Marta Sanz

Tuve el placer de conocer a Marta en una entrevista que le realizó Karina Sainz para Zenda, y le hice algunas fotos, pero apenas hablamos.

Me pareció una mujer con una sensibilidad especial y encantadora, aparte, por supuesto, de una gran escritora.

Le propuse hacerle un reportaje fotográfico para este blog y lo aceptó con mucho gusto.

Fue un placer volver a coincidir con Marta y charlar con ella durante más tiempo, sobre su trabajo y su última novela Clavícula, sobre el amor por los libros como objeto de uso y disfrute: subrayarlos, doblar esquinas de páginas y anotar ideas en ellos.

Aquí podéis saber más sobre ella:

Marta Sanz es una escritora madrileña que en noviembre de este año cumple cincuenta años. Ha escrito libros de ensayo, poemarios y novelas, y ha ganado algunos premios, como el premio de la Crítica de Madrid por su poemario Vintage (Bartleby); el Ojo Crítico de Narrativa por Los mejores tiempos (Debate); el Herralde por Farándula; o el Tigre Juan, Cálamo y Estado Crítico por Daniela Astor y la Caja Negra (Anagrama). Ha escrito novelas detectivescas como Black, black, black y Un buen detective no se casa jamás (ambas en Anagrama), sociales como Animales Domésticos (Destino) y autobiográficas como La lección de anatomía (Anagrama) y Clavícula (Anagrama), gracias a la que este año está viviendo experiencias estupendas. Colabora con Babelia, Mercurio, El Viajero y El Salto, e imparte clases en Función Lenguaje, Escuela de Escritores y la Universidad de los Mayores de la Complutense de Madrid. Su primera novela se titula El frío (Debate, 1995).

Nos recomienda este libro a los lectores de Zenda:

Recomiendo El joven sin alma. Novela romántica de Vicente Molina Foix (Anagrama), una novela en la que, en clave autobiográfica, se habla de la infancia y de los años de formación del escritor alicantino. De sus amistades y amores con Terenci Moix, Ana María Moix, Gimferrer, Carnero y Leopoldo Panero. El retrato de un grupo de letraheridos y, a través de él, el retrato de una época. Comparto con los lectores de tu blog las líneas que le hice llegar al propio Vicente, una carta para recomendar un libro en el que las cartas son fundamentales, igual que en otras obras anteriores de Molina Foix que, junto a esta, constituyen una unidad: El abrecartas y El invitado amargo.

Querido Vicente:

Ayer salimos zumbando porque habíamos quedado, pero me quedé con la espinita de decirte lo mucho que me ha gustado El joven sin alma. Por muchas razones que me va a costar resumir en un correo. A ver si puedo. Me voy a comportar como una maestrilla.

– Me encanta ese placer de la escritura que sale de ti y llega a lectores que lo recibimos con el mismo placer. O más. La fluidez del artificio.

– La mirada risueña e incisiva de un sentido del humor que no amortigua la melancolía fundamental en este texto.

– Siento envidia de esos amores antiguos, de ese vínculo entre letraheridos, de ese tiempo del que sabemos algunas cosas, pero que tú nos muestras desde la perspectiva de esa sensibilidad sin alma tan fría y tan caliente al mismo tiempo. Un cínico cariñoso. Un aprendiz que viene aprendido de casa. Un niño con la cara redonda.

– El símbolo de los abrigos de piel, de la prenda que va haciendo del cuerpo lo que es, la metáfora wildesiana de que las apariencias no engañan y de que nuestras máscaras —los libros, las pelis, los aliños indumentarios— somos sin remedio nosotros mismos. Nos ahormamos a nuestros exoesqueletos y, al final, es difícil distinguir lo propio de lo ajeno, el dentro del fuera, el amor de otras cosas… En cuanto al tabaco, yo creo que es el hilo que conecta a todos los personajes con la muerte, de modo que no puedo evitar establecer una asociación entre el glamour y la muerte: otra vez pienso en las películas. Aunque estoy convencida de que el tabaco solo es una forma de vencer la timidez.

– La sensualidad intelectual. La sensualidad y el sexo en la antípoda perfecta de la burricie. La sexualidad como sofisticación. El empeño de encontrar lo bello en todo lo que no es convencional.

– Las frases redondas. La forma que se ajusta, como un guante, como los abrigos, a las intenciones o las intuiciones.

– La imaginación, las invenciones, que humedecen y fertilizan la vida. Qué bella es la historia de Isis y de Osiris. Y toda esa cinefilia de la que empecé a tomar nota para desistir al final… Zurlini, cómo me gusta Zurlini. Y Pavese.

– La voz final de Ana María. Su atractivo. Esa fragilidad mordiente. Esa belleza difícil. La intuición de que lo que siempre quiso escribir fueron libros de vaqueros. La luz de las depresiones y la larva tristeza que está dentro de la euforia.

– La duplicación de la voz genera una distancia que al mismo tiempo aproxima. No es un velo de pureza, sino la posibilidad que tú te conviertas en el lector de ti mismo y de esa comunidad —esa pandilla— de la que no puedes separarte. Y en la medida en que eres un lector de ti mismo te agrupas con tus lectores que somos nosotros. Es un libro cariñoso. Habla de la necesidad de arroparnos que tenemos los unos a los otros, aunque nos creamos impertinentes, jóvenes sin alma, excepcionales. O precisamente el amor por los demás es lo que nos convierte en titanes. Ahora hablo como la monja fantasiosa que yo soy. Ecuménica y mitológica.

He disfrutado muchísimo. Hay mucho más que decir.

Gracias, Vicente.

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