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Cervantes, clave de vida

A  mis abuelos, in memoriam.

Leo el Quijote… Leo a Cervantes. Me intereso por este querido libro, este querido escritor, parte de mi vida, de mi espíritu. No siempre los leo, pues leo muchos otros libros y escritores, pero yo sé que ellos no me abandonan, nunca lo han hecho. Si no me equivoco mucho, ya nunca lo harán.

De la muy reciente salida de la imprenta del nuevo libro de Santiago López Navia sobre Cervantes, Inspiración y pretexto II: Estudios sobre Cervantes, su obra y su recepción, y de la llegada a mi casa de Cervantes, clave española, de Marías, que tanto me apetecía leer, surge principalmente este artículo, o la circunstancia de este artículo, pues Cervantes y el Quijote yo sé que están en mi vida, dentro de mí, y que están prestos a salir, a desarrollarse, de algún modo, en el momento más imprevisto, aunque siempre, casi siempre, en forma de texto. Generando escritura, que no deja de ser hermoso.

"Mi futuro, este hoy, viene del pasado, por ejemplo de mis recuerdos del Quijote y de Cervantes en el colegio San Pablo CEU de Montepríncipe"

Recuerdo ahora el libro Juegos cervantinos, de J. Ignacio Díez, profesor al que conozco bien porque fue mi director de tesis, y del que mucho puedo decir de su seriedad e inteligencia a la hora de estudiar literatura, escribir sobre ella o enseñarla.

Hablo con J. Ignacio Díez de este asunto, nuclear de la literatura española, de la cultura española, también de la Historia de la Literatura Universal, y me llama la atención sobre lo importante que es, a la hora de escribir sobre Cervantes, haberlo enseñado en clase.

Cervantes, clave española me lo recomendó muy efusivamente el profesor Manuel Fernández Nieto. También me habló muy bien de este libro Javier Marías en una entrevista que le hice para un trabajo muy diferente a éste. Por cierto, que su padre sí que enseñó Cervantes y el Quijote en diversos foros, en textos y en cursos.

¿Por qué este ensayo disfruta de esa rara unanimidad de la que goza? Santiago López Navia me dice que le gusta tanto este libro, entre otras razones, porque se ocupa de Cervantes completo, de toda su obra, y me llama la atención de las dimensiones del autor, Julián Marías, lo que explicaría la calidad del ensayo y esa unanimidad que concita. Me da la impresión, y algunas lecturas, así como opiniones de amigos, me lo confirman, que Julián Marías hacía valiosas aportaciones en los temas que trataba. Los libros que conozco de él me invitan a pensar esto. Es un escritor que se lee con gozo, acompañándolo en el pensamiento, en su pensamiento —que por cierto también es sentimiento, o se muestra como tal— y luego deja un poso para el futuro, por ejemplo para este hoy en que escribo sobre él y su libro cervantino.

"Siempre reconforta leer a Torrente, un autor que tiene no poco de cervantino"

Pero mi futuro, este hoy, viene del pasado, por ejemplo de mis recuerdos del Quijote y de Cervantes en el colegio San Pablo CEU de Montepríncipe (Madrid). Así, recuerdo una redacción que hice, para el Quijote, sobre los capítulos que narran las bodas de Camacho. Debió de ser 7º u 8º de EGB.

Recuerdo otra redacción, tal vez del mismo curso —seguro que con el mismo profesor, Luis Martínez Abarca—, más literaria, porque era ficción, un relato breve, que escribí sobre cómo conoce Cervantes a un hidalgo parecido a don Quijote y cómo se inspira en él para escribir su novela. Cervantes cuenta en mi historia cómo un día, a caballo, es sorprendido por una tormenta y se refugia en una casa. Allí vive un hidalgo lector de novelas de caballerías… que le dará idea para escribir en el futuro.

En las dos redacciones, recuerdo bien, saqué muy buena nota. A mí Cervantes y el Quijote siempre me han traído suerte. Me han dado mucho juego, nunca mejor dicho. La verdad, ahora que lo pienso, es que la literatura en general, los libros, y más concretamente la escritura, me traen siempre suerte, antes o después, a corto, a medio o a largo plazo. Y me dan “juego”, como digo.

Recuerdo ahora, precisamente, el libro de Torrente Ballester El Quijote como juego y otros estudios críticos. Un compañero mío, hoy profesor en la Facultad de Filología de la Complutense, Daniel M. Sáez Rivera, hizo una exposición en clase sobre este libro. Tiempo después yo también lo leí, y he vuelto ahora a aquellas páginas, aunque sea para refrescarlas en este texto. Siempre reconforta leer a Torrente, un autor que tiene no poco de cervantino.

"Qué mejor escenario que Nueva York para un personaje como don Quijote"

En segundo de carrera, Filología Hispánica (en la Universidad Complutense de Madrid), tuve una asignatura preciosa titulada “Cervantes y su tiempo”, con Manuel Fernández Nieto. En el doctorado estudié otro curso con él sobre Cervantes. Me acuerdo que como trabajo de ese curso escribí una “Carta a Miguel de Cervantes” que luego incluí en mi libro Cartas de un joven escritor a Don Quijote de la Mancha, con la autorización del propio Fernández Nieto.

