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Boa Mistura: Poesía en el muro

Boa Mistura: Poesía en el muro

Nada resulta hoy en día tan difícil como hacerse ver. Hay tanto ruido, tanta soledad, tanta prisa, tantas prohibiciones, tanto miedo. Hay tantas puertas virtuales a la felicidad que las reales nos resultan a menudo invisibles, sobre todo en el ecosistema donde el hombre moderno se mueve y sobrevive: la ciudad. Fascinantes, necesarias, las ciudades del mundo entero tienen a pesar de su multiplicidad algo en común, pues todas ellas se han convertido en inmensos cazaderos artificiales donde el invisible orden del caos es ejecutado de una manera terriblemente matemática.

La programación numérica organiza en silencio la vida del ciudadano: las luces de los semáforos, los surtidores de las fuentes, la iluminación de las farolas, los cajeros de los bancos, las cortinas metálicas de los grandes comercios, los termómetros digitales, el horario de los trenes, de los autobuses, de los metros, el parquímetro de los coches, las puertas automáticas de los supermercados, los aires acondicionados, los baños públicos, las carteleras de los cines, la publicidad.

Y por supuesto los muros siguen separándolo  todo; clases sociales,  guetos prohibidos, compra- venta de carne, defensa del culpable,  curación del cuerpo o salvación del alma. Seguimos en las ciudades de hoy como en las de la antigüedad pagando por usar la calle; por cruzar el puente, por conservar a salvo nuestro dinero…

"Y se produce el milagro porque en mitad del curso aerodinámico del tiempo, algo te ha obligado a detenerte. Entonces te bajas de la cinta automática de tu vida y te paras tan solo a mirar la belleza. A leerla. "

Vivimos así, a base de transfusiones de felicidad y miligramos de serendipia que apenas nos dan para poder sonreír un día entero cuando de repente doblamos una esquina cualquiera y ahí está. La belleza. Y se produce el milagro porque en mitad del curso aerodinámico del tiempo, algo te ha obligado a detenerte. Entonces te bajas de la cinta automática de tu vida y te paras tan solo a mirar la belleza. A leerla. Alguien ha hecho un dibujo; ha escrito una frase en el suelo o en el muro unas palabras. Estás leyendo el libro ilustrado de la ciudad y te das cuenta de que es bellísimo y  te fijas en la firma y ves que el autor se llama Boa Mistura.

—¿Qué es Boa Mistura?

—Para nosotros Boa Mistura es una manera de vivir.  Desde muy jovencitos nos reuníamos un grupo de amigos en nuestro barrio de las afueras de Madrid, La Alameda de Osuna, para pintar graffiti. Igual que otros chicos tocaban en un grupo,  bebían o salían(o todo a la vez), para nosotros el tiempo de ocio estaba enteramente dedicado a pintar.  Y desde entonces, con una evolución lógica por experiencia y edad, no hemos dejado de hacer lo que ya entonces hacíamos, porque es lo que más nos gusta: trabajar en la calle, usar la calle como soporte; como medio de expresión.

Tocamos terreno peligroso porque estamos a punto de cruzar algunas de las fronteras de las definiciones. Jeosm, que hace su trabajo de manera casi  invisible como un mercenario honrado desde la distancia, baja la cámara y se acerca. Se sienta con nosotros porque ésta sí es su guerra.

"Buscábamos ofrecer a la ciudad una parte constructiva con nuestro trabajo. Esa inquietud del principio fue creciendo con ingredientes aportados a partir de nuestras búsquedas y de la experiencia de la calle."

—¿Y cómo se pasa del graffiti a lo que hacéis?

—Desde el 99 o 2000 que empezamos a pintar, ahí la voluntad que teníamos no era la misma de ahora, pero no hemos estado…, digamos que nunca hemos caminado por ese terreno tan (piensa en la palabra un segundo) vandálico del graffiti. Desde muy jóvenes empezamos ya a buscar algo más en los murales tendiendo instintivamente y de manera aún tímida al concepto. Buscábamos ofrecer a la ciudad una parte constructiva con nuestro trabajo. Esa inquietud del principio fue creciendo con ingredientes aportados a partir de nuestras búsquedas y de la experiencia de la calle. Podríamos decir que ese paso por el que me preguntas no fue un salto al abismo; ha ido viniendo poco a poco.

