“Cuenta lo que fuimos, Iñigo,” le pide Copons al joven Íñigo Balboa en la película Alatriste. Un bonito final para un relato tejido con decepciones. El doctor Uriel, en cambio, nunca pidió a su yerno, “dibujante de tebeos” según le gusta definirse, que relatara lo que fueron el propio doctor Uriel y toda su generación. Pero Sento lo ha hecho.
Meter la guerra civil en un tebeo

Hace tres años, con sesenta “de almanaque”, en castiza expresión popularizada por Arturo Pérez-Reverte, Sento se tiró al ruedo dispuesto a torear el toro más difícil de su vida. Otra historia más sobre la guerra civil y van… Una historia, encima, a la que se encontraba ligado emocionalmente. Una historia, en fin, con todas las papeletas para encallar precisamente en sus manos, las manos de quien mejor la conocía. Pero él, arriscado navegante por los océanos del relato, sabía cómo contarla sin que fuera “una más”. Para empezar, tuvo que tomar distancia y después, trocearla, dada la densidad del envite: reflejar la intensa complejidad interior de la peripecia era objetivo irrenunciable. Y, cómo no, también lo era exponer su abigarrada complejidad exterior: decenas de personajes de todas las edades y condiciones, otras tantas localizaciones y una fidelidad insensata a los hechos, con alguna que otra licencia creativa, han dado lugar a un monumental tebeo en tres partes con más de cien páginas cada una. Una superproducción tebeística que ha exigido ingentes inversiones de tiempo y talento.

Vencedor y vencido
La última entrega de la Trilogía del doctor Uriel narra la suerte de los soldados nacionales, según la terminología del bando franquista, que el verano de 1937 sobrevivieron al cerco de Belchite, uno de los hitos de la mitología levantada por los vencedores de la guerra. Conducidos como presos al monasterio de El Puig, un municipio entre Valencia y Sagunto, la suerte de aquellos vencidos que acabaron siendo vencedores fue tragicómica. Siniestra, dolorosa, patética y en algunos momentos, sobre todo a toro pasado, hasta divertida. Como la increíble anécdota de la Orquesta Frasquet: unos “fascistas”, según la terminología acuñada por el bando republicano, animando las verbenas populares de la roja y republicanísima marina valenciana.
Como el resto de la serie, Vencedor y vencido pivota sobre dos ejes muy meditados: la evocación y el punto de vista. Por un lado, visualizar una época: reconstruirla. Por otro, exponerla sin juzgar: hechos. Sento, que es dibujante y no escritor, cuenta la guerra con ojo de belenista. Sin alharacas pese al dramatismo de las situaciones. Construyendo los detalles del escenario –el pozo, el río, las ovejas– con la paciente precisión que exige la miniatura. Porque meter la desmesura de la guerra civil española en los límites de un comic, palabra que el autor detesta, es levantar una miniatura, un belén minimalista pero lleno de delicados y minuciosos matices. El resultado es un ejercicio de ambientación y dirección artística primoroso, como corresponde a un auto-proclamado seguidor de las santas enseñanzas de Hergé, el creador del mítico y referencial Tintín. A esa naturalidad, Sento hace corresponder el punto de vista que adopta para exponer los hechos: la ausencia de cualquier clase de subrayado o, ni qué decir tiene, de toma de posición. De este modo, el espanto y el desconcierto del protagonista, que no tiene quien le explique qué debe pensar sobre lo que le sucede, son también los nuestros.

Personajes auténticos
Sabe quien esto escribe de qué habla porque tuvo ocasión, azares de la vida, de conocer a aquel hombre cuando este juntaletras era joven y creía “en la virginidad de las madres”, dicho sea también en revertiano modo, así como la de oírle relatar con espeluznante naturalidad el episodio del olivar de Codo, en Zaragoza, que abre este Vencedor y vencido. Y por último el episodio inédito, no reflejado por Sento en su trilogía, de la búsqueda obsesiva e irracional que emprendió, una vez acabada la guerra, del misterioso cabo Mir que en el olivar le había salvado la vida a él entre decenas de condenados sin remedio. Pretendía, valiéndose de su condición de poseedor de la Laureada Colectiva, otorgada a los defensores de Belchite, salvar a su vez al tal Mir de una muerte cierta con objeto de oír en sus labios por qué lo había hecho. Sento, en aras de la narratividad, ha dado una razón clara y explícita, que no es sino uno de los muchos motivos que el doctor Uriel barajó como posibles; lo cierto es que nunca supo realmente por qué el cabo Mir hizo lo que hizo, ya que nunca se lo dijo; tampoco el doctor Uriel fue capaz de encontrarlo y ni siquiera dio con su rastro. Mir, pues, forma hoy entre tantas vidas como desaparecieron engullidas por la bestial trituradora que fue nuestra guerra y bien pudiera ser el libro de Sento el único testimonio que quede del paso por el planeta del buen cabo Mir, del iluso cabo Mir, del valeroso cabo Mir.

Todo un lujo en estos tiempos en los que no hay nada único, genuino ni auténtico.
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Título: Vencedor y vencido. Autor: Sento. Editorial: Autoedición de autor: sento.es ISBN: 978-84-608-5856-0. Depósito legal: V458-2016. Pedidos: yojimbocomics.com


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