemos que una exigencia del ser filósofo es: «Que no permanezca indiferente ante el sufrimiento de ningún ser animado y que haya recibido alguna vez la mirada de una vaca, de un asno, de un perro. Y la de algún pájaro». Esta piedad que nos hermana con cualquier ser vivo y que reconoce la necesidad de la presencia animal para el saber es, sin duda, un buen consejo si queremos alcanzar nuestro ser salvaje.
Unas cuantas amigas se vinculan a estas páginas. Mis compañeras y amigas del Seminario Nuevos Materialismos y Posthumanismos, Mónica Cano Abadía, Myriam Hernández Domínguez y Aránzazu Hernández Piñero, con quienes tan buenos momentos he pasado y a quienes desde Zaragoza a La Laguna he ido anunciando un poco este libro. Junto a ellas, siempre está presente María José Guerra Palmero, quien me acogió en el proyecto de investigación que dirige, colega y amiga, siempre atenta al desarrollo de este trabajo. Formar parte de la Red Ecofeminista me ha permitido crear alianzas y sentir el arraigo de un lugar, muchas gracias por ello. Entre tantas, quiero nombrar a Dina Garzón, Verónica Perales, Alicia Puleo, Marta Tafalla y Angélica Velasco, con quienes tanto he aprendido. Las caminatas con Marichi Paredes y Eduardo Camero por Sierra Mágina y por la Sierra Sur de Jaén nos han ayudado a hallar un poco de nuestro ser salvaje. Los encuentros con Beñat Balza han sido siempre ocasión para la dicha. Las visitas llenas de libros y de charlas de Dato Simó han sido un lugar para el júbilo y la celebración. Estar aquí o allá con Xabier Agirre Aranburu me recuerda que, como dice María Zambrano, la amistad es como una patria. Pensar no es un acto solitario, se piensa siempre acompañada, se piensa siempre junto con los otros. Yo he pensado con los árboles, con los olivos y con los pájaros que cantan, y con las bicicletas en mis paseos por la Vía Verde del Aceite, por la antigua vía del tren que pasa junto a nuestra casa; y, sobre todo, en esos paseos yo he pensado con Fernando González de Requena, he pensado, le he contado este libro, hemos hablado de las ideas, de los atascos, de las lecturas, y su alegría siempre me ha acompañado. Mi hijo Martín también ha estado ahí, escuchando cómo iba este proyecto, abrazándome para que pudiera acabar. Ellos son mi hogar.
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Autora: Isabel Balza. Título: De lo salvaje y de la escritura animal. Editorial: Plaza y Valdés. Colección: Dilemata. Venta: Todostuslibros.


•Salvaje y Ser un Humano: Lo salvaje es un territorio afirmativo (SEGURIDAD FIRME) construido de espacios fronterizos que nos recuerda que somos material con Vida , animales dependientes del otro entendido como Naturaleza (flora – fauna – Seres Humanos – éter – tierra – Agua – Aire – Fuego) y de la Fe (La Temática es abordada).
Lo salvaje no tiene nada que ver con los Paradigmas porque es salvaje : no se interpreta , se Vive.
Lo salvaje tiene su ética cimentada en la gracia y la piedad. La sororidad está incluída en la piedad comprendida como respeto al Ser ajeno.
Lo salvaje es una Unidad de Saber emparentada con lo que somos sin influencias.
Ahí puede abrirse todo un abanico de interpretaciones porque nosotros razonamos pero las plantas tienen su razón de Ser más allá de nosotros.
•El Ser Humano :animal ecodependiente con Identidad característica : Tenemos consciencia; razón. Desde esa raíz común ,
Hay Humanos Filósofos.
Filósofo: Persona que “No permane(ce) indiferente ante el sufrimiento de ningún ser animado y que haya recibido alguna vez la mirada de una vaca , de un asno , de un perro. Y la de un pájaro”.
María Zambrano.
“La Amistad es como una Patria”
sumado “pensar NO es un acto solitario”.
Ser un Humano es ser un Ser Vincular , Comunicacional con todo lo que lo rodea y Sostiene.
Lo Salvaje es un terreno habitable: Patria (Escenario para gestar Amistades, para Pensar).
Feminismo: Universalización de los valores más allá del género.
Patriarcado: sentido / modo de enunciar o explicar excluyente porque hay silenciamiento y ocultación.
A partir y desde Isabel Balza