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El Heavy del Bigotón y la nube

El Heavy del Bigotón y la nube

Si en el siglo XXI son, entre otros, los discos del Heavy del Bigotón los que están en esa nube en la que ningún músico quiere que su obra esté alojada, en 1979 era la música disco la que ascendía a los cielos, concretamente el 12 de julio durante la conocida como Disco Demolition Night. 

—Disco sucks! —gritaban las miles de personas congregadas en el estadio Comiskey Park de Chicago por Steve Dahl, quien acababa de acceder al césped en un jeep y vestido de militar. 

Dahl era un disc jockey radiofónico que había perdido su empleo cuando la emisora en la que trabajaba comenzó a dedicar toda su programación a la música disco. Eso acrecentó su odio a los bajos sincopados, las secciones de cuerda y vientos, los falsetes y todo aquello que te hiciera mover el esqueleto, expresión por entonces novedosa. Así que había organizado ese aquelarre para montar una pira donde, durante el descanso del partido entre los White Sox y los Detroit Tigers, ardieran miles de LPs de Bee Gees, ABBA, Dona Summer o Sister Sledge.

Y allí, entre el público, se encontraba el Heavy del Bigotón, temiendo ver entre las llamas aquel álbum suyo del año anterior en el que había coqueteado con el sonido disco: Rock Night, Disco Days. Pero no había sido el único: rockeros como Kiss, Rod Stewart o Rolling Stones también habían mezclado esas influencias con sus guitarras, demostrando una amplitud de miras que no demostraban seguidores como los que ahora provocaban unos disturbios que habían obligado a la intervención policial. El Heavy había ido allí pensando que nadie iba a quemar ningún vinilo y todo iba a quedar en una gamberra y divertida reivindicación del viejo rock and roll, pero torció el gesto cuando empezaron las llamas, y se marchó cuando vio que también se quemaban obras de músicos negros que ninguna relación tenían con las pistas de baile.

—Hey, el Heavy del Bigotón —un joven le había reconocido—. Vente a quemar unos discos con nosotros, tío.

—¡A la mierda! —fue su respuesta, con ese curioso castellano con acento maño que había adquirido durante su estancia en España.

Y estoy seguro de que regresó a su hotel pensando en que es difícil encontrar algo positivo en el ser humano cuando este renuncia a su individualidad para transformarse en parte de una muchedumbre vociferante: quizás por eso, para no ser confundido con un villano, en los cómics de Marvel a Hulk ya no se le traduce como La Masa, y quizás por eso también, cuando vemos a la criatura de Frankenstein ser perseguida por un gentío de portadores de antorchas, nosotros nos ponemos del lado del monstruo.

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