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Daniel Jiménez: «Este libro denuncia un hecho que nos ha marcado la vida»

Daniel Jiménez: «Este libro denuncia un hecho que nos ha marcado la vida»

El plagio es la novela del momento. En ella el escritor Daniel Jiménez promete una historia verdadera: la de su familia, los Jiménez, que atravesaron tres décadas de decadencia tras un engaño que les hizo perder millones de pesetas. También es El plagio una historia de personas valientes, un padre que, endeudado, sacó adelante a una familia numerosa, que se empeñó en enseñarles música y que no permitió que su trágica vivencia minara los sueños de sus descendientes.

Han pasado casi treinta años de aquel engaño. Hoy la editorial Pepitas de Calabaza edita El plagio, la novela de Daniel Jiménez, una novela que ha obtenido el premio literario del Café Bretón y las Bodegas Olarra. Una novela llena de verdad y de denuncia. Una novela que, nos preguntamos en esta entrevista con el autor, ¿podrá devolver una vida?

Mientras miles de niños disfrutábamos semanalmente de un concurso divertido, electrizante, de ritmo vertiginoso, en la familia Jiménez unos padres aguantaban sus lágrimas en silencio cuando sus hijos se entregaban al disfrute de aquel programa. Un programa que segó de golpe el futuro y los sueños de una familia y los condujo a través de años de oscuridad.

Con el tiempo, desde esa oscuridad, un libro —escrito por el pequeño de los Jiménez— trata de encender una luz entre las tinieblas que inmerecidamente duraron décadas. Un libro, El plagio, que busca congraciar a su autor con el resto de su familia y, sobre todo, con su padre. Un libro que recorre la historia familiar de los últimos treinta años, que intenta restituir entre sus líneas tanto los afectos perdidos como las dolorosas ausencias que tan duramente les marcaron. Un libro que procura congelar los momentos felices del pasado: las risas, las promesas, las expectativas.

Es El plagio un homenaje a una familia que ha vivido 30 años a la sombra de un sueño robado, un viaje épico a los recovecos de la infancia, una vuelta de tuerca en la carrera literaria de Jiménez, que estos días —promete— conducirá únicamente hacia la ficción. Hablamos con el autor a pocas horas de su presentación en Madrid.

—¿Qué gana y qué pierde Daniel Jiménez con esta novela?

"Estoy ganando el haber hecho las paces con mi familia, porque a veces no he sido tan amable ni tan agradecido con ellos"

—Estoy ganando el haber hecho las paces con mi familia porque, como sabes tú que has leído cosas que he escrito, a veces no he sido tan amable ni tan agradecido con ellos. En este caso quería serlo, quería demostrarlo. Quería hacer un homenaje. Desde luego, he ganado un acercamiento y un cariño. Siempre lo hemos tenido, pero siento que se está uniendo más la familia en torno a esto. Todos los que la han leído —mis hermanos, mis padres…— se sienten orgullosos, se sienten reconfortados y no he sido injusto con ellos, como a lo mejor en otras ocasiones he podido ser, porque era más joven y estaba más cabreado (risas). En este caso coincide que, en el tránsito del libro, voy a ser padre y quiero recolocar mi relación con mi familia. ¿Si he perdido algo? La verdad es que no lo sé. No. Creo que por el momento están siendo reacciones positivas, tanto de lectores como de crítica, y si pierdo algo, en todo caso sería si acaba habiendo un lío legal, que es lo único que me asusta.

—Dice su padre que lo mejor han sido los compañeros de viaje. ¿Quiénes han sido los compañeros de viaje de El plagio?

