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El humor como mecanismo de supervivencia

El humor como mecanismo de supervivencia

Tras su exitoso estreno en el pasado Festival de Málaga y su primera temporada en el Teatro Quique San Francisco, Esta sí tenemos que bailarla, la obra teatral más reciente de Nando López (publicada por Dos Bigotes), vuelve a los escenarios, esta vez a los Teatros Luchana).

En este making of sus protagonistas, Eva Egido y Rocío Vidal, que también son —respectivamente— directora y productora de la función, nos cuentan cómo fue el proceso creativo de Esta sí tenemos que bailarla.

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Esta sí tenemos que bailarla nace de las ganas de celebrar la amistad, nuestra amistad. De las ganas de reírnos de nosotras mismas, de pensarnos en estos 40 y de compartir en un proyecto las cosas que más nos unen: el humor, la lealtad, las ganas de meternos en todos los barros y el derecho a ser imperfectas. Quizá esa libertad en lo creativo solo podíamos encontrarla en un proyecto común, en una compañía —Todo al tres— cuyo anhelo ya asomaba desde que nos encontráramos los tres, allá por 2016 para contar una historia más que necesaria sobre la salud mental y el suicidio en los jóvenes, aquel #malditos16 en el Centro Dramático Nacional que devolvió las funciones escolares al María Guerrero y que a falta de políticas de salud mental accesibles y realistas, aún sigue vigente.

Con una idea muy clara de unir lo urgente con lo personal, así como lo social y lo poético, esta apuesta que es Todo al tres necesitaba de un primer arranque que prendiera de algo muy propio y cercano, como un ejercicio de honestidad y transparencia donde transformar el discurso en una vivencia única y real, conectándonos de una manera directa con el público, sin pliegues ni censuras.

"Luego llegaron los personajes. Empezar a concebir posibles biografías para Diana y Leyre. Su pasado y su presente. Sus grietas"

Para encontrar esa verdad era muy importante buscarla desde una escritura que naciera del juego, de la investigación y, por qué no, de la irreverencia (¿quién ha dicho que a los 40 ya no se pueden quemar contenedores, o lo que haga falta?). El texto parte de un taller: unos días en los que nos juntamos a compartir vivencias, emociones, reflexiones y experiencias.

Hay tanto de las tres en esas líneas… En uno de los primeros ejercicios teníamos que traer ideas de cosas que podrían pasar en una noche de fiesta. Fueron sesiones divertidísimas llenas de anécdotas vividas o imaginadas que acabaron tejiendo la estructura de acción de nuestra obra.

Photography @ruvebal

Luego llegaron los personajes. Empezar a concebir posibles biografías para Diana y Leyre.

Su pasado y su presente. Sus grietas. Las mentiras que se han contado a sí mismas y cómo se irán desvelando a lo largo de la noche en esa resistencia por volver a casa y asumir su realidad en crisis.

"Por las reacciones del público en su primera temporada no parece que estemos solas: agradecían y aplaudían la crudeza y la realidad, las dudas y el asombro y siempre, el humor"

Las fuimos investigando y construyendo hasta llegar a conocerlas en profundidad. Y aunque vendrán de contextos y realidades completamente distintos, si hay algo que comparten es el humor con su capacidad transformadora como mecanismo de supervivencia. A pesar de estar atravesando situaciones personales muy difíciles, las dos encontrarán en esa disposición para reírse de todo y de sí mismas, la posibilidad de abrazar sus propias imperfecciones y conflictos y el modo de seguir adelante. Si algo tuvimos claro desde el principio, es que estas dos mujeres se tenían que divertir.

Y también que se acabarían desnudando y encontrando después de tanta huida.

Lo más importante que aprenderán esa noche es la posibilidad de reiniciarse. No importa la edad que tengas.

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Así, nuestra pieza acabó resultando una road movie (o road play, más bien) salvaje, honesta y canalla en la que dos mujeres en sus cuarenta deciden huir de sus vidas a vueltas con sus dudas, su nostalgia tramposa y sus ganas de vivirlo —y bebérselo— todo. Y por las reacciones del público en su primera temporada no parece que estemos solas: agradecían y aplaudían la crudeza y la realidad, las dudas y el asombro, y siempre el humor.

"Mientras que el cine puede mostrar escenarios cambiantes con facilidad, nosotras teníamos que limitarnos a un escenario fijo pero sin renunciar a la sensación de movimiento, de dinamismo, de viaje"

Las road movies han sido un género cinematográfico muy querido, por su capacidad para explorar la libertad, la aventura y la búsqueda de uno mismo a través de vastos paisajes y carreteras interminables. Sin embargo, llevar ese espíritu a los escenarios teatrales es una tarea desafiante (especialmente si no cuentas con un amplio presupuesto) que implica una adaptación cuidadosa para mantener la esencia del género en un formato narrativo completamente diferente.

Uno de los mayores desafíos es la limitación del espacio escénico. Mientras que el cine puede mostrar escenarios cambiantes con facilidad, nosotras teníamos que limitarnos a un escenario fijo pero sin renunciar a la sensación de movimiento, de dinamismo, de viaje.

Nuestra escenógrafa, Berta Navas, diseñó un único volumen giratorio capaz de adoptar diferentes configuraciones según las necesidades de cada escena: una barra de bar, un baño con espejo, una plataforma para go-gós, una camilla de hospital, un contenedor, una farola… También los taburetes jugarán a la versatilidad haciendo las veces de acomodo en bares, de taxis o de columpios en un parque.

Photography @ruvebal

Al igual que en las películas, la música en nuestra obra jugará un papel fundamental. El delicado trabajo de Rubén Vejabalbán ha sabido generar la atmósfera y el estado de ánimo preciso según el instante, ayudando a sumergir al espectador en la aventura, la melancolía, la emoción o el suspenso y acentuando la sensación de movimiento. Su propuesta se aleja de recreaciones realistas o efectos explícitos y consigue transportar al público y evocar una amplia gama de experiencias emocionales.

"Esta sí tenemos que bailarla ha resultado ser para nosotras un auténtico viaje. Un lugar para ayudarnos a entender quiénes somos, un espacio por el que seguir caminando y aprendiendo"

La iluminación y la programación de las barras LED también son de su autoría, con patrones de color y movimiento que generan atmósferas visuales que se adaptan perfectamente a la narrativa y el estado de ánimo de la obra, generando una dimensión estética impactante y crucial en la producción.

Y si hay algo que une de manera irremediable a una generación es su himno. Fran Perea, coproductor del espectáculo desde su compañía Feelgood Teatro, ha sabido captar la esencia y el espíritu de este viaje, haciendo un tema a medida (“Tenemos que bailarla”) que ya es uno de los más solicitados y coreados en su gira Uno más uno son veinte. Ese “sabes que ese instante no vuelve más” de su letra nos interpela, a pesar de los sueños perdidos, la melancolía y la fecha de caducidad que no dejan de recordarnos, nos pone en la mano la acción, el disfrute y el brindar por la vida, vengan como vengan dadas.

Esta sí tenemos que bailarla ha resultado ser para nosotras un auténtico viaje. Un lugar para ayudarnos a entender quiénes somos, un espacio por el que seguir caminando y aprendiendo.

Photography @ruvebal

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