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San Juan, de Max Aub: retrato de nuestra oscuridad

San Juan, de Max Aub: retrato de nuestra oscuridad

La editorial Renacimiento lanza su segunda edición (la séptima en total) de este clásico de las letras españolas de mediados del siglo XX, una de las obras más destacadas del exilio cultural republicano. La edición no sólo reconstruye con esmero el texto de Max Aub, sino que también recupera su recepción crítica y reconstruye los detalles de su estreno en el ya lejano 1998.

Max Aub, a quien nunca acabaremos de hacer justicia por mucho que nos esforcemos, pasó tres años internado en campos de concentración franceses y argelinos, entre 1939 y 1942, año en que pudo salir hacia México para tratar de reconstruir su trayectoria literaria. En San Juan, el autor reelabora la historia real de un grupo de refugiados judíos que huyeron de la Alemania nazi y fueron rechazados por todos los países, democráticos o no, a los que pidieron poder desembarcar. ¿Qué le interesaba a Aub de aquella historia, más allá de su evidente interés por señalar la barbarie fascista? Varias cosas: en primer lugar, culpar a la hipocresía de las potencias implicadas, incapaces no ya de combatir una ideología invasora y antihumana, sino de practicar la compasión más básica. Enrique Díez-Canedo, que escribió el prólogo de 1943, escribió: “San Juan es la imagen de nuestro mundo a la deriva, condenado sin apelación y abatido sin esperanza”. ¿Acaso no arrastramos hoy problemas parecidos, dramas idénticos? Octavio Paz, que reseñó la primera edición, señala con acierto que en esta obra no hay ningún héroe.

"El prologuista, Manuel Aznar, relaciona la tragedia de Max Aub con la Numancia de Cervantes, escrita hacia 1585. Una filiación bien vista, puesto que Aub escribió sobre Cervantes"

Por desgracia, el tema está de actualidad. Nosotros no queremos mirar las riadas humanas que suben hacia el norte a través de Centroamérica, ni parecen interesarnos los centenares y miles de refugiados que se ahogan cerca de nuestras costas. El problema no desaparece, más bien se agrava. En Grecia parece que algunos políticos con poder y sin cerebro acusan a los refugiados de encender fuegos devastadores. Mientras leo San Juan, el Reino Unido habilita un barco cárcel para albergar a él a cientos de recién llegados que viven en el limbo: no hay manera de que se resuelvan sus peticiones de asilo. Un paralelismo trágico con estos personajes de Aub que acaban pereciendo en el Mediterráneo en un barco viejo despreciado por todos. Uno de ellos, Bernheim, se plantea unas preguntas que encajarían sorprendentemente bien en la época actual: “¿Qué peligro representamos para la humanidad! ¿Eh? ¡Qué peligro para América! ¡Qué peligro para Inglaterra! ¡Qué peligro para Turquía!”; y luego detalla la composición interna del personaje colectivo que malvive en las entrañas del San Juan: “Seis contables, ciento cuarenta comerciantes, cincuenta y tres abogados, dos rabinos, veinte agricultores, ciento y pico dependientes de comercio, tres directores de escena, seis periodistas, doscientos viejos y viejas que ya no pueden con su alma, treinta y cinco niños…! ¿Es que el Brasil no es bastante grande? ¿Ya no cabe nadie en Palestina?”. Es la nómina de los que van a morir, en 1938, a causa de una mezcla de odio racial y negligencia mortal.

El prologuista, Manuel Aznar, relaciona la tragedia de Max Aub con la Numancia de Cervantes, escrita hacia 1585. Una filiación bien vista, puesto que Aub escribió sobre Cervantes en el cuarto número de Hora de España (abril de 1937), y se trata de dos textos corales que analizan el dolor, la angustia y la ira desde una posición multiperspectivista. Además, Aub dijo en México que el teatro español era el pueblo español, porque desde hacía siglos había reflejado de una forma viva y accesible sus sueños, ambiciones y naufragios.

