A pesar de que en los últimos años la Edad Media parece haberse puesto de moda, sigue siendo esa época incomprendida y desconocida a la que solemos acercarnos plagados de prejuicios acumulados secularmente o con visiones novelescas o cinematográficas muy alejadas de los estudios históricos o arqueológicos rigurosos. Señala Hartnell en este reciente ensayo, Cuerpos medievales (Abada, 2025) que esa interpretación habla más de nosotros, de nuestro mundo y de nuestra sociedad que de la realidad de aquellos antepasados: “Necesitamos un pasado oscuro e ignorante al que contraponernos rotundamente” (p. 10). Hartnell es jefe de investigación de la National Gallery de Londres y trabajó con anterioridad también en el Victoria and Albert Museum, entre otros lugares. Si lo destaco es porque su amplia formación y experiencia museística nos sirve para entender la extensa y original cantidad de láminas maravillosas y singulares que ilustran este libro y que atraen inmediatamente al lector, sumergiéndolo en un mundo colorido opuesto por completo ya desde el principio a la idea de un medioevo tenebroso y sombrío. Constituyen en sí mismas una primera toma de posición de Hartnell en su argumentación, que se habría venido abajo sin la cuidadosa edición que publica Abada.
Pero el objetivo de las láminas no es sólo ese, también nos adentran en un mundo rico y multicultural alejado del eurocentrismo. La Edad Media deja de ser un lugar encerrado en sí mismo, con castillos aislados y señores de la guerra siniestros, y pasa a ser amplio y fértil en intercambios, descubrimientos y conocimientos de civilizaciones muy diferentes. De manera que podemos ver, por ejemplo, desde una lámina de instrumentos quirúrgicos de al-Zahrawi del siglo XIII, hasta otra de un manuscrito bávaro de 1420 que representa a un hombre herido con diferentes lesiones por todo su cuerpo y las posibles curas; desde la imagen del mundo del siglo XIII de Sharif al-Din al-Idrisi, geógrafo marroquí musulmán, a la del cartógrafo de Mallorca Abraham Cresques, para entender lo inspirador que podía resultar el mundo medieval: “Aquellos lo bastante afortunados como para ver estos documentos bien podrían haberse sentido empujados a ponerse en marcha” (p. 293).
Hartnell amplia la tradicional metáfora del Estado como un cuerpo humano para ayudarnos a comprender cómo esa idea entrelazaba al hombre con el mundo y el universo conformando un tapiz macroscópico: “Entender el cuerpo era solo una parte del intento de encontrarle sentido al universo en su conjunto” (p. 22). De esa manera, avanzamos a lo largo de los doce capítulos como quien se adentra en un manual de medicina un tanto singular: la cabeza, los sentidos, la piel… hasta llegar a los pies, y descubrimos simultáneamente no sólo qué imagen tenían de sí mismos los hombres y mujeres de aquella época, sino su interpretación y comprensión del mundo y la complejidad de una mentalidad cruzada entre la magia y la ciencia (“las ideas sobre la medicina y el cuerpo en la Edad Media siempre fluctuaban entre lo tangible y lo fantástico”, p. 214) plagada de influencias recíprocas entre culturas diferentes.
Una tercera aportación fundamental de las ilustraciones es la de acercarnos a la vida cotidiana, como señala Hartnell: “En una época en la que no se escribían diarios, en la que los puntos de vista personales son contadísimos, las imágenes ofrecen una importante vía de acceso a lugares sobre los que los textos callan” (p. 32). Desde descubrir que los seres fantásticos como los blemias (tribu de hombres sin cabeza que habitaba en los límites del mundo medieval) eran simultáneamente tanto una expresión de las fantasías y miedos de la gente corriente como una manifestación de su idea de lo que debía ser un cuerpo “normal” que, a su vez, al ser “reflejo corpóreo del omnisciente Todopoderoso” (p. 39), implicaba lo cuestionable éticamente; hasta descifrar los mensajes que aportaban las bandejas de parto, artísticamente decoradas para regalar a las mujeres que habían dado a luz pero que nos hablan de lo peligrosa que era la experiencia del embarazo (en el que morían una de cada cinco mujeres) y de un mundo femenino alejado de la presencia masculina.
De esa manera, Hartnell va desvelándonos ciertas claves que, a la manera de las concedidas por los mentores a los héroes antes de adentrarse en sus viajes, nos permiten conocer mejor ese largo periodo de nuestra historia y, al mismo tiempo, reconocernos en esos hombres y mujeres que “parecen haber hecho las preguntas que nosotros habríamos hecho, haber empujado los límites, haber impulsado lo nuevo e innovador” (p. 298).
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Autor: Jack Hartnell. Título: Cuerpos medievales. Vida, muerte y arte en la Edad Media. Traducción: Miguel Ángel Martínez-Cabeza. Editorial: Abada. Venta: Todos tus libros.


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