En ese libro escribía mis cartas a don Quijote desde los lugares por los que viajaba, en verano de 1998: Nueva York, Costa Brava, Galicia… Ahora que lo pienso, qué mejor escenario que Nueva York para un personaje como don Quijote. Aunque en realidad yo lo proyectaba desde allí con mis cartas. Él permanecía en el cielo, ese especie de cielo, atemporalidad, al que le escribía. Otra dimensión, en cualquier caso.

Desde entonces yo, que nunca he abandonado a Don Quijote, añoro Nueva York, que sin duda tiene algo de quijotesco, o así se me aparece a mí ahora. Nunca he vuelto allí, pero espero hacerlo antes de que mis jornadas en esta tierra toquen a su fin.

Hace años José Bárcena, del café Gijón, me invitó a participar en un homenaje a don Quijote que hizo el café, en un voluminoso libro. Escribí una “Carta a don Quijote” en la línea de otras que ya había escrito en aquel libro de Cartas de un joven escritor a Don Quijote de la Mancha, y en la línea de otras que escribiría después, por ejemplo en este blog.

"El Quijote en su época se consideró una obra cómica, y así la debía de considerar Cervantes"

Han pasado muchos años desde entonces. Cuando le dije a Fernández Nieto que iba a hacer este artículo sobre Cervantes él me dijo: “Otro”. Ya es recurrente en mí; lo acepto. Es parte de mi vida, Cervantes y el Quijote.

Estoy escribiendo este artículo entre el pasado y el presente —tal vez el futuro—, el recuerdo, el arte y la práctica de la memoria y la escritura, y buceo en el hoy, en el mío y en el de todos.

Por ejemplo, hace muy poco Antonio Prieto me dijo en su casa que él pensaba que los contemporáneos de Cervantes sabían que Cervantes era un genio. También me dijo que Cervantes escribió el Quijote a lo que iba saliendo. Me pregunto entonces si él era consciente, al escribirlo, o después de acabarlo, de que el Quijote era una obra genial.

Ahora pienso que la respuesta muy positiva del público hacia la primera parte, y sus traducciones, debieron animar a Cervantes. Además, su respuesta ante la “usurpación” de Avellaneda parece delatar la gran valoración que tiene hacia su obra. Yo siempre he  leído, sin embargo, que el libro que él estimaba de verdad era el Persiles, que fue su último libro. Es una idea bastante extendida la de que los escritores preferimos lo último que hemos escrito, la última de nuestras obras, no siendo esto muy objetivo (yo también tiendo a valorar más lo último que he hecho). Quizá sea el caso de Cervantes con el Persiles.

"Mientras preparo y escribo el artículo voy leyendo Cervantes, clave española, de Julián Marías, maravilloso libro"

El Quijote en su época se consideró una obra cómica, y así la debía de considerar Cervantes, aunque se pone muy serio, en el propio Quijote, en sus declaraciones contra los libros de caballerías. Eso no parece nada cómico, ni otros momentos claramente graves del libro. Prieto decía que Cervantes escribió su libro a lo que saliera —así escribía Baroja sus novelas—. Es muy posible que él fuera el primer sorprendido con lo que iba saliendo.

Mi pálpito interior de lector asiduo del Quijote me dice que Cervantes tuvo que ver claramente en su libro algo más, mucho más, de lo que le parecía al principio, y que muy pronto tuvo que apreciar las enormes posibilidades que desplegaba, o que iba desplegando, su obra.

Grabado de Gustave Doré de Don Quijote

Mientras preparo y escribo el artículo voy leyendo Cervantes, clave española, de Julián Marías, maravilloso libro, muy claro. Me decía Fernández Nieto que a él le gusta más Marías que Ortega, como escritor, aunque los dos le parecen grandes escritores. Pero es verdad que, si no recuerdo mal de mis lecturas de Ortega, que fueron bastantes, y de Marías —que no han sido tantas, hasta ahora, pero sí muy disfrutadas—, Ortega escribe más a partir de sus pensamientos e intuiciones, que desarrolla como largas y brillantes pinceladas pero que apenas cierra en forma de libros, mientras que Marías —que por cierto escribió mucho sobre Ortega— sí que elabora y concluye verdaderos libros.

Pero a mí me ocurre como a Fernández Nieto: me gustan mucho los dos. Son diferentes y se disfrutan mucho, cada uno en su estilo y en su formato, por decirlo de algún modo.

Este ensayo de Marías sobre Cervantes es un libro en parte filosófico, o a mí me lo parece. No en vano es obra de un filósofo. Un filósofo con buena pluma, pluma que sabe sostener con buen pulso. Marías va acotando el tema, va acotando a Cervantes, como “asediándolo” con sus preguntas, sus indagaciones: aclarándolo, dilucidándolo, haciéndolo “inteligible”, por utilizar un adjetivo que el mismo Marías utilizó en otro ensayo, España inteligible, libro que tanto me gustó cuando lo leí en su día, hace ya bastantes años.