"Al final, sólo se salvan un puñado de chicos comunistas que mantienen la disciplina grupal y abandonan a nado el buque, a tiempo, unas horas antes de que se hunda"

Aznar, que recoge y reconstruye en este volumen no sólo la obra publicada en 1943 sino también la recepción crítica que tuvo el libro y además la historia de su estreno mundial en la Valencia de 1998, escribe que “entre los aciertos dramatúrgicos de Aub en San Juan habría que resaltar que uno de ellos reside en la propia caracterización de ese personaje coral, pues entre el pueblo judío, aunque víctima histórica de una situación política trágica, existen intereses contrapuestos que se vinculan a la clase social a la que los distintos personajes pertenecen. Así, por ejemplo, al otrora poderoso banquero Bernheim el resto del pasaje le parece “morralla”. El autor no es nada maniqueo, excepto en el contraste moral que ofrecen el capitán del barco, modelo de coherencia moral y valores de buen marino, y el banquero Bernheim, que cree que puede comprarlo todo (y se lleva una amarga decepción). Algunos judíos embarcados “comparten los valores de sus verdugos”, según palabras del prologuista, porque también son racistas o intransigentes. Lía y Chene, padres de Raquel, son cerril y totalmente tradicionalistas y xenófobos. Para Max Aub, la “raza” judía era una entelequia. Lo dejó anotado en su entrada de diario el 1 de enero de 1967: lo judío sólo podía ser delimitado a través de una religión, y a ella habían ido a parar elementos humanos de toda índole y procedencia. Los asuntos israelíes siempre le preocuparon.

Al final, sólo se “salvan” un puñado de chicos comunistas que mantienen la disciplina grupal y abandonan a nado el buque, a tiempo, unas horas antes de que se hunda. Efraím, que rompe con sus compañeros comunistas, se queda en el buque para extinguirse junto a su amada, Raquel; también se trata de una “salida” humanista, aunque más incoherente; en cualquier caso, Max Aub no juzga a esta pareja joven que coloca su compromiso amoroso por delante de todo lo demás, incluidas la familia y las opciones políticas.

"Recordemos que el autor había vivido en campos totalmente infrahumanos, habiendo viajado a Orán maniatado en una bodega infecta"

Quien más se fijó y mejor supo aprovechar los recursos aubianos fue el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, también, como Aub, un socialista humanista. Heredó su habilidad para jugar con los juegos lumínicos, para expresarse a través del binomio ceguera/visión, examinar desde cerca la angustia humana, contraponiendo el amor sencillo a los grandes relatos fraudulentos de la humanidad, y estudiando la vida humana desde una perspectiva marcadamente existencialista. Aub parece resumir su ideología última cuando uno de sus personajes afirma, cuando ya se va oteando el final: “Siempre se puede hacer algo, sea donde sea”, por muy horripilante que parezca el destino inmediato. Recordemos que el autor había vivido en campos totalmente infrahumanos, habiendo viajado a Orán maniatado en una bodega infecta. Buero escribió sobre “El teatro de Aub y su espera infinita” en el tercer número de la revista Cuadernos Americanos (mayo-junio de 1973). El pasaje de la pelea entre dos viejos por una cuchara (pág.149) marca el momento más absurdo y beckettiano de la tragedia.

"¿Cómo se le pudo pasar a este reseñista que esos niños estaban jugando a la muerte unas pocas horas antes de morir?"

Sin embargo, lo más beckettiano de toda esta historia es que San Juan tardara un total de 55 años en poder ser estrenada en España, siendo vista por más de treinta mil espectadores en Valencia y Madrid. El escenógrafo, Castanheira, declaraba que quiso que el barco fuera “una cárcel, un laberinto, una aventura y una metáfora del mundo”.

Uno de los reseñistas de 1943, José Gelada, del periódico El Popular, no entendió el papel de los niños, con cuyos juegos se inicia el drama, y le pareció fuera de lugar. Pero está claro que el microcosmos sin angustia de los niños refleja circularmente el macrocosmos de los mayores. Erich, el comodoro y los demás niños y niñas juegan a lo que juegan también los adultos: a guerritas, a perseguirse, a organizarse bajo categorías militares, pero con consecuencias, claro está, mucho menos dramáticas. ¿Cómo se le pudo pasar a este reseñista que esos niños estaban jugando a la muerte unas pocas horas antes de morir? Y para colmo de profecías, Carlos, siempre malhumorado, exclama en un momento dado: “Un mundo de técnicos entorpece la civilización”. Max Aub ya había tomado nota de ello: ¿lo hemos entendido nosotros?

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Autor: Max Aub. Título: San Juan. Editorial: Renacimiento. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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