—Al principio, como es un libro muy centrado en mi familia, todos se volcaron en la historia. Mi hermano, como has leído, tenía menos ganas de que lo contara, mi hermana también… Mi padre al principio tampoco lo aprobaba, o veía que podía ser un problema. Pero con el tránsito que ha sido la escritura se han visto reforzados. Y ya los compañeros, a nivel de técnica o estructura, sin el premio que me han dado el Café Bretón y las Bodegas Olarra no podía haberme enfrentado a esto, por la situación económica en la que estaba, porque necesitaba paz y el apoyo de la editorial y de tres, cuatro, cinco amigos que me ayudan mucho con las correcciones. El libro tenía treinta o cuarenta páginas más, y sabiamente me dijeron: «Recorta, recorta, recorta». Creo que se ha quedado limpio y en lo esencial. Toda esta gente es la que me ayuda siempre.

—¿Qué espera que ocurra con El plagio? ¿Cree que servirá para hacer justicia con Parquelandia?

"No sé qué espero, la verdad. No sé si se puede reabrir ese caso. Ese caso en concreto supongo que no, porque está cerrado y puede que haya prescrito"

—Por lo menos está sirviendo para que la gente se vuelque un poco en la lectura del libro. A lo mejor llama la atención la parte del plagio, pero la gente también reconoce la ternura, la emoción, el cariño que hay en el libro. No sé qué espero, la verdad. No sé si se puede reabrir ese caso. Ese caso en concreto supongo que no, porque está cerrado y puede que haya prescrito, ya fue a los tribunales. Ahora estamos pendientes del juicio con el abogado. Pero como se hizo mal, no se fue contra las personas concretas que sabían y que tenían la información para plagiar el formato, no sé si se podrán emprender acciones legales, no sé siquiera si me gustaría que se metiera mi padre en ese lío. Ya tiene 75 años, acaba de pasar la covid, está renqueante y no sé si le vendría bien seguir removiéndolo. Para mí la idea era cerrar esa etapa, cerrarla de una forma poética. No sé qué puedo esperar: que la gente lo lea, que la gente lo entienda, nos apoye y lo disfrute en la medida de lo posible.

—¿Qué le dijo su padre cuando leyó el manuscrito?

—Lo leyó como cuatro o cinco veces seguidas (risas). De hecho, él leyó la versión más larga y también me animó a recortar. Le gustó, le enterneció, le agradó. Me hizo correcciones en las fechas, personas de las que hablaba, cifras económicas… Aparte de esto, me dio libertad absoluta. Como cuento en el libro, el proceso sí fue a trancas y barrancas: no tenía claro si le iba a gustar lo que yo iba escribiendo. Pero al final hicimos un viaje y hubo un acercamiento y una comprensión mutua. Me animó y se sintió orgulloso y reconfortado.

—Esta novela trata un tema universal, la avaricia, pero alberga también multitud de historias pequeñas, costumbristas, anécdotas que conforman la vida de su familia. ¿Cuánto le ha costado escribirla?

"Encontré una caja al hacer la última mudanza y empecé a reescribir mi vida y la de mi familia a partir de ciertos objetos"

—De tiempo no mucho, ya que tenía un límite. Tenía además textos que había escrito sobre mi familia. Como cuento al principio, encontré una caja al hacer la última mudanza y empecé a reescribir mi vida y la de mi familia a partir de ciertos objetos. Como no es la primera vez que lo hago no me cuesta tanto enfrentarme a esta historia, porque la he tratado en varias novelas desde diferentes perspectivas. Esta vez me he sentido más liberado, porque lo hacía desde la mayor honestidad posible y con un sentimiento de agradecimiento y de ternura que no he tenido en otros libros. He sentido que era natural y necesario contarlo de este modo. No me ha costado tanto enfrentarme a problemas y circunstancias que ya he narrado en otros libros, porque ya tenía un callo (risas). No me abría por primera vez a la escritura autobiográfica, entonces ha salido natural.

—¿Cuál es la mejor enseñanza o consejo que ha recibido de su padre y cuál es el que espera que su hijo recuerde de usted?

