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Javier Alandes: “Somos creativos siempre, a cada momento”

Javier Alandes: “Somos creativos siempre, a cada momento”

Javier es licenciado en economía, conferenciante, formador y escritor.

Nos conocimos en mayo de 2022, en un viaje de prensa organizado por Espasa, editorial bajo la que publicó su novela Los guardianes del Prado.

Este verano coincidimos en el Festival Gata Negra, organizado por Luis Roso, y decidimos hacer este reportaje.

***

—¿Qué puntos en común tienen tus diferentes facetas como escritor, formador y conferenciante?

—Me gusta decir que mi oficio es contar historias. Expliques lo que expliques, no hay mejor manera de hacerlo que con una buena historia. Conectas emocionalmente con quien está al otro lado, le metes en situación, en contexto. De ese modo, mientras escribo, mientras estoy en el aula con estudiantes o mientras imparto una conferencia, no dejo de contar historias. Todo lo que queramos contar es siempre mejor recibido si utilizamos la narrativa para ello. Por ejemplo, en clase suelo explicar conceptos económicos como la tasa de conversión o la tasa de recurrencia. Y siempre se entienden mucho mejor cuando pongo como ejemplo mis visitas al Museo del Prado o los recuerdos que allí adquiero. No hay nada mejor que una buena historia, y conceptos que parecen complejos se simplifican gracias a una buena narrativa. 

"Me he interesado por esas historias, he analizado que tienen partes todavía sin respuesta y he encontrado un terreno perfectamente abonado para la ficción histórica verosímil"

—¿Cómo es tu proceso creativo a la hora de enfocar una novela?

—Quien escribe siempre tiene una primera tarea: elegir qué historia merece ser contada. Los contadores de historias tenemos doscientas o trescientas novelas en la cabeza, pero, por lo general, nuestro tiempo de vida solo nos va a dar para contar quince o veinte. Por ello, elegir aquellas que merecen ser contadas es una responsabilidad. Lo segundo es decidir cuál es el tipo de historias que deseas contar. Yo soy lector antes que escritor, por lo que solo escribo las novelas que a mí me gustaría leer. Mi género favorito es el clásico de aventuras y a él me remito, a él rindo homenaje en cada novela que escribo. Y el tercer paso es dar con la premisa que te enamore. En mi caso, por ejemplo, es dar con un hecho real que haya ocurrido en la historia del arte que no tenga una explicación a día de hoy, en el que esté envuelto un pintor o una obra absolutamente icónicos, y ficcionarlo en forma de novela de aventuras. La desaparición del cráneo de Goya, el traslado de los cuadros del Museo del Prado de Madrid a Valencia durante el primer año de la guerra civil, o los falsos originales de Vermeer pintados por Han van Meegeren han sido historias reales desde las que arrancan mis novelas. Me he interesado por esas historias, he analizado que tienen partes todavía sin respuesta y he encontrado un terreno perfectamente abonado para la ficción histórica verosímil. Y eso me ha hecho encontrar premisas de las que me he enamorado. A partir de ahí, diseñar el guion de la novela, junto con la escaleta de capítulos. Y ponerme a escribir cuando tengo absolutamente claro el inicio, desarrollo y final de la novela, sintiendo que todas las piezas encajan.

—¿Y para una conferencia?

—Ahí hay un proceso un poco diferente. Yo imparto conferencias a empresarios, a emprendedores o a personas que están en un cambio de rumbo profesional. Y en una conferencia tienes que lanzar un mensaje concluyente que envuelva toda la exposición. El mensaje, a la fuerza, es diferente según el tipo de audiencia. Pero todo desde un punto de vista muy orgánico, muy natural. Tan natural como que para personas en un momento de cambio de rumbo profesional les cuento cómo tres hechos muy dolorosos en mi vida se han convertido a día de hoy en mi inspiración para trabajar. O, para empresarios y emprendedores, hablar de la competencia de un mercado desde el punto de vista de ser escritor y tratar de asomar la cabeza en el mundo editorial. No puedo contar algo, o recomendar alguna acción, si yo no la he vivido o no la he puesto en marcha. Las cosas que cuento en mis novelas no es necesario que las haya vivido en primera persona. Las que cuento en las conferencias, sí. Porque quien acude a escuchar a alguien hablar va buscando una experiencia vivida por otra persona que pueda arrojarle algo de luz, algo de esperanza. La información tiene mucho valor, por supuesto. Pero esa información la podemos encontrar en Internet sentados en el sillón de casa. Cuando vamos a escuchar a alguien queremos vivencias y aprendizajes.