Los cinco chicos que pintábamos en principio lo hacíamos porque nos llevábamos muy bien y  esa amistad tan fuerte con el intercambio de opiniones y formas de mirar se convirtió en el germen de lo que hoy es  Boa Mistura. Cuando llegaba el viernes nos reuníamos para pintar; para disfrutar. Cada uno estudió una carrera distinta nunca pensada para ser volcada luego en la creación de un colectivo de artistas urbanos, aunque sí que de alguna manera nuestros estudios estaban relacionados con el trabajo en la calle: Javi estudiaba arquitectura; Juan, Bellas Artes; Pablo, diseño gráfico; yo (Pablo Curón) estudiaba publicidad pero siempre he sido ilustrador.

Indudablemente todos teníamos mucho que aportar. Digamos que nuestras especialidades profesionales se fueron volcando en nuestro trabajo en la calle y eso hizo que tomara una dimensión distinta. En 2010  terminamos las carreras y fue entonces cuando nos encontramos con que teníamos que tomar una decisión: especializarnos por separado o intentar aunar nuestras fuerzas en eso en lo que éramos tan felices y que además a esas alturas ya tenía cierta “solidez”. Decidimos escuchar a nuestro corazón y profesionalizarnos.

Así que alquilamos un espacio donde íbamos a trabajar y nos dedicamos de lleno. Veinticuatro horas al día siete días a la semana. Ya no había otra distracción. Decidimos que íbamos a centrarnos en esto porque nos “flipaba”. Era lo que sabíamos hacer y lo que mejor se nos daba….(sonríe). En su día tuvimos un grupo de hip-hop y se nos daba fatal….(risas).

A partir de ese momento todo ha ido viniendo a base de proyectos que te van haciendo crecer y van llevando tu trabajo a otros lugares. Y bueno, a día de hoy la verdad es que estamos en un lugar que nos encanta.

Treinta metros en cinco días

—Definidos entonces como grupo, ¿cómo definís vuestro trabajo en la calle: arte urbano; callejero; Street Art…?

La verdad es que siempre hemos intentado huir de las etiquetas porque al final no son más que límites que te pones. Lo que nos gusta es hacer cosas y sobre todo adaptar nuestro trabajo al lugar elegido con la finalidad de aportar algo y la esperanza de que sea lo mejor posible. Esa despreocupación por definirnos hace que al final se rompan un montón de barreras y de etiquetas porque si se acaba poniendo nombre a todo, cuando sales un poco de la definición ya no sabes lo que haces y en nuestro caso tenemos muy claro lo que queremos hacer: trabajar en la calle; utilizarla como soporte con una herramienta que es la pintura y mejorar en lo posible el medio en el que desarrollamos nuestro trabajo.

El mundo del graffiti por ejemplo es un mundo que siempre ha tenido muchos prejuicios con lo etiquetable; con lo que se sale del graffiti. A nosotros siempre se nos ha echado en cara de alguna manera que nuestro trabajo no era graffiti…, pero bueno.

Jeosm se revuelve en su silla sin atreverse a interrumpir la entrevista. Nos miramos los tres sonriendo. Recuerdo su maravilloso libro “Guerreros urbanos” y aquella frase o grito de guerra: “Si no es ilegal, no es graffiti”.

Afortunadamente —media Pablo— hay sitio para todos en este mundillo. Y lo que es verdad es que nuestra inicial incursión en el graffiti nos dejó una impronta fundamental: ser conscientes de que tu fuerza está en ti, independientemente de los apoyos, los medios o los reconocimientos, la ley o la pasta. Si quieres hacer algo tienes que hacerlo por ti mismo. Hay trabajos nuestros que hicimos sin permisos; sin apoyo legal y sin nada. Es verdad que nuestra manera es distinta; alejada de la imagen estereotipada del spray y la capucha, pero igualmente fuera de la ley.