—Como digo en el libro, mi padre me ha dado muy pocos consejos. Siempre dice que cada uno encuentre su forma de saber lo que le conviene y lo que no. Él nos ha dado mucha libertad desde pequeños y eso es positivo para unas cosas. En otras quizá sí hubiera necesitado más presencia o que me indicase más el camino. Mi padre, como él dice, salió de su pueblo muy joven y empezó a vivir su vida y a tomar sus propias decisiones. Eso sí me parece positivo: “Enfréntate a las cosas y aprende”. Hace poco me dijo un amigo, y creo que es un buen consejo: «Los padres pensamos que les vamos a enseñar a ser hijos, y son ellos los que nos enseñan a ser padres». Esa frase resume bastante bien lo que ha hecho mi padre y lo que me gustaría hacer con mi hijo. Cada día que estás con él es un aprendizaje, y creo que son ellos los que nos enseñan, y no nosotros a ellos.

—Tras las primeras entrevistas de El plagio una polvareda de tuiteros ha dictado sentencia sobre si existe o no plagio en este caso. ¿Qué tendría que decirles?

"Es una injusticia que la justicia no nos haya dado la razón, pero porque se hizo mal el proceso, porque el abogado fue sobornado y porque vamos contra gente muy poderosa"

—Es curiosa la reacción porque —como siempre pasa en estos casos en Twitter— la gente se posiciona muy radicalmente a favor o en contra. Ha habido mucha gente que da por hecho que estoy diciendo la verdad, sin haber leído el libro siquiera. Otra gente, con cierta sensatez, ha dicho: «Bueno, vamos a ver las pruebas, vamos a ver qué cuenta este señor, qué cuenta su padre y qué documentos tiene». Me parece que no se debe faltar al respeto desde ninguno de estos posicionamientos, algo difícil de conseguir a veces. Yo tengo, como dice mi padre, la verdad de los hechos, y en este caso es una injusticia que la justicia no nos haya dado la razón, pero porque se hizo mal el proceso, porque el abogado fue sobornado y porque vamos contra gente muy poderosa. Era muy difícil salvar ese escollo. Yo animo a la gente a que lo lea y a que saque sus propias conclusiones, y que esperen también a que saque el libro mi padre, si es que lo saca, y ahí ya se posicionen.

—¿Su padre sigue animado a publicar ese libro?

—Tiene la voluntad, lo tiene corregido, lo tiene listo. No sé si alguna editorial se atreverá a hacerlo o lo tendrá que sacar con su propio sello. Ahora es más cauto, está esperando a ver cómo reacciona la sociedad, los medios… Lo va a hacer seguramente. No tengo claro si va a ser una buena decisión, pero es mi padre, es un adulto y puede hacer lo que quiera, como he hecho yo.

—¿Cree que su padre perdonará algún día a los directivos de televisión que se apropiaron de la idea de Parquelandia?

—No. Desde luego que no. De hecho, fuimos a los Premios Forqué —mi padre siempre participa— y nos encontramos con uno de los directivos en la antesala de los premios. Mi padre se plantó delante y le dijo: “Tú sabes lo que has hecho, tú sabes que me has jodido la vida y esto no va a quedar así”. El hombre miraba al suelo, evitaba su mirada, y mi padre se fue. Siguen ahí, y ellos lo saben, saben lo que han hecho. Es imposible que les perdone, y es necesario que, de alguna forma, se les condene. Como no le pueden devolver los 40 años de vida que le han jodido, que le devuelvan el dinero.

—¿Qué cree que va a suponer El plagio en su trayectoria literaria?

"Eso es a todo lo que aspiro: poder vivir de la escritura, que me parece casi una quimera"

—La verdad que no esperaba que fuera tan potente la reacción. El ruido mediático por El plagio era previsible, aunque lo he sorteado de manera inteligente. Creo que —me lo ha dicho mucha gente— es el mejor libro que he escrito, el más honesto, el más profundo, el más agradecido, el que tiene más elementos para ser un buen libro, para ser recordado. Estoy de acuerdo. He podido hacer cosas interesantes en otros libros, pero a lo mejor no eran tan redondos como este. Espero y deseo que, por lo menos, me permita una cierta paz mental, emocional y económica para poder dedicarme a escribir otro. Eso es a todo lo que aspiro: poder vivir de la escritura, que me parece casi una quimera.

