Inicio > Libros > No ficción > Un espejo oblicuo

Un espejo oblicuo

Un espejo oblicuo

¿Por qué y para qué se retratan los pintores? ¿Por qué interesan sus autorretratos a los espectadores? Este libro trata de responder estas preguntas y muchas más. El autorretrato es un ejercicio obsesivo, pasional y creativo. Al espectador puede provocarle atracción, rechazo o indiferencia, pero al observar el rostro representado le surgen interrogantes, porque detrás hay siempre una historia que desvelar. Además de informar de las claves de este enigmático género y de sus principales maestros, como Dürer, Anguissola, Rembrandt, Courbet, Goya, Ensor, Munch, Schiele o Kahlo, entre otros,

Manuel Alberca nos cuenta cuál fue el origen de su libro Mírame. Enigma y razón de los autorretratos (Confluencias).

*****

Normalmente la idea de un libro se gesta en un proceso o experiencia intelectual, pero, a veces, también (al menos en este caso), es fruto de un esfuerzo físico. Mírame: Enigma y razón de los autorretratos surge, por supuesto, de la pasión por este género pictórico, pero sobre todo de tantas, prolongadas y extenuantes visitas a museos y exposiciones, peleándome con mis propias limitaciones físicas. Pero mejor será contar cómo comenzó todo. Hace años, de manera inopinada, sin premeditación consciente, en las visitas a museos y exposiciones comencé a fijarme solamente en este tipo de obras. No sé si esto ocurrió para abreviar el tiempo de la visita, para no dispersarme ante tantas obras admirables o simplemente para tener un hilo conductor y no perderme. Tampoco fue ajeno a esta elección el hecho de padecer una fascitis plantar provocada por un espolón calcáneo… Así que la necesidad de no castigarme demasiado, y atenuar tan insidioso dolor, se hizo virtud de especialista medio cojo. De esta manera he visitado el Prado y el Thyssen de Madrid, el Louvre y los Uffizi, los museos de Londres, Berlín y Nueva York, y otros muchos más.

" Los artistas desde el otro lado del espejo nos abducen y embaucan con sus miradas"

En estas visitas fui alimentando secretamente una pasión íntima por los autorretratos pictóricos, que con este libro quiero hacer pública para compartirla con los lectores. Sí, ya sé que todas las pasiones tienen algo de obsesivo y adictivo, pero me tranquiliza que esta pasión tenga ilustres precedentes que le redimen a uno más que cualquier terapia o tratamiento psicológico. Por ejemplo, en el siglo XVII, el cardenal Leopoldo de Medici, cuando era aún joven, a los 18 años, comenzó su colección de autorretratos. En realidad, en aquel momento todavía no existía la palabra, que aparecería en el siglo XIX en la mayoría de las lenguas europeas. Leopoldo llegó a reunir en torno a ochenta, de los más destacados pintores italianos. A su muerte en 1675, se haría cargo de la colección su sobrino Cosme III de Medici, duque de Toscana, que la conservaría y la uniría a la suya, incorporando también pintores de otros países europeos. Cosme compró un autorretrato al mismísimo Rembrandt pocos meses antes de que el genio de Leiden muriera en Ámsterdam. La colección del florentino, continuada posteriormente por sus herederos, se convertiría en la Meca para los artistas del género, y todos aspirarán a formar parte de tan prestigiosa colección de autorretratos. En 1865 esta colección se integró en la Galleria Uffizi de Florencia, instalándose posteriormente en el famoso Corridoiro vasariano, que une, sobre el Ponte Vecchio, el museo con el palacio Pitti.

"¿Qué nos atrae o repulsa del rostro que miramos en un autorretrato? ¿Por qué nos acaban interesando?"

Sin embargo, si me preguntan por qué me interesan los autorretratos me veo forzado a razonar una respuesta. De hecho, este libro abunda en explicaciones, pero, ¿quiere que le diga la verdad? La verdad es que no estoy seguro de haberla encontrado. Lo único que sé y he comprobado a lo largo de los años de contemplarlos y analizarlos es de su poder seductor e hipnótico. Los artistas desde el otro lado del espejo nos abducen y embaucan con sus miradas. A pesar de este escollo, en el libro trato de responder a la serie de interrogantes que lo motivan: ¿por qué y para qué se retratan los pintores? ¿Cuáles son las reglas de este género? ¿Qué nos atrae o repulsa del rostro que miramos en un autorretrato? ¿Por qué nos acaban interesando? Este libro trata de responder estas preguntas y otras más que nos hacemos al contemplar un autorretrato, porque detrás de una imagen hay casi siempre una historia o un misterio por desvelar.

