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Ahora sí, Marvel se salva de sí misma con Los Cuatro Fantásticos

Ahora sí, Marvel se salva de sí misma con Los Cuatro Fantásticos

Se ha convertido en un tópico en sí mismo, pero decir que Marvel ha arreglado el desaguisado de sus últimos títulos con Los Cuatro Fantásticos rinde honor a la verdad. Lo hace con una película que es una paradoja en sí misma y en su propio sistema: se trata de la aventura más focalizada y contenida en sí misma en años, al desarrollarse en un universo alternativo, pero también, rindiendo honor a la imaginación descocada de Stan Lee y Jack Kirby, la que más garantiza el futuro de la gigantesca franquicia Marvel, al proponer una Tierra (la 828) que puede contener personajes y versiones alternativas que renueven lo visto hasta ahora.

La película de Matt Shakman, de trayectoria fundamentalmente televisiva, realiza una jugada similar al Superman de James Gunn. Asumiendo que el público conoce o ha visto anteriores iteraciones de los personajes, comienza su historia in media res, una vez éstos ya llevan asentados un tiempo en su historia, pero lo hace con un trazado limpio y seguro. Se ahorra, así, el relato de orígenes y precipita al espectador en una trama bien centrada en la paternidad de Reed Richards y Sue Storm y la simple premisa del sacrificio de su hijo ante el horror cósmico de Galactus, verdadero corazón de la historia.

"Los Cuatro Fantásticos es una película atada al concepto de legado, pero a la vez capaz de ofrecer un futuro a la gigantesca saga fílmica de Walt Disney"

Shakman se vale de unos excelentes Pedro Pascal y Vanessa Kirby, capaces de comunicar —sobre todo el primero, en el papel que debería definir su trayectoria a partir de ahora, como Iron Man hizo con Robert Downey Jr— todo tipo de sentimientos con una mirada. El director consigue meter al espectador en la estela de lo imposible en una aventura cósmica con aire de cuento de hadas, sin pedir una sola disculpa o propasarse con un solo momento de justificación. La fantasía en Los Cuatro Fantásticos: Primeros Pasos sucede con la misma sinceridad que en la Edad de Oro de la larga etapa de Jack Kirby con los personajes, considerada uno de los grandes legados de la editorial, y resulta constante gracias a un diseño de producción ostentoso pero, a la vez, sutil y bello en su despliegue de nostalgia.

Los Cuatro Fantásticos es, por eso, una película atada al concepto de legado, pero a la vez capaz de ofrecer un futuro a la gigantesca saga fílmica de Walt Disney. Unos personajes ligados a la historia del cómic —el homenaje a Kirby se vuelve explícito en los títulos de crédito— que es mucho más que una jugada “retro” meramente estética y diferenciadora. También es una gran película de verano con verdaderos méritos artísticos a defender: aparte de la presencia de Pascal o del sensual diseño del Silver Surfer interpretado por Julia Garner, la partitura de Michael Giacchino podría ser lo más memorable facturado por Hollywood este año, y su encaje en secuencias como el despegue del Excelsior o cada uno de los encuentros con Galactus, de una sobriedad conceptual debedora del comic, solo puede mejorar con el tiempo.

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