Asiente Jeosm en silencio. Por supuesto —dice, en voz baja, casi como para sí— que lo que te da la práctica del graffiti es ser consciente de tu propia independencia y del poder de la autonomía. Te arrebata el miedo y lo sustituye por la fuerza. No tienes nada que perder y eso es una forma de valentía.

Bueno —afirma Pablo—, nuestra filosofía es “hacer ciudad”; humanizar la ciudad. A partir de ahí nos movemos a un lado o al otro de la frontera en función de los que nos pida el proyecto.

Ciudad del Cabo: “Un diamante dentro de ti”

—¿Cómo habéis conseguido internacionalizar vuestro trabajo?

Salir fuera es difícil y ahí está esa valentía que genera el graffiti y que ayuda muchísimo. No esperamos sentados en nuestro estudio a que nos llamaran. La primera (sin contar los viajes por España en el coche para pintar por ahí) en 2009, cuando fuimos a ver a Juan que en ese momento estaba terminando la especialidad de fotografía y vídeo en Berlín. En esa ciudad tan alucinante teníamos claro que queríamos hacer algo así que encontramos un muro (la fachada del hotel East Side) y le pedimos permiso al dueño, que al principio no podía creer que lo quisiéramos hacer gratis…pero le encantó nuestro atrevimiento y nos ofreció alojamiento y comida a cambio del mural. Alquilamos las grúas y empezamos a pintar 20 horas al día haciendo turnos para poder terminar en el menor tiempo posible porque las grúas costaban “un huevo”… (reímos). Así fue nuestro bautismo en el extranjero: 30 metros en 5 días.

Cuando terminamos el mural, la última mañana desayunando en el hotel, fue cuando decidimos convertirnos en Boa Mistura.

"Cuando terminamos el mural, la última mañana desayunando en el hotel, fue cuando decidimos convertirnos en Boa Mistura."

A partir de ahí se han ido sucediendo los viajes  y los proyectos algunos de los cuales realmente llegaron como lo hacen los regalos; sin esperarlos y además marcándonos de una manera definitiva. El más destacable, al poco de entrar en el estudio, fue nuestro proyecto en Sudáfrica que comenzó con una llamada de teléfono recibida desde Ciudad del Cabo de un galerista que conocía nuestro trabajo. Nos decía que no podía pagarnos honorarios ni el vuelo, pero que tenía un proyecto para nosotros y su residencia de artistas a nuestra disposición. Así que nos miramos, pusimos encima de la mesa nuestros ahorros y —para sorpresa del galerista—, aceptamos la invitación sin saber lo que nos íbamos a encontrar. Y lo que nos encontramos fue Woodstock, un barrio de las afueras de Ciudad del Cabo en una zona deprimida con una problemática de bandas, delincuencia, prostitución horribles. Nuestro trabajo allí cambió nuestras vidas para siempre y con ellas el rumbo de Boa Mistura, que adquirió una conciencia de grupo; una responsabilidad y una dimensión social traducida a la creación muy claramente.

Fue allí donde trabajamos por primera vez con las palabras que vinieron a reforzar los iconos que diseñamos y que fueron inspirados por la vecindad; por las horas de conversación con los vecinos de aquel barrio olvidado en el fondo del rincón más profundo del mundo y  que sin embargo eran capaces de hablarnos sin que les temblara la voz de futuro, esperanza, sueños.

Brasil en cinco palabras: Doçura, Beleza, Orgulho, Firmeza, Amor

—Pero vuestro trabajo además de bonito tiene que ser sostenible. ¿Cómo gestionáis la necesidad de recursos para vuestros proyectos?

Claro. Bueno, a veces apuestas sin más. Por ejemplo en el caso del que hablamos, un director de cine que conocíamos entusiasmado con el proyecto se sumó al mismo. Grabó un documental que llegó a manos de la embajada española en Brasil y entonces nos ofrecieron hacer un proyecto en aquel país con una remuneración. Absurda sí; pero ya era más de lo que teníamos. Hicimos un proyecto en las favelas que tuvo posteriormente mucha repercusión y donde la palabra por fin se convertía en la protagonista absoluta del trabajo.