Dice el lema publicitario del Centro Botín de Santander que “el arte cambia tu mirada”. Por cierto, este centro dedica este año una completa retrospectiva a la obra de Maruja Mallo (una artista que se autorretrató en su famoso lienzo La verbena (1927), pero de manera continua y frecuente en sus auto-fotos). Parafraseando el lema del centro santanderino, yo creo que la pintura y las artes en general nos enseñan a ver lo real con otra profundidad y descubrir matices que se nos escapan a la adocenada mirada consuetudinaria. En este sentido creo que los autorretratos logrados nos obligan y nos facilitan mirar al otro de una manera íntima y, en una suerte de juego de miradas especulares, a mirarnos a nosotros mismos como otro.

"Por primera vez, al menos de manera tan decidida, el hombre se va a considerar dueño y maestro de sí mismo y del mundo"

El libro obedece al objetivo implícito en su título: desentrañar o aclarar el enigma de los autorretratos. Lo hago en dos direcciones. La primera es la del ensayo personal: lo que a mí me dicen los autorretratos y, claro, aduzco y utilizo razones subjetivas que a mí me valen. La segunda es la informativa en el plano histórico y estético, pero debo aclarar que este libro no es un tratado exhaustivo ni lo pretende: aportó las coordenadas históricas y filosóficas en las que situar el fenómeno del autorretrato y las bases para contextualizar mi ensayo. El género del autorretrato, al menos como hoy lo entendemos, es fruto del Renacimiento, que, con su visión antropocéntrica y de culto al individuo creador, alimentó el arte de este periodo, poniendo en el centro la figura del artista. Por primera vez, al menos de manera tan decidida, el hombre se va a considerar dueño y maestro de sí mismo y del mundo. La identidad, el yo y sus representaciones plásticas estaban llamadas a ocupar un papel destacado en el arte de este periodo. Sin embargo, ello no quiere decir que los artistas y artesanos medievales, e incluso anteriores, no tuviesen conciencia de su individualidad creadora, porque en muchos casos estos solían utilizar su autorretrato a manera de firma; es decir, reproducían su rostro para subrayar la propiedad de la obra que acababan de realizar.

Pero, quizá, el primer y dramático autorretratista fue Narciso, el personaje mitológico, que pereció al quedar fijo y extasiado, contemplándose en el espejo del agua. Atrapado por su propia imagen, quedó mortalmente herido. La versión actual del Narciso la representan los autores de selfies, que pagan a veces con la muerte su osadía de retratarse en poses y situaciones de riesgos. Según la Fundación iO, desde comienzos de 2008 hasta julio de 2021 se habían contabilizado, al menos, 379 muertes al tratar de inmortalizar su imagen con el teléfono móvil entre los imprudentes practicantes de esta plaga. Ciegos en su narcisismo, como el personaje mitológico, no vieron el peligro que corrían.

"Solamente la parcialidad y la distancia con que observamos a los otros hacen que nos parezcan singulares y extraños"

Para terminar realizo una suerte de galería personal de siete salas con mis autorretratistas favoritos. Aunque no están todos los que podrían estar, los que figuran acreditan una genialidad soberbia a la hora de mostrarse en una serie de autorretratos, con los que terminan haciendo una autobiografía plástica de su derrotero vital. Los elegidos son Sofonisba Anguissola, Rembrandt, Courbet, Ensor, Munch, Schiele y Kahlo, pero en las páginas precedentes aparecen otros maestros del género como Van Eyck, Dürer, Artemisa Gentileschi, Goya, Picasso o Lucien Freud, entre otros muchos. En todos ellos se nos revela una común fascinación que va más allá del simple exhibicionismo o narcisismo (que también se encuentra, por supuesto), pero sobre todo en ellos anida la secreta e irreductible necesidad de verse y ser vistos, de reconocerse y ser reconocidos, de quererse y de ser queridos. El autorretratista se muestra con la esperanza de ser mirado, y lo demanda, porque sabe que el yo propio no existe sin relación con los otros.

La contemplación de centenares de autorretratos nos enseña que cualquier persona se parece a todas y que cualquier ser humano, en su singularidad, resume, muestra o esconde a todos los seres humanos. Solamente la parcialidad y la distancia con que observamos a los otros hacen que nos parezcan singulares y extraños. Al mostrase no como son, sino como se ven, los pintores aceptan el desafío más arriesgado. Si se ven con presuntuosa perfección, el ejercicio puede devenir en un gesto frívolo, narcisista o megalómano. Si se muestran débiles o vulnerables, el resultado es de modestia, humillación o penitencia. Estas obras pictóricas hablan de sus autores, pero nos hablan directamente a los espectadores como pocas lo hacen: nos ofrecen un espejo oblicuo en el que mirarnos y reconocernos.

—————————————

Autor: Manuel Alberca. Título: Mírame: Enigma y razón de los autorretratos. Editorial: Confluencias Editorial. 

4.7/5 (11 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios