De cómo hacer memoria con la imaginación

La última novela de Guillermo Roz está ambientada en la profundidad de los bosques del norte de Argentina al comienzo de la industrialización. Allí sitúa al protagonista, un adolescente explotado como hachero que se revela contra la compañía inglesa que esquilma los bosques y esclaviza a las personas.

En este making of Guillermo Roz narra el origen de Sapukái (Hoja de Lata).

***

“La lucha del hombre contra el poder
es la lucha de la memoria contra el olvido”

MILAN KUNDERA

La Forestal fue una empresa británica implantada a principios del siglo XX en el norte argentino, que se hizo tristemente legendaria por haber instaurado un sistema maderero de trabajo esclavista, abonada a una deforestación de récord, creadora y dueña de una moneda y una milicia propias e izando la Union Jack con su himno de fondo, en medio de bosques y selvas, por cada cumpleaños del rey. Toda una fantasía colonialista, al estilo de las sufridas por mineros o extractores de caucho en otras latitudes americanas.

Unas ancianas tías lejanas que me quedan por aquella zona del mapa me contaron por teléfono que recordaban poco de aquel bisabuelo. Alguna anécdota dispersa, pero ningún dato concreto. Poca cosa, sí, pero lo suficiente como para disparar la creación de un protagonista, un chico de apenas doce años. Lo llamé Sapukái, que en guaraní da nombre al grito de los hacheros al talar un quebracho.

Tuve pronto al protagonista y su contexto histórico, pero faltaba la historia que contar. Para dar vida a Sapukái debía plasmar en él la figura de un contrapoder, de un líder que iluminara las oscuridades de aquel salvaje capital inglés. Así, me puse a curiosear leyendo bibliografía y viendo películas y documentales referidos a la empresa. Lo suficiente para darme un marco de base en el que ubicar mi historia, pero sin atarme al rigor histórico. Encontré el equilibrio entre lo que se sabe y lo que se imagina. Conocimiento e imaginación. Una vez presentados, solo queda apartarse para que vayan de la mano, acompañados de perseverancia, hasta componer de forma natural una novela.

Gracias a libros como Revuelta obrera y masacre en La Forestal, de Alejandro Jasinski, aprendí que los obreros que aserraban adentro de la fábrica morían ahogados por el polvillo de la madera. Aprendí que los hacheros sucumbían en el monte devorados por plagas, provenientes de los árboles y de una variedad asesina de insectos. Y observé que casi todos aquellos trabajadores terminaban sus días antes de los cuarenta años. Era sabido que el ejército nacional ya no pasaba por las tierras de La Forestal para reclutar hombres para el servicio militar obligatorio, porque aquella juventud se había vuelto tan frágil como un elenco de moribundos. Por último, supe que algunos de aquellos desahuciados, aun viviendo la realidad que vivían, no dudaban en asegurar que los ingleses les habían llevado el mejor de los mundos posibles, como quería el Cándido de Voltaire, porque a ellos se les debía lo de tener por primera vez “trabajo, casa y comida”.

En el camino de aquella memoria histórica fue creciendo aquel niño y después muchacho Sapukái, al que lo empezaron a rodear personajes queribles y odiosos, situaciones revolucionarias y escenas amorosas, y un alma de héroe griego y sudamericano a partes iguales. Como escritor agradezco que hayan llamado a mi puerta estas almas intensas, con unas vidas tan probables y terribles. También le debo a este Sapukái la ratificación de una enseñanza que se arraiga con los años: no hay nada más imaginario que la memoria, ni nada más verdadero que una novela.

—————————————

Autor: Guillermo Roz. Título: Sapukái. Editorial: Hoja de Lata. Venta: Todos tus libros.