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De música ligera

Los seguidores de Soda Stereo recordarán esa canción que marcó un punto álgido en la trayectoria de la banda argentina, y que lleva por título «De música ligera».

Su autor, el malogrado Gustavo Ceratti, comentaba que la compuso como una suerte de homenaje a esas canciones, baladas, músicas que acompañan, casi sin darnos cuenta, la adolescencia de cualquiera de nosotros a través, principalmente, de las emisoras de radio y contribuyen a dibujar un paisaje emocional.

"La primera de sus partes, Tardes de domingo, la encabeza un poema de iconografía ferroviaria y un primer verso con timbre Gil de Biedma"

Música ligera, poemas que atraviesan las páginas como apenas un soplo, ingrávidos, preñados de una tristeza pasajera, de una lluvia amable que deja en las manos y en la mirada del lector la caricia aleteante, el destello escurridizo del tempus fugit, es lo que hallamos en Paulina, el nuevo poemario que nos entrega el poeta y profesor José Belmonte (Murcia, 1957).

Y a pesar, o porque el poemario lleva por título un nombre de mujer, y esté dedicado a una mujer, esa presencia femenina, ese cuerpo femenino adivinado entre los versos no es un retrato del natural, sino más bien evocación que ondula en la melancolía de los domingos a media tarde, en esas horas en que los amantes, después del amor, andan ocupados cada cual con sus cosas. Quien lo probó lo sabe.

Programáticamente, la primera de sus partes, Tardes de domingo, la encabeza un poema de iconografía ferroviaria y un primer verso con timbre Gil de Biedma. Un primer acorde que marcará la tesitura del libro: Pasan lentas las horas de la tarde, / cálidas como los trenes que mueren. Pasan nubes como maletas blancas cargadas de nostalgia, impulsadas por el viento: El cansado viento, con voz secreta, / conduce las nubes de seda blanca.

"Llegamos entonces al escenario en que el poeta evoca la figura seminal del trompetista y cantante Chet Baker en el siguiente apartado del libro, titulado Chet"

Se suceden entonces, encadenados como las volutas de una melodía, poemas marcados por ese tono intimista que comentábamos anteriormente. Poemas que se detienen justo en ese borde en que la nostalgia, dejada al azar, podría precipitarse como rota cometa y convertirse en dolor. Un cuadro de Antonio Soto Alcón sirve de pretexto para dibujar una acuarela trémula de su estado de ánimo: Es oscura su indumentaria, su paraguas, / que lo cubre por completo, / como el caparazón de un insecto / que avanza hacia el corazón de la noche. La evocación de un paseo junto a su amante por el puerto de Marsella (El viejo puerto), o la de una pequeña y antigua ciudad polaca como Opole donde observar el paso del tiempo con los brazos apoyados en una vieja mesa de madera: Una ciudad con un río de aguas tranquilas / en las que nadie se fija, que siguen su camino en silencio. Poemas que, tras esquivar la negra melancolía del pozo: Y un pozo oscuro, profundo y estrecho / en el que, a veces, durante el silencio / de la noche se podía escuchar / el rumor de la olas / y el largo lamento de los ahogados, desembocan en esas tardes de domingo tan parecidas en todos los suburbios y que tan precisa y delicadamente describió Albert Camus en El extranjero, y cuya cita encabeza el poema. Belmonte las recuerda de esta forma: De regreso a casa, las calles mal iluminadas, / aceras destripadas y solitarias. / Solares abandonados. / El eco lento y fugaz de unos pasos.

Llegamos entonces al escenario en que el poeta evoca la figura seminal del trompetista y cantante Chet Baker en el siguiente apartado del libro, titulado Chet. Siendo éste, como hemos tratado de ir refiriendo, un poemario de marcada impronta visual, hecho más bien de susurros y conversaciones a media luz, no cuesta imaginar el yo poético penetrando en un club donde reina la figura bella y atormentada del músico, y a quien el poeta rinde homenaje: Tú me cantas My Funny Valentine / y yo a cambio te devuelvo la vida. / Recuerda que el amor obra milagros, dibuja su retrato: Un rostro curtido, colmado de arrugas, / como ciertos mares de nuestra infancia, y agradece la mucha compañía brindada por la tristeza soplada y la voz cascada del músico en su peregrinar: A todos nos aguarda un largo invierno. / Y resulta más triste sin tu música.

"En su cuarta y última parte, Los días pasados, la voz cadenciosa del poeta se repliega hacia el interior y es con su amor, la mujer que da título al poemario, con quien tierna, decididamente conversa"

En Aurea Mediocritas, su tercera parte, nos adentramos en una lírica de corte epigramático donde a la manera de Catulo o Marcial el poeta habla a su amor, le reprocha descuidos, o describe circunstancias haciendo uso de la máscara impostada y el verso punzante y breve: No existe un placer mayor, oh Lesbia, / que estar en pijama, sobre un cálido / y confortable sillón, con un libro / del excelso Catulo entre las manos. O: Estuviste allí. Y ella junto a ti. / Apacible, dócil y bella / como una diosa antigua. También: Somos, oh divina Marcia, dos soles / oscuros, casi extinguidos. // Dos soles que se resisten a la muerte, / a acatar las leyes del universo.

Queda espacio para fustigar la mediocridad de los arribistas con tonos horacianos no exentos de dolor: Pero cuando quieran celebrar su triunfo, / no los invites a tu casa, / ni los sientes en tu misma mesa. // No les ofrezcas tu pan, tus manjares. / Y mucho menos que tomen tu vino.

En su cuarta y última parte, Los días pasados, la voz cadenciosa del poeta se repliega hacia el interior y es con su amor, la mujer que da título al poemario, con quien tierna, decididamente conversa, como Ulises con Penélope en ese lecho presidido por un gran olivo que nos refiere Homero.

Dulce Paulina, regalo del crepúsculo, / con tu rostro enmarcado / por millones de estrellas que brillan / en la bóveda oscura del cielo (Sweet Paulina).

Él ha visto miles de amaneceres / en las islas más hermosas de la tierra, / en los más remotos confines del mundo, / en donde se pierden las últimas huellas (El polizonte).

Saciado ya por el reencuentro, el orgulloso corazón del poeta aún alza un puño al recordar la agitada travesía: Todas las batallas, si son de amor, / pertenecen a una única guerra, algo en lo que nuestro buen Góngora le daría, a buen seguro, la razón.

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Autor: José Belmonte Serrano. Título: Paulina. Editorial: La Fea Burguesía. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.

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