Igual que en Ciudad del Cabo, en las favelas de Brasil tomamos conciencia del poder transformador que nuestra obra podía llegar a tener porque de pronto estos sitios se nos ofrecían en muchos sentidos como lugares vírgenes en los que los proyectos  tenían un calado  con una increíble capacidad de amplificación. También allí aprendimos que la manera de trabajar en la calle tenía que ser en comunidad;  dirigiéndonos a los líderes que son la primera frontera y los que nos validan ante la comunidad y después, con unas pautas más o menos claras y siempre respetando las reglas de convivencia, hablando con la gente, pero sobre todo escuchándolos; observando su medio de vida, viviendo un tiempo entre ellos para finalmente ser capaces de crear algo que de alguna manera transforme su paisaje aportando valor.

"Igual que en Ciudad del Cabo, en las favelas de Brasil tomamos conciencia del poder transformador que nuestra obra podía llegar a tener porque de pronto estos sitios se nos ofrecían en muchos sentidos como lugares vírgenes."

En las favelas no era fácil decidir qué hacer por la propia estructura laberíntica del trazado de una pseudo-ciudad construida a base de necesidad,  por eso decidimos que las palabras que allí lo llenan todo (las conversaciones, los gritos de los niños, la música…) se convertirían en arquitectura, fundiéndose con ella. El anamorfismo que ya usaban los antiguos griegos resultó ser una especie de poema mágico en el “nuevo mundo”.

Esas cinco palabras elegidas eran el resumen de nuestra experiencia en las favelas. Fue un proyecto valiente y tuvo mucha repercusión, lo que hizo que nos llegara el flujo de trabajo. Quizás de todos, éste haya sido nuestro proyecto “literario” definitorio.

Cuba y Mallorca: poesía junto al mar

—Por centrarnos en los proyectos literarios  de Boa mistura, hay dos preciosos y muy parecidos; uno en La Habana y otro aquí, en Mallorca y me gustaría que nos pudieses contar más sobre ellos.

—Ambos proyectos se parecen bastante y tienen mucho que ver en cuanto a que ambos son dos poemas que hablan de un lugar y que para poder ser “trabajados”  hemos modificado, fragmentándolos en versos o palabras y dispersándolos después por el espacio.

En estructura son dos proyectos similares pero el ámbito de recreación es completamente opuesto el uno del otro: uno, las playas de Mallorca prácticamente desiertas en la época del año en la que lo hicimos. Además la forma de trabajo era, digamos más poética; trabajando sólo con el blanco; limpiando la superficie del muro de una manera casi minimalista sin apenas intervenir en la maravilla virgen del lugar. La otra es la contraria; es el color; es Cuba, es Caribe, es pobreza, es fuerza.

"En La Habana serían las tardes interminables, lluviosas, leyendo poesía en la biblioteca las que nos darían las claves para entender el paisaje cubano y poder trabajarlo en el exterior."

De hecho hasta la forma de encararnos con los proyectos fue diferente. Cuba, de hecho, fue otra apuesta. Nos llamaron de la Bienal y nos fuimos allí con nuestros ahorros, instalándonos en el estudio de Cacho, un artista al que admiramos mucho; muy potente. No conocíamos prácticamente nada de El Romerillo, el barrio en el que íbamos a trabajar, así que aprovechando que no paró de llover las primeras semanas(y  que no teníamos internet), decidimos refugiarnos en la biblioteca y conocer más del lugar, de la historia y de sus gentes. Y allí nos topamos con el libro de poemas de Samuel Feijoo y él desde sus palabras, nos introdujo en la difícil belleza de la realidad cubana que nosotros trasladamos de la biblioteca al muro.

En el caso de Mallorca fue el paisaje; el lugar de aquellas playas silenciosas de Sa Rápita y Es Trenc frente al Mediterráneo fue el que nos inspiró a buscar el poema que mejor pudiera describir aquello para poder convertirlo en pintura. Mientras que en La Habana serían las tardes interminables, lluviosas, leyendo poesía en la biblioteca las que nos darían las claves para entender el paisaje cubano y poder trabajarlo en el exterior.

—Al ver los resultados parece como si el trabajo en  equipo fuese fácil cuando es una de las cosas más difíciles que existen. ¿Cómo lo hace Boa Mistura?