—Si se hiciese hoy día justicia económica con este caso, ¿qué haría su padre con el dinero recibido?

—(Risas) Para empezar nos daría una parte a la familia. Siempre tiene ganas de repartir, mi padre es muy generoso, lo que tiene lo reparte. Le gustaría sacar adelante el proyecto TAEM (la Tabla Armónica de los Elementos Musicales), que es un hallazgo, una nueva forma de enseñar la música, que se puede aplicar además a un programa de televisión. Si se hiciera justicia, mi padre podría tener esa redención y sacar adelante un proyecto que no solo es lúdico, sino también formativo. Esta sería una forma de congraciarse y de sacarse esa espina gigante que tiene.

—¿Cómo ha sido recibida la novela entre sus familiares? ¿Cree que recoge fielmente lo que cada miembro de la familia vivió?

—Ya me han dicho mis hermanos que a veces lo que yo recuerdo es mi punto de vista. Yo era el más pequeño, me afectó más a mí porque era el más frágil. Mis hermanos ya hacían su vida, entraban y salían, estaban en la universidad… Yo estaba en casa con mi hermana, y de alguna forma me impactó más todo. Ellos me dieron libertad. Dijeron: “Eres escritor, haz lo que quieras, cuenta tu versión”. Es difícil a veces que tu familia se vea representada en un libro. Lo que yo estoy contando, para mí es una verdad, pero para ellos no deja de ser mi punto de vista. Al menos, en este caso, no se han enfadado, como ocurrió en otros libros (risas), y nos ha servido para hablar de cosas que entre nosotros muchas veces no hablamos: de mi hermana, de este problema económico… Creo que este libro ha sido un punto de inflexión en la relación entre los hermanos, y en la relación entre mis padres y yo. Esos temas tabúes, de los que no nos atrevíamos a hablar, se han abierto entre todos, hay que hablarlos. No podemos rehuirlos.

—Ha manifestado que esta vez va a ser la última ocasión en que va a escribir autoficción. ¿Está escribiendo alguna cosa? ¿Tiene algún proyecto literario en marcha?

"No tiene sentido dar vueltas a mi pasado, a mi familia… No tiene sentido estar con la libreta o tomando notas en el móvil, ¡prefiero vivir!"

—Sí, lo he manifestado y escrito en el libro. Sólo por eso lo debería cumplir (risas). No tiene sentido dar vueltas a mi pasado, a mi familia… No tiene sentido estar con la libreta o tomando notas en el móvil, ¡prefiero vivir! Prefiero dejarme llevar, vivir la experiencia y dedicarme a la ficción. A lo mejor se me da bien y todo (risas). Si la autoficción se me ha dado relativamente bien, a lo mejor en la ficción también puedo conseguir algo interesante.

—¿Imagina esta novela llevada al audiovisual?

—Parece ser que se están interesando productoras, están hablando con mi agente. Desde luego, en este caso sí que debería tener el respaldo de mi padre. Yo no me voy a meter en un lío como el que supone llevar esto a la pantalla. Porque la novela en sí quizá no es tan cinematográfica, lo es el tema del plagio. Ahí tiene que estar mi padre presente y ser él quien dé el visto bueno. Además, tal y como me ha dicho cuando se lo he comentado, y como me dijo cuando gané el premio, si no hay pasta por delante no haré nada.

Su padre perdió en los noventa 64 millones de pesetas que invirtió en el piloto de Parquelandia y, desde entonces, miles de euros en abogados para recuperar su idea. ¿Cree que el dinero, una vez devuelto, hará justicia con esta situación? ¿Cree que su padre querría una petición pública de perdón?

