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¿De dónde surgió la idea de «El color del imperio»?

¿De dónde surgió la idea de «El color del imperio»?

Creo que de la nada. Casi fue un sueño.

Supongo que yo acababa de leer algo sobre la púrpura, ese color mágico y excepcional que llegó a valer mil veces más que el oro y que fue símbolo de poder terrenal y celestial, pigmento cuyo comercio vertebró imperios y supuso inmensas fortunas en la Antigüedad, pero cuyas técnicas de manufactura a base de machacar caracoles marinos se habían perdido hacía siglos entre la bruma de los tiempos.

Sé, además, que en mi mesita de noche hacía tiempo que reposaba el libro Las cruzadas, de Thomas Asbridge, al que yo echaba un vistazo de vez en cuando y que me transportaba a Oriente, al Imperio Bizantino, tan lujoso y decadente.

En uno de esos ratos de duermevela, cuando la conciencia se deshilacha y el pensamiento discurre libre de ataduras como un potro desbocado, imaginé la historia de una mujer que, en la Baja Edad Media, se proponía redescubrir el secreto de los tintoreros purpurarios y convertía esa obsesión con el color en el propósito de su existencia.

Y ¿por qué Alamanda?

Tras escribir El mapa del fin del mundo, sobre la vida de Juan Sebastián Elcano y la vuelta al mundo, me apetecía cambiar de tercio y adentrarme en un mundo menos masculino. Recuerdo que, en una charla con un grupo de lectura de La Haya, compuesto íntegramente por mujeres, una de ellas me preguntó que por qué no había más mujeres en la novela sobre Elcano. Le contesté que puse todas las que me cabían en una historia sobre trescientos hombres a bordo de pequeñas naos en medio de un vasto océano…

"En El color del imperio es casi tan importante el viaje interior que realiza Alamanda para descubrir quién es y para qué la ha puesto Dios en la Tierra como su periplo por todo el Mediterráneo"

Tenía claro que quería que mi nueva historia tuviese una protagonista femenina. Todo es más interesante cuando lo hace una mujer, porque en un mundo patriarcal siempre han tenido mayores obstáculos que los hombres. No quise ahorrarle a Alamanda ninguna dificultad, para dar más brillo a su hazaña. Por ello, en vez de hacerla crecer en el entorno tranquilo y medianamente próspero de una familia artesana del Gremio de Tintoreros de Barcelona, quise que empezara la vida en la miseria, vendida como esclava a un comerciante de lanas en la Cataluña profunda.

En El color del imperio es casi tan importante el viaje interior que realiza Alamanda para descubrir quién es y para qué la ha puesto Dios en la Tierra como su periplo por todo el Mediterráneo, de extremo a extremo. De la Barcelona gremial viaja a Venecia, y de allí a una decadente Constantinopla antes de llegar a las costas fenicias, la ruinosa Tiro, antaño la ciudad más rica del universo.

¿Qué fue lo más difícil en el proceso de escribir esta historia?

Para escribir novela histórica, siempre me baso en tres principios que no son tan necesarios en una narración contemporánea:

  • No cuentes batallitas: la gente no quiere una lección de historia ni que le relates lo que ya pueden averiguar en los libros de historia. Mis novelas intentan ser siempre fieles al contexto histórico, con alguna pequeña licencia narrativa, pero tengo muy claro que la Historia (con mayúsculas) no es más que un decorado donde transcurre la acción de mis personajes.
  • Dale textura al relato: me gustan las novelas que introducen detalles interesantes en el flujo del texto, porque eso me permite sumergirse de lleno en la época. Aunque con un lenguaje muy actual, trato de usar palabras que ya existieran en la época, y paso horas documentándome sobre cosas tales como qué comían, qué bebían, de qué se reían, cuáles eran sus miedos, qué ambiciones tenían, qué chascarrillos contaban y qué canciones cantaban.
  • Utiliza los cinco sentidos: mis relatos nunca son planos ni unidimensionales. Me gusta imaginarme la luz, los olores, los sabores y los sonidos. Tendemos a pensar que el pasado es un sitio gris y escasamente cromático, cuando probablemente en muchas épocas eran más liberales que nosotros con los colores. El oficio de tintorería generaba tantos malos olores que sus talleres solían estar fuera de las ciudades. En el caso de la púrpura, era tal el hedor que producía, que, por ejemplo, el Talmud otorgaba a la esposa el derecho a divorciarse si su marido se convertía en purpurario después la boda.

"He aprendido muchas cosas que no sabía, he disfrutado como un niño con una peonza"

Aunque amena y fácil de leer, ha sido una historia compleja de construir, con muchos cambios de escenario, por lo que el proceso de documentación ha sido intenso. Dividí el texto en ocho partes y acumulé minuciosamente bibliografía e información de cada una de ellas (porque no tiene nada que ver, por ejemplo, lo que se almorzaba en Barcelona con lo que comían en una caravana judía en Anatolia). He aprendido muchas cosas que no sabía, he disfrutado como un niño con una peonza y, sinceramente, estoy muy satisfecho con el resultado.

Ardo en deseos de saber si la novela gusta o no, así que animaría a quien la haya leído a contactar conmigo a través de Instagram, Twitter o Facebook. Estaré más que encantado de responder preguntas sobre El color del imperio o, simplemente, de charlar un rato sobre ello.

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Autor: Ignasi Serrahima. Título: El color del Imperio. Editorial: Ediciones B. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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