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El canon cebolleta

Canon cebolleta.

  1. coloq. En el ámbito literario y editorial, sistema de legitimación sostenido por la reiteración de anécdotas personales, el prestigio adquirido con el tiempo y la autoridad compartida entre afines, más que por el análisis crítico, la contrastación documental o el debate abierto. Se caracteriza por excluir a quienes no forman parte de determinados círculos de influencia y por convertir relatos personales en verdades asumidas sin revisión.

Agradezco que Andrés Trapiello se haya tomado la molestia de responder a mi crítica sobre su artículo dedicado a la reciente edición de Desde París, de Chaves Nogales. Y celebro que lo haga en los mismos términos en que ha acostumbrado a despachar a quien no le ríe las gracias: con desdén, apelando al prestigio acumulado y a una supuesta verdad de la que él sería custodio.

Resulta especialmente pintoresco que invoque la «rigidez académica» como un defecto en los demás, cuando precisamente lo que se espera del rigor —no ya académico, sino simplemente intelectual— es el contraste de hechos, la verificación de las fuentes y el esfuerzo por escuchar a todas las partes antes de emitir un juicio. En este caso, eso pasaba, de forma bastante elemental, por haber preguntado a Yolanda Morató o a David González Romero, editor de El Paseo, antes de reproducir sin matices la versión de Abelardo Linares y el sonrojante invento de que hay un Chaves canónico. ¿Cómo puede uno reprochar rigidez académica y al mismo tiempo saltarse sus principios más básicos con esa desenvoltura? Invocar el rigor mientras se prescinde de él es como hablar de neutralidad mientras se firma una proclama: un gesto que se desmiente a sí mismo.

"Todo lo demás en su respuesta se sostiene sobre ese mismo eje: el de quien se sabe respaldado por una reputación y cree que eso le exime de explicarse"

A partir de ahí, todo lo demás en su respuesta se sostiene sobre ese mismo eje: el de quien se sabe respaldado por una reputación y cree que eso le exime de explicarse. Lo de «ese tal Fernández», por ejemplo, no es una forma correcta de dirigirse al editor de una revista cultural, por muy humilde que sea, es una manera de decirle al lector que yo no soy de los suyos, que no formo parte del canon, que no tengo bula. Pues mire, qué le vamos a hacer. Tampoco usted la tuvo cuando solicitó aquiescencia a Francisco Rico por su Quijote, episodio que usted ha contado en tantas ocasiones que resulta difícil seguir la versión exacta. En cualquier caso, que alguien exija ese 2 % sobre ventas del que nos habla, por la legitimación -mediante el prólogo- de un texto tantas veces editado, tiene pinta de que era un “no” como un castillo. A veces don Rico en vez de decir “no” ponía condiciones imposibles de cumplir. Es raro que no se diese usted cuenta de ello.

Y, a pesar de todo lo anterior, le hubiera bastado decir que en mi texto había inexactitudes en lugar de «patrañas» para que nos hubiésemos entendido. Sin embargo, con ese lenguaje irrespetuoso, no me deja otra opción que informarle de que se ha quedado un poco con aire de abuelo cebolleta: siempre contando la misma historia en cualquier sarao al que lo invitan, continuamente con esta anécdota en la solapa; es normal que los que la hemos escuchado tantas veces hayamos pensado que quizás Rico le cerró el paso. Porque si uno va por ahí repitiendo el mismo relato, adornándolo según el público o la ocasión, no puede luego indignarse cuando alguien lo recuerda con alguna variación. La memoria colectiva no es un acta notarial, y si de verdad le inquieta tanto la exactitud, podría empezar por aplicarse el cuento. De lo contrario, lo que queda es la impresión de que hay historias que se cuentan no para esclarecer nada, sino para seguir sosteniendo ese relato personal en el que uno siempre sale bien parado. Y eso, lo diga usted o lo diga un cuentista de café, tiene mucho más de performance que de verdad literaria.

Y hablando de verdad literaria, decir que Abelardo Linares es «la autoridad indiscutible en la materia» no es una descripción, es un gesto. Un gesto de autoridad. Porque claro que se puede discutir. Claro que hay voces como la de María Isabel Cintas —pionera en la recuperación de la obra del autor sevillano, autora de una tesis doctoral, una biografía, la primera que reunió las obras de Chaves Nogales en cuatro tomos que sirvieron luego para muchas ediciones posteriores— o Yolanda Morató —con una trayectoria más que sobrada, con una edición crítica impecable, con conocimiento profundo del exilio intelectual—. Voces que han trabajado durante años sin necesidad de pasar por el filtro de los viejos amigos y para la misma editorial que ahora las desprecia porque no se dejaron arrebatar sus muchas horas de trabajo y búsqueda. Presentarle a Yolanda Morató un libro, como hizo usted, sr. Trapiello, no la hace beneficiaria de su reconocimiento. Es simplemente un gesto de cortesía. El reconocimiento, el verdadero, no se hereda ni se regala: se gana. Y Morató se lo ha ganado y usted si se cree que lo tiene lo mínimo que tendría que haber hecho es preguntarle sobre este asunto.