"Llegados a este punto en el que mi padre ya está mayor y no le pueden devolver los años de vida, que le permitan tener un final de vida mucho más holgado"

—No, a él el que se haya hecho público ya le satisface, y le parece, de alguna forma, una compensación, aunque sea mínima. Económicamente, como dice la cita de Manuel Vilas que incluyo en el libro, “todos al final pensamos que el dinero es la forma más justa de medir las cosas”. Llegados a este punto en el que mi padre ya está mayor y no le pueden devolver los años de vida, que le permitan tener un final de vida mucho más holgado y con menos privaciones que las que tiene ahora. Aparte de la reparación moral, es la reparación en cuanto al prestigio, la dignidad, el trabajo… Que se le reconozca. Ha recibido el respaldo de su familia, ha sido un proceso difícil a veces. Cada uno de nuestros hermanos tiene una opinión sobre si mi padre se equivocó o no. Al final yo creo que había que concederle ese perdón o esa reparación emocional. Y a partir de ahí, si se hace justicia o se recupera algo del dinero, de los muchos millones que invirtió, sería desde luego de agradecer.

—¿Para qué o para quién ha escrito El plagio?

—Sobre todo es un libro para mi familia, para las personas que más quiero. Al mismo tiempo es un libro para denunciar un hecho que nos ha marcado la vida y que nos ha hecho mucho daño. Y que son personas a las que mi padre sigue viendo, siguen en sus puestos como directivos, saben lo que han hecho y les da igual. Se mueven en círculos económicos, son poderosos, es muy difícil que haya reparación. Lo he escrito para ellos y para mí mismo: quería dejar atrás esta historia, sacármela de encima, que la gente la leyera, la viviera, la reviviera. Supongo que al leerlo mucha gente se indigna, lo que me parece una reacción de lo más sana. Al final escribes lo que sientes que necesitas escribir. Soy ese tipo de escritor. Siempre he usado la literatura como una introspección —no como terapia—, buscando una comprensión de mí mismo, de lo que me rodea y de las personas con las que me relaciono.

—¿Cree que cuando su padre escribió toda la historia le sirvió también como desahogo?

"De alguna forma mi padre se ha resarcido literariamente, y eso es una pequeña victoria que puede tener"

—Creo que se ha quedado, de alguna forma, un poco más tranquilo al ponerlo por escrito, al dejar constancia de ello. Pero ha sufrido mucho en el proceso, porque, imagínate, empezó a escribir con 73 o 74 años, no ha pasado página, ha estado removiendo toda la época. Mi madre, mientras tanto, viéndole acostarse a las cinco de la mañana, cabreado, enfurruñado. Ha sido un proceso difícil y me alegro de que lo haya acabado. Por eso te digo que no estoy tan seguro de que sea una buena idea sacarlo a la luz, pero por lo menos él (entiendo que igual que yo) de alguna forma se ha resarcido literariamente, y eso es una pequeña victoria que puede tener.

—¿Cree usted que hay un cambio de rumbo literario en su trayectoria tras esta novela?

—Sí, desde luego. Ya hay gente que al leerlo me dijo “otra vez me vas a contar la misma historia” y que al terminarlo me han dicho que está escrita de una forma más elegante, más precisa, más sencilla, menos dramática o reconcentrada. Algún lector más exigente me ha comentado: “Has logrado emocionarme otra vez contándome lo mismo”. Creo que ya es este el ejemplo de que no puedo seguir haciendo lo mismo que he hecho hasta ahora. Quiero crecer, evolucionar, cambiar de registro, a ver si soy capaz de hacerlo bien. El siguiente proyecto que tengo es un hecho real, pero lo quiero novelar. Ya no tiene que ver con lo que me ha pasado a mí, sino con lo que le ha pasado a otras personas. Creo que esa es una aspiración interesante: cambiar de registro y ver hasta dónde soy capaz de llegar.

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