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Camila Sosa: «Las travestis estamos forjadas en el barro y en el peor de los horrores»

Camila Sosa: «Las travestis estamos forjadas en el barro y en el peor de los horrores»

La vida de un grupo de travestis cambia completamente cuando encuentran en el parque donde trabajan a un bebé abandonado, un suceso que marca la línea del relato de Las malas, el libro de Camila Sosa Villada, un éxito en Argentina recién publicado en España en que la autora pone sobre la mesa la maternidad trans.

En Las malas (Tusquets), la escritora y actriz trans también mira hacia su adolescencia, la época en la que inició el camino de transición de Cristian a Camila, por lo que lo define, en una entrevista con Efeminista, como «un acto de reivindicación, resistencia y absoluta belleza» que la convirtió a Sosa Villada en una de las escritoras más leídas de su país el año pasado.

—Esta es una historia de ficción con tintes autobiográficos y que parece tener su origen en un blog que escribió hace mucho tiempo, ¿por qué decide publicarla?

—El prólogo da a entender que la novela es parte de ese blog que yo borré hace diez años, pero realmente fue escrita entre 2017 y 2018. Lo único que tenía de esa novela era la historia de la tía Encarna que se encontraba al bebé. No la pude continuar porque el tiempo me ganó. En 2018 me encontré con Juan Forn, a quien le envié la historia y la seguimos escribiendo.Sin embargo, yo no tenía ganas de dejar esos tintes autobiográficos de mi infancia, porque yo quería trabajar con el misterio, no quería que se pensara que yo había hecho una crónica de cómo habían sido mis días en el parque, porque los personajes son inventados. Inspirados tal vez en alguna que otra travesti que yo he conocido, pero a todas les he dado un firulete mágico.

—¿Y por qué decide publicarla ahora? ¿Cree que ya es hora de tener esta conversación?

—La verdad es que no tuve en cuenta el tiempo. Yo vengo hablando de las travestis desde hace muchos años. En Argentina estamos viviendo desde hace un par de años una especie de organización travesti que viene muy bien. Hemos obtenido una ley sobre identidad de género que es avanzada en todo el mundo.

Estamos produciendo conocimiento y diciendo: basta de hablar de nosotras, por nosotras. Es hora de que nosotras contemos cómo hemos visto este mundo. Creo que ahora lo más importante es dar la disputa desde la cultura y no solo desde la política, porque la política nos va a traicionar, nos ha traicionado y nos seguirá traicionando. Pero la lucha cultural es inolvidable, es algo que modifica para siempre estructuras sociales.

Entonces ya habían pasado cosas culturales que terminaron, supongo, en esto de que una travesti sea una de las más leídas en 2019 en Argentina.

—Argentina está muy avanzada en comparación con otros países de Latinoamérica, sin embargo cada vez van surgiendo más grupos y movimientos que están en contra de estos derechos adquiridos. ¿Qué piensa de esto?

—Lo que sucede es que las travestis estamos forjadas en el barro y en el peor de los horrores. Yo creo que no nos asusta tanto la avanzada de la derecha más recalcitrante, sino la traición y los pactos y acuerdos que toma el progresismo con ese tipo de derechas, o al menos es lo que me asusta a mí. Es decir, que el feminismo, que los gobiernos progresistas, que las personas que se suponen que están de nuestra parte, pacten con esas políticas destructivas, me preocupa mucho más que la honestidad de la malignidad.

—En el libro dice que el travestismo y la maternidad son dos cosas que no se deben juntar, pero la tía Encarna se queda con el niño. ¿Por qué incomoda esta maternidad?

—Porque la infancia es el territorio donde el patriarcado disputa su perpetuidad. Donde el patriarcado se asegura seguir existiendo. Entonces a mí me interesaba molestar un poco, empezar a ponerlo en discusión. Y porque además son cosas que todavía no se hablan, a pesar de lo avanzadas que estamos aquí en la Argentina.A mí me interesaba poner el dedo en esa llaga porque me pregunto si seremos capaces de ser distintas, de criar hijos de una manera diferente o si seguiremos reproduciendo esta mierda hasta que nos cansemos.

—¿Y cómo se está llevando el tema de la maternidad travesti en Argentina?

—Como nosotras ya somos mujeres para la ley, burocráticamente eso se ha resuelto. Hay casos de travestis que han adoptado. Pero a la vez, por ejemplo, hace poco me pasaron una nota de una maestra que contaba cómo los padres se habían indignado porque había dado ‘Las malas’ en un colegio secundario y que los padres habían pedido que la echaran porque eso no se podía hacer. Entonces quiere decir que ellos quieren poner a resguardo a su descendencia de cualquier diversidad.

—Supongo que habrá querido normalizar la historia…

—Sí, pero creo que allí lo necesario es que las travestis estemos en la escuela educando a los hijos. Yo creo que lo peor que nos puede suceder a las travestis es que nos normalicen. Es una lucha terrible, porque nosotras queremos tener derechos, que pareciera que eso es normalizarse, pero luego pienso que para el colectivo sería una terrible pena, porque somos las únicas revolucionarias que están poniendo en este momento su vida al servicio de una revolución. Su cuerpo y su vida. Ninguna persona ha podido revolucionarse a sí misma como las travestis, desde la completa ignorancia y sin saber que lo estábamos haciendo.

—¿Y cuál cree que es la diferencia entre esta revolución y la revolución de las mujeres por alcanzar la igualdad y libertad?

—Durante muchos años el mundo solo estuvo interpretado de forma binaria, por lo que la situación de las mujeres estaba contemplada en el lenguaje. Y su existencia también, aunque con absoluta desfachatez.

En cambio, las travestis no estábamos ni siquiera nombradas, es decir, se parecen y no se parecen, en tanto y en cuanto las travestis surgimos y ponemos una cuña entre estos dos polos que son los hombres y las mujeres. Por supuesto que luego identificamos que el enemigo era el mismo: el patriarcado.

La lucha es incluso más agotadora porque todavía seguimos soportando, por ejemplo, que ramas del feminismo se den el lujo de decir si nosotras somos o no mujeres, si somos o no sujetos políticos, si podemos o no marchar con ellas el 8 de marzo, como si nosotras fuéramos varones patriarcales que las violamos y les robamos sus trabajos o tenemos algún privilegio mayor que el que ellas tienen.Luego pienso otra cosa, y esto es irresponsable que yo lo diga, pienso también en que, si se va a dar esa discusión, yo creo que hay que dejar de lado el feminismo e inventarse otro movimiento, que si ellas no quieren que nos nombremos mujeres, pues nos nombramos colibríes, despropósitos, pájaros o inmateriales, pero yo estoy un poco agotada de tener que pelear por cómo me nombran.

—Es decir, que no se siente dentro del movimiento feminista…

—Yo la batalla siempre la he dado sola. Luego sé que hay que cosas que no se pueden hacer solas, entonces voy a las marchas, estoy presente y apoyo a las organizaciones que orquestan sus vidas alrededor de una causa. Pero no puedo decir que me sienta parte de un movimiento en el que se están gestando estas discusiones, porque justamente no me he sentido parte nunca de una sociedad que me ha dicho “tú no eres quien eres”, “tú no tienes el género que crees tener”, por lo tanto “tú no puedes vivir”, porque eso es lo terrible. Cuando te niegan esa posibilidad, lo que están haciendo es lanzarte a la calle a ser prostituta y a que te acuchille un borracho porque no soportó desearte. Entonces yo no puedo sentirme parte de eso.

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