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Aquí está la puerta

Aquí está la puerta

La primera novela de Marta San Miguel, Antes del salto, arranca con una mujer que, en el vuelo que la lleva a su nueva vida en Lisboa, se da cuenta de que ha olvidado meter en la maleta una fotografía: la del caballo que montaba cuando era niña. A partir de ahí, se desatan los recuerdos. La ópera prima de San Miguel ha levantado el aplauso de la crítica.

En este making of, la autora cuenta el origen de Antes del salto (Libros del Asteroide).

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En apariencia, la librería era un espacio convencional lleno de estanterías. Sin embargo, en una zona de la pared había un mueble de cocina con fregadero y grifo incluidos, otra zona era un salón con sus sofás, había butacas, un escritorio que cualquiera tendría en su dormitorio. El conjunto funcionaba como un todo acogedor, como si los espacios donde cohabitaban libros con elementos domésticos estuvieran pensados para eso precisamente, para hacerte sentir en casa. La librera había sido decoradora de interiores, y es lo que había hecho, me dijo, “diseñar el interior de una casa para lectores”. Entonces movió la silla y me invitó a sentarme en la mesa del comedor de dicha casa.

Ante mí, una veintena de lectores que había acudido a la presentación en Madrid de Antes del salto me miraba sin saber si aquella escapada de viernes iba a merecer la pena. Parecían cómodos y a ninguno le entorpecía la visión la cabeza del de enfrente, así que en esa cercanía que no requería micrófono, la conversación empezó a fluir de izquierda a derecha: las curiosidades sobre el caballo se mezclaban con la gentrificación de Lisboa, la duda de por qué había usado términos abstractos como Marido, Mayor y Pequeño en vez de ponerles nombre daba paso a si Quessant existió de verdad, la curiosidad de qué es real y qué es ficción en la novela. En un momento dado, una mujer que estaba entre la literatura infantil y el dormitorio levantó la mano: «¿Cómo surgió este libro?», preguntó. No era la primera vez que debía responder al origen de la novela. Pero esa vez, cuando dije “todo empezó con” me sentí en calcetines, como si estuviera hablándoles en pijama.

"Yo estaba a punto de escribir una novela no para ordenar, sino para crear un hogar donde pudieran habitar nuestros recuerdos"

Uno en casa baja la guardia por esa percepción de seguridad que dan los espacios conocidos. Y en ese momento percibí que la propia obra es también eso, una forma de hogar que se construye como un estado mental en el que vas amueblándote con ideas y espacios donde colocar lo que de otra manera estaría tirado por tu cabeza. El incordio visual de lo que no tiene un sitio sugiere una especie de incapacidad para hacer lo propio con tu vida, con el relato de quién eres, de lo que anhelas o aspiras ser; y yo estaba a punto de escribir una novela no para ordenar, sino para crear un hogar donde pudieran habitar nuestros recuerdos.

Todo empezó —dije de nuevo, enderezándome— con” la conversación en las escaleras de un portal al despedirme de un amigo antes de viajar a Lisboa. “Por fin vas a poder escribir”, me dijo con toda su buena intención mi amigo, y esa frase fue como una llave que te encuentras en un bolsillo y no puedes parar de pensar qué abre: ¿Y por qué no lo he hecho antes?, me decía. Si hubiera sabido la respuesta, jamás habría escrito Antes del salto, así que durante el viaje me lo pregunté una y otra vez, o al subir a los primeros tranvías, o paseando después de probar la primera ginjinha en el Convento do Carmo, descubriendo miradores y parques infantiles con sombra… ¿Por qué no he escrito? ¿Por qué nos relegamos?

"En esas estaba, aprendiendo a ser en un nuevo escenario, cuando empecé a sentarme cada mañana en una mesa que compré en Ikea, pegada a una ventana por la que siempre entraba la luz de Lisboa, tan blanca y apabullante"

Unas semanas más tarde de la conversación con mi amigo, abrí un Word y empecé a teclear con la misma intuición con la que te mueves por una casa vacía para decidir dónde quieres poner el sofá y dónde la butaca de lectura, dónde la tele o la ropa interior, en qué cajón. Ese fue el origen, empezar de cero en una nueva ciudad, en un piso de alquiler donde tardas en modular el agua caliente y pasas frío o te quemas, un lugar donde tienes que aprender cómo funcionan los electrodomésticos y no tienes claro el sitio de la cama ni tampoco el del sofá, y te sorprenden los sonidos por la noche hasta que los aprendes, como aprendes qué listones son los que chirrían, cómo aprendes el toque para girar la llave y que no se trabe la cerradura de la puerta.

En esas estaba, aprendiendo a ser en un nuevo escenario, cuando empecé a sentarme cada mañana en una mesa que compré en Ikea, pegada a una ventana por la que siempre entraba la luz de Lisboa, tan blanca y apabullante. Sobre el papel de la pantalla apareció el nombre de un caballo y con él, significados antiguos que había dejado de usar; aparecieron los reflejos que esos términos provocaban, como hace el sol al chocar contra el metal de la nevera. Apareció todo lo que estaba precintado como en una mudanza y lo coloqué por las páginas, ya fueran los pósteres de la infancia de la revista Súper Pop, la caja de labores de mi madre, el concierto de violín de Tchaikovsky o el ruido que hace un caballo cuando está a punto de morir. Desde entonces, todo ocupa su lugar; un hogar que existe cada vez que algún lector se pregunta dónde está la puerta.

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Autora: Marta San Miguel. TítuloAntes del saltoEditorial: Libros del Asteroide. VentaTodos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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