—Cuando llega un proyecto, si es aquí (señala el espacio de su estudio) nos sentamos en esta mesa y volcamos sobre ella muchísimas ideas. Hablamos, debatimos valoramos, y llegamos a un punto (siempre se produce ese momento mágico) en el que alguien sugiere algo y de repente todos nos damos cuenta de que esa es; es la idea que andábamos buscando.

—Trabajáis también con una galería de arte. ¿Cómo se establece la relación entre el trabajo social de Boa Mistura y el carácter comercial, de circuito, de las galerías?

—Nuestra manera de trabajar con galería es muy particular porque claro,  nosotros casi no necesitamos el trabajo de intermediación de ésta. Entiendo que un artista de estudio sí lo necesite, pero nosotros, bueno. La galería a nosotros nos legitimiza en determinados entornos, pero no es el único foco de nuestro trabajo. De hecho es más residual porque nuestro trabajo está en la calle. Para nosotros la galería es un tentáculo más, pero nuestro corazón late en otra dirección pues lo que de verdad caracteriza lo que hacemos, más que la obra artística en sí, es la transformación que ésta es capaz de generar en un lugar.

"Realmente creemos que la obra es todo el proceso participativo y nos sentimos orgullosos de mostrarlo."

—Gran parte de la repercusión de los trabajos de Boa Mistura se debe a la esmerada post-producción y difusión de los mismos en redes sociales. ¿Cómo lo gestionáis?

—En Sudáfrica, gracias al documental de nuestro amigo Luís, nos dimos cuenta de la importancia que tenía poder contar el trabajo para la difusión del mismo. Además también nos sirvió a nosotros para darnos cuenta en frío y desde fuera de lo que realmente era nuestro trabajo: que a veces era más bonito lo que estaba pasando antes del dibujo en el muro que el propio dibujo. Vimos las posibilidades que ofrecía la apertura del proceso de la obra y el valor. A medida que esta parte de documentación ha ido adquiriendo una mayor dimensión, hemos ido ampliando el equipo de profesionales dedicados a ello que trabajan con nosotros y estamos muy contentos con los resultados y la respuesta exterior. Realmente creemos que la obra es todo el proceso participativo y nos sentimos orgullosos de mostrarlo. 

Jeosm, que ha estado sentado todo el tiempo con nosotros escuchando en silencio, espera al final para preguntar:

—¿Y a vosotros, tíos, como individuos, qué os aporta Boa Mistura?

—Todo (Pablo que es el portavoz, contesta sin dudar). En nuestro caso, al no haber tenido una trayectoria personal propia, lo que nos ha forjado como profesionales es la experiencia de trabajar en equipo. Nosotros nos hemos apoyado en el hombro del otro, y así trabajamos y vivimos. Nuestros egos de artistas (que los tenemos) se funden, fortalecen y potencian en una idea común que es Boa Mistura.

“Cinco cabezas, diez manos, un solo corazón”, decimos todos casi al unísono como leyéndonos el pensamiento tal vez contagiados  por la magia de Boa Mistura; admirados por la generosidad del ser humano cuando es capaz de creer y vivir en un proyecto común.

Sonrío. El Jeosm al final ha hecho la mejor pregunta de la entrevista.

Boa Mistura está integrada por los siguientes miembros:

Javier Serrano Guerra. Arquitecto por la ETSAG, especializado en Paisaje en la IUAV de Venecia. Estratega y repartidor de juego.

Juan Jaume Fernández. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y especializado en Artes de la Imagen en la Universität Der Künste de Berlín. Los ojos que hay detrás de las cámaras.

Pablo Ferreiro Mederos. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, especializado en Diseño Gráfico en la Aalto School of Design de Helsinki. Calígrafo y freaky de la tipografía.

Pablo Purón Carrillo. Ilustrador y Licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas por la URJC de Madrid. Mano y Filósofo del equipo.

Rubén Martín de Lucas. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la UPM de Madrid y padre feliz de dos niños preciosos. Actualmente desarrolla su trabajo en solitario como Artista Plástico y nos visita al tupper siempre que tiene ocasión.

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