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Centenario Delibes

Se trata del mejor novelista del siglo XX en opinión de este que firma. Lo digo así, para marcar rápido el terreno. Y este octubre se cumplen cien años de su nacimiento, así que permitan el talante hagiográfico de la columna. Porque, pese a que Delibes quiso huir de la literatura, esta sabía muy bien que su encuentro era ineludible. Don Miguel había encarado la guerra enrolándose en el crucero Canarias —episodio que relata con excelsitud en Madera de héroe—, pero el futuro no contemplaba una carrera castrense para esta pluma extraordinaria. Ya en la posguerra, entró en su Norte de Castilla como caricaturista, pero el futuro no contemplaba una carrera en viñetas para este narrador sublime. Siguió huyendo, ahora para ser periodista, ahora para ser director de periódico. Pero un día se percató de que su denuncia sobre el estado del campo publicada en uno de sus artículos del Norte se quedaba corta, y decidió extenderla por una novela que tituló Las ratas. La literatura le había atrapado. Ya nunca lo abandonó.

"La trayectoria de Delibes se divide en dos partes: antes y después de la muerte de su adorada Ángeles, en 1974"

Antes de que Las ratas viese la luz, Delibes ya había publicado varias novelas con éxito. Entre ellas La sombra del ciprés es alargada, la más floja de cuantas escribió, pero que le valió el Nadal y el despegue, y El camino, la mejor de su primera época. Porque la trayectoria de Delibes se divide en dos partes: antes y después de la muerte de su adorada Ángeles, en 1974. En esa etapa previa, Delibes se había descubierto ya como un verdadero innovador, véanse por ejemplo sus Cinco horas con Mario, donde el autor eleva hasta cotas inalcanzables la técnica del monólogo, muy en boga tras el auge de los Proust o los Joyce; también como un escritor comprometido, que reivindicaba justicia en una sociedad, la franquista, donde llovía a diario y siempre se perdía al mus. Pero es que la segunda época, algo más olvidada por la crítica, es sencillamente majestuosa. La muerte de su mujer quedó inmortalizada en Señora de rojo sobre fondo gris, un tratado existencialista de primer orden, le puso coto a la justicia social de la Transición en Los santos inocentes, y noveló el problema del cerrilismo religioso y político en la que para mí es su mejor obra, El hereje. El último Delibes ya es un escritor de seda, maduro en toda reflexión, tejedor del lenguaje y del estilo.

"Delibes pasará a la historia por la simplicidad inalcanzable que sólo rozan los grandes"

Miguel Delibes pasará a la historia por su manejo del léxico: profundo, detallista en su registro culto, inigualable en su registro llano. Delibes pasará a la historia por el sanchopanzismo de sus personajes: el pueblo es el Mochuelo, el pueblo es Azarías, el pueblo es Menchu. Delibes pasará a la historia por haber indagado en el alma del ser humano, como Dostoievski o Cervantes, pero además de un ser humano reconocible: aquél que dobla la cerviz en un campo de cebada, aquél que pega sellos en un ayuntamiento de provincias. Delibes pasará a la historia por la simplicidad inalcanzable que sólo rozan los grandes: de Manrique a Machado o Azorín (único capaz de disputar el trono aludido en el primer renglón; un Azorín, por cierto, con quien le confundieron alguna vez). Le dejaron sin Nobel, porque no lo necesitaba, pero con el cariño de unos lectores que veían en Delibes un reflejo de la realidad vetusta y sincera, alejada de vanguardias y surrealismos. Un siglo después, celebrémoslo. A ser posible, leyendo cualquiera de las obras que, por ahí atrás, aparecen marcadas en negro. Salve, maestro.

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