"Siempre es interesante, siempre es un regocijo leer a Cervantes, leer el Quijote especialmente"

Para escribir este artículo, que ha sido para mí un pequeño, no tan pequeño, placentero itinerario de lectura, he tenido muy en cuenta la introducción a la edición del Quijote de Fernández Nieto. Aconsejo leer por lo menos algunos de sus apartados, así como fragmentos del libro y ciertas notas. El mismo Fernández Nieto, cuando me regaló un ejemplar de su edición, me recomendó los apartados “Cervantes y el proceso por la muerte de Gaspar de Ezpeleta” y “El Quijote y la novela”.

Siempre es interesante, siempre es un regocijo leer a Cervantes, leer el Quijote especialmente. Y más en una edición tan bien hecha como ésta, tan pertinente, una edición hecha para ayudar al lector a entender mejor la obra y a disfrutarla mejor. Da la sensación de que Fernández Nieto resuelve con su trabajo lo esencial para gozar y estudiar el Quijote.

Ya recomendé en esta misma revista Zenda esta edición (en El amigo de Cervantes), y lo vuelvo a hacer ahora vivamente, no sólo porque su autor, Fernández Nieto, haya sido mi profesor y me enseñara tanto sobre Cervantes, sino porque cada vez que utilizo esta edición la disfruto más, profundizando en nuestro escritor y en su novela y comprendiéndolos mejor, entendiéndolos mejor.

Con Fernández Nieto he podido hablar bastante sobre Cervantes y el Quijote en persona, en la Facultad y en algunas comidas, así como en Valdepeñas, en un Congreso titulado “El Quijote en clave de mujer”. La vida de Fernández Nieto en gran parte está dedicada a Cervantes y el Quijote, y cuando hablo con él noto mucho esto, todo el saber que atesora sobre el tema, valioso y dinámico. Saber abierto, además, siempre dispuesto a aprender, a completar con lo nuevo lo que ya se sabe. Cuando habla sobre Cervantes y el Quijote yo noto que suele hacerlo muy rápido, como a borbotones, como el que se descorcha, que es como suele hablar la gente, o alguna gente al menos, cuando domina un tema. Cuando lo domina mucho. Lo mismo le pasaba a mi padre cuando hablaba de Seguridad Social, siendo él funcionario de la misma.

"Cervantes tiene que darnos vida, insuflarnos vida, y con ella, y con el aprendizaje que extraemos de sus libros"

Me doy cuenta una vez más, y por si hiciera falta, lo importante que es Cervantes en mi vida. Escribir sobre él o sobre el Quijote ya es recurrente en mí. Ambos me acompañan desde antes de saber leer, desde que mi madre me contaba las aventuras del caballero de la Mancha, como el lector de este blog conoce.

Me gustan mucho otros escritores, acaso más que Cervantes, aunque esto pueda sonar a sacrilegio… Quizá habría que matizar que me gustan otros escritores tanto como Cervantes. Me gustan también otros libros aparte del Quijote, pero Cervantes y el Quijote recorren mi vida, forman un eje, la refuerzan, le dan consistencia, la arropan. Desde muy pequeño. En esto creo que también influye, y mucho, la posición que tienen el Quijote y Cervantes en la literatura de nuestro país, y del mundo, es cierto.

Sin embargo también, como escritor que soy, más grande o más pequeño, creo que el deber de los que escribimos en español, de los que escribimos en general, en el mundo, es aprender de él y tratar de superarlo. Buenos frutos dará este esfuerzo, sin duda.

Han pasado más de cuatro siglos desde que se escribió Don Quijote de la Mancha, cuya primera parte se publicó en 1605 y la segunda en 1615, para gloria de la literatura y paraíso de sus lectores. Cervantes tiene que darnos vida, insuflarnos vida, y con ella, y con el aprendizaje que extraemos de sus libros, que es difícil de cuantificar de tan grande, podemos mejorar su propia obra, o, mejor, crear otra distinta, más acorde con nuestro tiempo, con el del mañana también. La literatura se lo merece, la literatura lo necesita. Los lectores lo precisan.

"Cervantes nunca puede ser viejo, y se renueva en nosotros, en los escritores de su mañana"

No me gusta la idea de que lo mejor de la literatura española, o mundial, de todos los tiempos, se escribiera hace ya cuatro siglos.

Ya no se trataría de competir con él, sino de que nos ayude a ser los mejores de nuestro tiempo, para alimentar a nuestra vez a los escritores del futuro.

Cervantes nunca puede ser viejo, y se renueva en nosotros, en los escritores de su mañana, que somos todos nosotros. También a nosotros nos leerán en el futuro, que ya ha llegado, pues éste late en nuestros textos, por ejemplo en esta pluma que ahora escribe y corrige.

Si Cervantes es para Julián Marías “clave española” en su maravilloso ensayo, para mí, además, sería una “clave de vida”, “clave de bóveda” personal, enormemente personal. Tengo otras, pero Cervantes y el Quijote es una de ellas, muy importante, de mi vida, de mi leer y de mi escribir, de mi obra, modestamente.

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