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Chicas de ayer (VI): Madonna, la chica material

Chicas de ayer (VI): Madonna, la chica material

La Madonna de ayer, la que aseguraba muy divertida en una de sus canciones más escuchadas, hace ahora 38 veranos, ser material en un mundo material, fue una de las chicas más genuinas de los años 80. Y lo fue no sólo porque su “materialismo” supusiera toda una declaración de intenciones, frente a esas otras jóvenes, supuestamente espirituales, etéreas, pura poesía, tan al gusto de épocas más románticas que los felices 80: aquellas que cantaban con gesto compungido, angustiadas por la injusticia social o los grandes problemas de la existencia. Lo fue porque su frivolidad era la esencia misma de la modernidad, de un tiempo que se regodeaba en su rechazo de la contestación y la revuelta —una y otra, así en abstracto, y contra todo y todos— de la última década.

“Me atraen los hombres que poseen bienes materiales, dinero con el que pagar los gastos y comprar pieles”, comentaba, preguntada en las entrevistas de entonces por su “materialismo”. Y en el videoclip de la canción reproducía el número de Marilyn Monroe cantando «Diamonds Are a Girl’s Best Friend» en Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks, 1953).

Aquella Madonna primera parecía una de esas chicas que nacen con 18 años y con todo sabido. El «tour mundial de la ambición rubia» llamó a su gira de 1990, y fue todo un anuncio de la magnitud de sus industrias: bailarina, actriz, empresaria, madre que ha peleado por sus hijos adoptivos contra quienes se los negaban por el único motivo de ser quien es… En fin, desde que se dio a conocer en el panorama internacional, la chica material ha sido muchas cosas, pero jamás ese mito erótico masculino, aunque con los desnudos esporádicos, las imitaciones de Marilyn y el título de aquel primer documental que protagonizó —En la cama con Madonna (Alek Keshishian, 1991)— pudiese parecerlo.

"Musa de Warren Beatty y Woody Allen, virgen y oración, según algunas de esas canciones suyas que jalonan la banda sonora de nuestras vidas"

Musa de Warren Beatty y Woody Allen, virgen y oración, según algunas de esas canciones suyas que jalonan la banda sonora de nuestras vidas, parece ser que estos títulos fueron el resultado de una introspección psicológica sin precedentes por parte de la artista. De ser así, esto nos demostraría que nunca ha sido tan frívola como, a menudo, haya podido parecerlo. Lo cierto es que, 38 veranos después de sus primeras procacidades, puede que aquella primera Madonna ya fuera toda una precursora del empoderamiento femenino y tantas otras reivindicaciones de la mujer de nuestros días.

Me atreveré a jurar que muchas de las jóvenes que la siguen desde entonces, las de su generación —que también es la mía—, las que han envejecido con Madonna formando parte de la banda sonora de su vida, se preocuparon recientemente cuando una dolencia le impidió celebrar los conciertos estadounidenses de su actual gira. Ya en edad de jubilarse —el pasado miércoles cumplió esos 65 otoños que mandan a tanta gente al merecido retiro—, de Madonna se espera tanto como del resto de los iconos de una época.

Y la chica material, pese a las cinco décadas que ya abarca su carrera, los tres documentales que nos la explican, al igual que las trece biografías que nos hablan de su vida y los innumerables cambios de apariencia —junto a David Bowie ha sido la personalidad con más capacidad para la reinvención de las que se tiene noticia—, para cuantos la descubrieron con sus primeras canciones sigue siendo un verdadero símbolo de los años 80.

"El gran orgullo de Madonna ha sido interpretar a Eva Perón en Evita (1996), la película con la que Alan Parker llevó a la pantalla el musical homónimo de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber"

Particularmente, yo la recuerdo en las secuencias de Buscando a Susan desesperadamente (Susan Seidelman, 1985), jactándose de vestir la chupa de Jimi Hendrix. Creo que aquella época sintió la misma fascinación por Madonna que Roberta (Rossana Arquette), aquella esposa de Nueva Jersey, frustrada en su constante dedicación a las labores domésticas —como tantas amas de casa de tantos sitios, recién descubríamos entonces—, sentía por aquella Susan, el personaje de Madonna en aquella película. Incluso cuando no tenía más referencias de ella que los anuncios del periódico, Roberta estaba fascinadita con la chica material. Y en algunos aspectos puede apuntarse que Buscando a Susan desesperadamente es un precedente de ese cine feminista, comercial y estadounidense que, algunos años después, tendría uno de sus mejores ejemplos en Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991).

Pero el gran orgullo de Madonna ha sido interpretar a Eva Perón en Evita (1996), la película con la que Alan Parker llevó a la pantalla el musical homónimo de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber sobre la primera dama argentina, a su modo otra precursora del empoderamiento femenino. “Ése es el personaje para el que nací. Por mi parte, lo di todo. Para mí fue mucho más que el papel de una película”.

Incluso podría hablarse de cierto parecido físico entre la fundadora del Partido Peronista Femenino —enemiga declarada de la injusticia— y la chica material. Pero Madonna, para quienes la descubrieron entonces, siempre será una chica de los años 80.

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