"Entonces no hablamos de un canon crítico, sino de otra cosa: un canon cebolleta, hecho a base de anécdotas recicladas"

El problema no es que usted escriba bien —eso nadie lo discute—, sino que a veces su prosa parece preocuparse más de marcar quién puede sentarse a la mesa que en alumbrar verdaderamente la obra que se comenta. Y si la conversación sobre Chaves Nogales queda reducida a un cónclave de viejos conocidos que se reparten la legitimidad como si fuera una herencia, entonces no hablamos de un canon crítico, sino de otra cosa: un canon cebolleta, hecho a base de anécdotas recicladas, gestos de autoridad y puertas cerradas a quienes no vienen apadrinados. Pero ni la literatura ni la historia se sostienen sobre nostalgias ni sobre camarillas: avanzan porque hay quien se atreve a entrar sin llamar.

Nota: Acabando este artículo veo que un nuevo texto de Abelardo Linares acaba de aparecer en Zenda para cuestionar la existencia de los custodios literarios. Lo hace invocando una supuesta estupefacción y desautorizando con ademanes de doctrina lo que no pasa de ser otra actuación basada en el canon cebolleta que refuerza mi afirmación de la existencia de estos círculos «intelectuales» que se arrogan el derecho de decidir quién puede o no editar a Chaves Nogales. Le parece risible que ese club esté formado por él y Trapiello, cuando lo risible, en todo caso, es que la conducta reiterada de ambos haya bastado para justificar el apelativo. Lo demás —la defensa encendida de su archivo, la competencia por quién descubrió antes qué, los matices sobre prólogos y crónicas que aún no han visto la luz— no hacen sino reforzar la idea de que esta polémica no versa sobre Chaves, sino sobre quién se queda con la última palabra en su legado. Es decir, sobre autoridad. Al menos la polémica ha servido para que conozcamos a investigadores que de los que hasta ahora no se sabía mucho. Muy teatral todo. Y en ese teatro, la «alianza de custodios» no necesita acta de constitución: le bastan sus gestos.

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Ana S.
Ana S.
5 meses hace

Empezar la mañana con un texto así me ha alegrado el día aunque casi he derramado el café con las risas. Por favor, que esto no pare.

Antonio Mijares
Antonio Mijares
5 meses hace

Ya era hora que alguien pusiera a esta gente en su lugar. Enhorabuena por el artículo.

Angela Gutiérrez
Angela Gutiérrez
5 meses hace

Magnífico, sí señor. El canon cebolleta es un gran hallazgo. Se les ve, dueños de su palacio de invierno…pero parece que han perdido las “chaves”.

Ana
Ana
5 meses hace

Esto ya es aburrido y ridículo. Chaves Nogales es la excusa; lo único que importa a toda esta panda es su propio ego.

Pablo Morales
Pablo Morales
5 meses hace
Responder a  Ana

Y tú ¿por qué los lees si es tan aburrido y ridículo?

Ana
Ana
5 meses hace
Responder a  Pablo Morales

Porque admiro a Chaves Nogales, y pienso —al ver la fotografía— que quizá en algún momento alguien hablará sobre su obra. Un error por mi parte, supongo.

Pablo Morales
Pablo Morales
5 meses hace

“El problema no es que usted escriba bien —eso nadie lo discute…”

Eso lo discute por lo menos todo aquel que haya leído atentamente algunas páginas de algún volumen de su “Salón de pasos perdidos”. Ejemplos del estilo de Trapiello:

“Creo que salió UNO ganando, porque ESTUVE luego en casa”

“le HE PREGUNTADO a mi amigo si podía venir a contarlo a este cuaderno, y LE HA DICHO A UNO que sí. ”

“ME LO DIO sin MIRARLE A UNO a los ojos”

“para que LOS CLIENTES no sientan pena de tener que dar tanto dinero por hacer que le remolquen A UNO.”

“Nunca LEE UNO ni ESCRIBE si ESCUCHA música, no PUEDE HACER UNO las dos cosas al mismo tiempo, o LEE o ESCUCHA música, y lo mismo cuando ESCRIBO (sic).”

“También le habría gustado a UNO decirle que cuando se tiene la opinión que tiene UNO del noventa y cinco por ciento de los colegas, del noventa y seis por ciento de los editores y del noventa y ocho por ciento de los críticos, lo normal es no estar traducido a ninguna lengua, pues bastaría que pidieran informes a UNO solo de ese noventa y cinco, noventa y seis o noventa y ocho por ciento para corroborar que la opinión que tienen sobre UNO no es mejor que la que UNO tiene de todos ellos, y aunque las traducciones puedan llegar en algún momento, será difícil que cambie UNO la idea de los porcentajes. Pero siendo la primera vez, no tenía UNO confianza para hablar de tantos por ciento…”

Y eso sólo hojeando al azar uno de los volúmenes de su falso diario.

Última edición 5 meses hace por Pablo Morales
Moliner, J.
Moliner, J.
5 meses hace

Sr. Ángel Luis Fernández. Su artículo es una gran decepción. ¡Puras patadas de ahogado! Y tener que soportar: ‘editor y consejero delegado de Jot Down’. ¿A esto le llama argumentar, defenderse…? No tiene talla. Lea el debate que genera y después me cuenta algo inteligente… Si puede. Gracias.

Laura Domínguez
Laura Domínguez
5 meses hace
Responder a  Moliner, J.

¿Talla o canon cebolleta? ¿Talla o permiso de esos custodios? Cada día una sorpresa. Y siempre el lenguaje sucio, de insulto, muy al estilo de todos los comentarios que vienen de la “familia” Renacimiento.

Angela Gutiérrez
Angela Gutiérrez
5 meses hace
Responder a  Moliner, J.

La Editorial Resentimiento