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Chesterton, el polemista inagotable

Chesterton, el polemista inagotable

De «un falso profeta del clima» hablaba el gran polemista que fue G. K. Chesterton en un artículo publicado el 11 de julio de 1908, como si no hubiera tenido bastante con participar en todos los debates de su época y hubiera querido anticipar los que vendrían un siglo después.

Prueba de que intervino en todos los debates y avivó todas las polémicas —sonadas fueron las que sostuvo con su amigo Bernard Shaw— son los muchos artículos periodísticos que publicó, como ese que habla de «un falso profeta del clima», ahora recogido en La prensa se equivoca y otras obviedades, tercer volumen de los que recogen su colaboración periodística más longeva, la que mantuvo desde 1905 hasta 1936 en el Illustrated London News, una colección de artículos ahora publicada en español por Ediciones Encuentro.

Este tercer volumen reúne los artículos que durante 1908 publicó en ese semanario londinense y sucede a los ya publicados El fin de una época (1905-1906), en 2019, y Vegetarianos, imperialistas y otras plagas (1907), el año pasado, primeros títulos de una serie editorial a cargo de Pablo Gutiérrez Carreras y María Isabel Abradelo de Usera que prevé traducir y publicar en español, de año en año, toda aquella larga colaboración periodística.

Traducidos por Carlos Rafael Domínguez, estos artículos, más que meros comentarios sobre la actualidad, son auténticos ensayos que casi ciento veinte años más tarde ofrecen una visión fresca y a veces inédita de la realidad y las relaciones humanas, con puntos de vista siempre originales sobre la educación, la política, el periodismo, la historia, la moda o el turismo, siempre combativos pero con un tono desenfadado, irónico, paradójico y alegre.

En los artículos de este tercer volumen, Chesterton combate la pretendida ciencia criminalística que aspiraba a, tan sólo por el aspecto físico, descubrir a los criminales, presenta argumentos de la que sería su batalla contra la eugenesia y, en su defensa del hombre común, critica a quienes construyen una moral a partir de las excepciones y no de las reglas. «Mi objeción a los partidos políticos no se debe a que sean excepcionalmente excitantes, sino a que son excepcionalmente aburridos», escribe Chesterton acerca de la prohibición de mencionar a los partidos políticos en algunos clubes de debate o en ciertos periódicos para evitar excitaciones.


Sobre la falta de transparencia informativa escribió: «Puedo llegar a comprender que no se informe nada sobre alguna causa, pero no puedo entender que se informe ampliamente sobre algo sin decir nada», mientras que un artículo sobre las sufragistas lo arrancó con esta observación: «El incidente de las sufragistas que se encadenaron a sí mismas con cadenas de hierro a las rejas de Downing Street es una buena alegoría irónica de la mayoría de los martirios modernos: consiste generalmente en que una persona se encadena y luego se queja de que no es libre».

Cada volumen de esta colección de artículos, que reunirá 1.535 de ellos en veinte volúmenes, uno por cada año que Chesterton sostuvo aquella colaboración semanal, es prologado por un especialista en el autor de El hombre que fue jueves, y en este caso esa introducción se ha reservado a la ponencia titulada El periodismo como parábola, publicada hace tres años en The Chesterton Review por Ian Boyd, fundador y presidente emérito del G. K. Chesterton Institute for Faith and Culture. Boyd considera a Chesterton como «un escritor que continúa la tradición periodística de Thomas Carlyle y John Ruskin y el resto de los sabios victorianos, cuyos escritos trataban de educar a un público aturdido y confundido por unos cambios intelectuales y sociales que apenas podían entender».

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