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Cántico cósmico, de Ernesto Cardenal

Cántico cósmico, de Ernesto Cardenal

Poeta, sacerdote, teólogo, escritor, traductor, escultor y político nicaragüense. A continuación reproduzco un fragmento de Cántico cósmico, de Ernesto Cardenal.

Cántico cósmico, de Ernesto Cardenal

Seguir viaje.
Y aquel viaje muy jodido.
La telefoneada inesperada de Managua
a la última isla de las Antillas:
«Ernesto, murió Laureano»
En el vuelo Trinidad-Barbados-Jamaica-Habana-Managua
mirando mar, y mar, no podía pensar en otra cosa.
Ya que hemos nacido desahuciados
lo mejor es morir Héroe y Mártir
como vos moriste.
Claro que hubiera sido mejor que no murieras nunca,
con tal que tu esposa y tus hijos y tus amigos y el mundo entero
no murieran nunca.
Cuando lo bauticé de 20 años en Solentiname
porque quería pasar de su protestantismo alienado de allí
a nuestro cristianismo revolucionario
no quiso tener un padrino y una madrina
todo el Club juvenil campesino fueron sus padrinos y madrinas.
Sobre todo su obsesión por la Revolución.
Fascinado con el marxismo pero sin querer nunca leerlo.
Muy inteligente, pero sin querer formarse intelectualmente.
La persona más mal hablada que he conocido.
Pero el que decía las «malas palabras» con más pureza.
Una vez, comentando el Evangelio en la misa:
«Esos magos la cagaron llegando donde Herodes».
O, sobre la Santísima Trinidad (su resumen):
«Los tres jodidos son uno solo».
La noche que me confesó frente a la calmura del lago:
«Ya no creo en Dios ni en ninguna de esas mierdas.
Creo en Dios pero para mí Dios es el hombre».
Pero siempre quiso ser mi monaguillo en la misa.
Nadie le podía quitar ese puesto.
Su expresión más frecuente: ME VALE VERGA.
Hijo mío y hermano Laureano,
hijo indócil y cariñoso
como todo hijo con su padre
y como además yo no era tu verdadero padre
fuiste sobre todo mi hermano
hermano bastante menor en años
pero sobre todo compañero
¿esa palabra te gusta más verdad?
La que más amabas después de la palabra Revolución.
Compañero Sub-Comandante Laureano,
jefe de los Guarda Fronteras:
Digo junto con vos, que nos vale verga la muerte.
No quería hacer este pasaje.
Pero me dirías en aquel tu lenguaje poético de aquellas misas
traducido después a tantos idiomas, hasta el japonés
(les costará traducirte)
«Poeta hijueputa decí a esos jodidos mis compañeros de Solentiname
que me mataron los contrarrevolucionarios hijos de la gran puta
pero que me vale verga».
Como aquel «que se rinda tu madre» de Leonel.
Siempre me decías allá que querías ya irte a la guerrilla.
Y yo: «Con tu indisciplina allí te fusilan».
Hasta que se cumplió tu sueño con el asalto a San Carlos.
«Aquí los vamos a joder a estos jodidos».
Las balas que te tiraban los guardias. Y tu relato después:
«¡pas! ¡pas! ¡pas! ¡Puta! Allí fue cuando me sentí muerto».
Pendenciero, fiestero, mujerero,
rebosante de vida pero sin temer la muerte.
Poco antes de morir me había dicho tranquilo en Managua:
«Allí es encachimbado. Cualquier día yo puedo morir en una emboscada».

No has dejado de existir:
Has existido siempre
y existirás siempre
(no sólo en éste,
en todos los universos).
Pero es cierto,
una sola vez viviste,
pensaste,
amaste.
Y ahora estás muerto.
Es estar digamos como la tierra, o la piedra, que es lo mismo,
«la piedra dura porque esa ya no siente».
Pero no, nada de piedra dura,
sí estás sintiendo,
más allá de la velocidad de la luz
del final del espacio que es el tiempo,
totalmente consciente,
dentro de la conciencia
vivicísima
de todo lo existente.
LAUREANO MAIRENA ¡PRESENTE!
El jodido avión retrasándose en cada escala.
Ya era muy noche en el mar. Yo no podía dejar de pensar…
Yo quisiera morir como vos hermano Laureano
y mandar a decir desde lo que llamamos cielo
«Rejodidos hermanos míos de Solentiname, me valió verga la muerte».

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