"La información tiene mucho valor, por supuesto. Pero esa información la podemos encontrar en Internet sentados en el sillón de casa. Cuando vamos a escuchar a alguien queremos vivencias y aprendizajes"

—De una manera u otra vives de contar historias y del manejo de las palabras. ¿Se podría decir que la carrera de economía te sirvió para economizar y rentabilizar el lenguaje?

—Creo que hay muchas posibilidades de que no haya en España un economista más incompetente que yo. No me dedico a la contabilidad, a la administración, a temas financieros o bancarios… No me dedico a nada de lo que se suele dedicar alguien que ha estudiado Economía. Es más: cuando he sido emprendedor he fracasado estrepitosamente. Pero esos fracasos me han enseñado que no tengo ni idea de qué hay que hacer para que un proyecto tenga éxito; pero sí sé lo que no hay que hacer. Y eso también tiene mucho valor. Yo ya llegué hace tiempo a la conclusión de que no tengo ni idea de nada, y que me encuentro en un constante e infinito aprendizaje. Pero ese aprendizaje, a base de muchos disgustos y alguna alegría, me ha ayudado a mirar dentro de mí, a hacer una introspección de los, hasta ahora, cincuenta años que llevo caminando por el mundo. Y de esa introspección nace la curiosidad, de la curiosidad nace la búsqueda, y de la búsqueda nacen las historias.

—Una buena historia tiene un gran valor, ¿pero lo es todo para construir una novela?

—Para nada. La trama, la historia, pesa mucho. Pero tanto o más peso que esa trama lo tienen los personajes. El espíritu de identificación nos define como seres humanos, y necesitamos conocer qué le pasa a las personas. A nuestra familia, a nuestros amigos y, por supuesto, a los personajes de las historias que consumimos. Una buena trama con personajes que no nos interesan no vale para nada. Pero una trama que no nos llama la atención protagonizada por personajes con los que nos identificamos nos da todo. Si somos capaces de aunar una trama que nos interesa con unos personajes a los que deseamos acompañar hasta su destino final, hemos encontrado Eldorado.

"Sentía la necesidad de hacer un homenaje a uno de mis géneros cinematográficos favoritos: el Heist. Ese género que nos narra un robo, una estafa, un gran engaño"

—¿Qué papel juega la creatividad en tu vida?

—TODO. Pero no solo en la mía: en la de todas las personas. Todos imaginamos qué sucedería si conseguimos un ascenso, si nos toca la lotería, si se enamora de nosotros la persona por la que perdemos la cabeza. Todos imaginamos escenarios, situaciones y procesos que, a día de hoy, todavía no existen. Y esa imaginación, esa creatividad, nos ayuda a levantarnos cada mañana. Somos creativos planificando las actividades que hacer con nuestros hijos, somos creativos preparando una sorpresa para una persona especial, somos creativos cocinando… somos creativos siempre, a cada momento. El verdadero punto de inflexión viene cuando somos conscientes de ello; y, a partir de ahí, esa creatividad se expande, crece y la aplicamos a más áreas de nuestra vida.

—¿Cómo fue el proceso de creación de tu nueva novela, El rey de bronce?

"¿Qué pasaría si alguien quisiera vender a un gran museo internacional el busto de bronce de Alejandro Magno mejor conservado de la historia, con más de dos mil años de antigüedad?"

—Sentía la necesidad de hacer un homenaje a uno de mis géneros cinematográficos favoritos: el heist. Ese género que nos narra un robo, una estafa, un gran engaño. El golpe, El secreto de Thomas Crown, The Italian Job… Es un género que me produce mucha curiosidad, porque nos ponemos de parte de personajes que están haciendo algo ilegal. Y esa identificación y empatía sucede por tres razones: porque ese golpe no es solo por dinero, porque es contra alguien más poderoso, y porque se hace desde la inteligencia y no desde la violencia. Y con esas tres patas quise construir la historia. Estudié a fondo el caso de Han van Meegeren y me pregunté si eso se podría hacer a día de hoy: crear falsos originales de obras de arte existiendo la tecnología más sofisticada de la historia de la humanidad para detectarlas. Así apareció una hipótesis en mi cabeza: ¿qué pasaría si alguien quisiera vender a un gran museo internacional el busto de bronce de Alejandro Magno mejor conservado de la historia, con más de dos mil años de antigüedad? Con la pequeña salvedad de que ese busto ni siquiera existe. Esa es la semilla de El rey de bronce.

—¿En qué nuevos proyectos estas trabajando?

—No voy a desvelar todavía nada sobre la novela en la que estoy trabajando. Pero contiene todos los ingredientes que comentaba antes: un cuadro absolutamente icónico, un pintor universal y un misterio por resolver. Envuelto en una trama de aventuras que da explicación a qué pudo pasar en ese capítulo de la historia.

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