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El mundo es de los fuertes

El mundo es de los fuertes

“Escribe fuerte y claro sobre lo que duele”. La frase, tan tajante y contundente como el aspecto físico y el carácter de su autor, es de Ernest Hemingway. Y Daniel Ruiz (Sevilla, 1976) parece haber seguido, al pie de la letra, punto por punto, sin desviarse ni un ápice, la máxima del escritor estadounidense, del creador de El viejo y el mar.

El calentamiento global es, de entrada, a simple vista, un título desafortunado, de poca monta, en exceso conocido y trillado, hasta que se conoce el contenido de la novela y las claves que maneja el responsable y muñidor de la misma. Entonces ya es otra cosa. Y el lector se reconcilia con ese epígrafe —la portada merece, asimismo, que se le eche un buen vistazo y meditar sobre las intenciones del ilustrador de la cubierta— con el que se da inicio a toda una aventura en la que no falta ni sobra una sola coma, escrita con una sorprendente precisión, sin que, en ningún instante, le tiemble el pulso ni flaquee la voz narrativa, el tono o la estructura.

"La acción de este relato vibrante y dinámico está situada en Pico Paloma, en el Parque Natural de Roqueo, junto a un mar aparentemente tranquilo, bello e incontaminado"

Daniel Ruiz, que obtuvo en 2016 el prestigioso Premio Tusquets con La gran ola, es un auténtico contador de historias, un lúcido y originalísimo inventor de tramas a las que viste y reviste con los ropajes necesarios para hacerlas más atractivas. Se trata de una incursión a lo que aquí se denomina, una y otra vez, el mundo de los fuertes. Y ese mundo, hermético, inaccesible, bajo siete llaves, no es otro que el de las grandes empresas, aquellas que facturan cientos de millones al cabo del año. Una incursión al mundo de los negocios que tratan de encubrir sus miserias al precio que dicte el mercado, sabiendo de antemano que los ángeles y los santos hace tiempo que huyeron de la tierra para dejar paso a toda una fauna y flora de paniaguados, gente fácilmente corruptible, capaz de vender su alma al diablo no por volver a ser joven, sino por un simple plato de lentejas.

La acción de este relato vibrante y dinámico está situada en Pico Paloma, en el Parque Natural de Roqueo, junto a un mar aparentemente tranquilo, bello e incontaminado. La fábrica, Oil Gas, como en ciertas escenas de la película Metrópolis, que es toda una referencia, se erige como un sagrado monstruo que, como Saturno, es capaz de devorar, sin escrúpulo alguno, a sus propios hijos, un monstruo que exige cada día una víctima y que ha terminado por adherirse a la piel de los trabajadores, incrustándose en su sangre. De forma silenciosa, poco a poco, va “haciendo especial daño en los pulmones de los habitantes con mayor disposición genética, hasta hacerse visible en las radiografías, hasta dotarse de angustioso nombre en las consultas hospitalarias de los oncólogos”.

"Uno de los momentos más soberbios de la novela, rozando la genialidad, es cuando Daniel Ruiz da cuenta de los movimientos del gordo Lagartijo"

Los cachorros y los tiburones de tan “modélica” empresa tienen nombre y apellidos. Es ahí en donde aparece Federico: bien peinado e impecablemente vestido, inteligente, preparado para la vida cainita de los negocios, en donde los escrúpulos se dejan colgados en la percha antes de salir de casa. Y mujeriego. Los otros, los que obedecen ciegamente a los que están en la cresta de la ola, bailan la danza macabra al son de quien manda. Gente como el alcalde, artista y visionario, supuestamente independiente, que dice mirar por su pueblo con ojos de cordero degollado. Una prensa sumisa, que agacha la cerviz cuando pintan bastos. Y las diversas asociaciones benéficas, que celebran con palmas la suerte de que una gran empresa, solvente, generosa y comprometida con sus operarios, haya elegido precisamente este lugar como teatro de sus operaciones.

Alrededor de esos tiburones de colmillos bien afilados, con las patas bien agarradas al terreno que pisan, pululan los fantasmas de la noche, las sombras de quienes tratan de ganarse la vida del modo que sea. Personajes con perfiles muy logrados como es el caso de Lagartijo, que llega a convertirse en un torero experimentado, “un torero de la vida, acostumbrado a lidiar con las horas, acostumbrado a humillar al toro que asoma los cuernos cada puñetero día del almanaque”. Y que en ocasiones, cuando el mercadeo del Banco de Alimentos se lo permite, se siente poeta. Poeta de ese Mediterráneo que lleva en la sangre, que corre por sus venas, que, incluso, le hace llorar. Uno de los momentos más soberbios de la novela, rozando la genialidad, es cuando Daniel Ruiz da cuenta de los movimientos del gordo Lagartijo utilizando para ello una cámara cenital instalada en los ojos de un mosquito. Todo un hallazgo.

"Daniel Ruiz escribe fuerte y claro sobre lo que se nota que le duele"

Y junto a Lagartijo, otra pareja de no menor atractivo. Dos viejos amigos que arrastran su ilusión y su voz por los garitos del alma: Tana, el Tanito, quien contempla con amargura la decrepitud de su madre, en tanto camina, solitario, por el otoño de la vida. Y Amanda, la eterna perdedora, una belleza en viaje hacia el invierno, que aún es capaz de albergar ilusiones en un corazón repleto de fracasos. Dos personajes que parecen construidos con las piezas sobrantes de un héroe. Sin contar con Berta, la inquieta y perspicaz mosca cojonera que trata de sacar a la luz las vergüenzas de la gran empresa, la chica valiente que deja de ser Berta y se convierte en Anona cuando teclea con furia su ordenador. El mundo es de los fuertes. Para los demás, para los aquí llamados “especímenes”, sólo quedan las migajas, la calderilla, y refugiarse en Casa Salustio, una especie de claustro materno, la guarida en donde, como diría el maestro Marsé, hombres curtidos en mil batallas terminan, acodados en la barra del bar, llorando como niños.

Daniel Ruiz escribe fuerte y claro sobre lo que se nota que le duele. Su texto es, en cierta medida, comprometido. Su mensaje, inequívoco; sin que por ello descuide ni un solo ápice el lenguaje ni el estilo. La literatura, siempre, un par de pasos por delante de cualquier intento reivindicativo. Como tiene que ser.

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Autor: Daniel Ruiz. Título: El calentamiento global. Editorial: Tusquets. Venta: Amazon

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