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El jardín de Kiev, un sueño y una reivindicación

El jardín de Kiev, un sueño y una reivindicación

Hace once años, tuve un sueño. En él, encontraba un libro y lo leía. Se titulaba Nueve noches en el jardín de Kiev. Entonces, Kiev era una ciudad lejana que nos sonaba exótica, un lugar perfecto para situar una historia que mi inconsciente o subconsciente o vaya usted a saber quién urdió sobre unos, a priori, simples pilares: un jardín, un viejo guardián y un par de chiquillos que se contaban historias.

Pero nada fue fácil. Durante diez años aquella idea evolucionó. Las noches se convirtieron en días y nació Nueve días en el jardín de Kiev. Creé cuentos y leyendas, realistas y mágicos, que Tatiana y el guarda explicaban a Sergei en un jardín a la vista de las cúpulas azules y doradas de Santa Sofía y San Miguel. Todos esos relatos, como un juego de matrioshkas, configuraban la Historia (con mayúsculas) del jardín, del misterioso bosque sin nombre del que provenía y, sobre todo, de la familia Borisov, que construyó el jardín y vivió en él, y se enfrentó al amor de un artista por Olga Ivana Borisova. Sergei no lo sabía, pero su vida se hallaba unida a las de todos aquellos personajes.

"La novela se ha cocido a fuego lento para convertirse en un homenaje a los bosques y a los árboles, al arte de contar historias. Al fin y al cabo, a la ficción"

Nueve días en el jardín de Kiev es ahora una realidad que Plaza y Janés acaba de publicar. Pero hoy Kiev tiene otras connotaciones. Parece que haya escrito un libro para aprovechar la fama momentánea de Kiev. Pero no es así. Si lo fuera, el jardín de Kiev estaría repleto de “historias trepidantes que te atraparían desde la primera página», como ocurre con la mayoría de novedades que nos encontramos hoy en las librerías.

Pero yo elegí otro camino. Los libros, como los jardines, necesitan su tiempo. Nueve días en el jardín de Kiev no es “trepidante”. Te atrapa poco a poco, como la hiedra que crece muy despacio entre los muros, sin que te des cuenta, para que después no haya forma de arrancarla. Igual que aquella idea procedente de un sueño se aferró a mí, la novela se ha cocido a fuego lento para convertirse en un homenaje a los bosques y a los árboles, al arte de contar historias. Al fin y al cabo, a la ficción.

"Quiero disfrutar y reivindicar una literatura que te atrape y te envuelva de otra manera, quiero vivir despacio, por siempre, en un refugio arropado por bosques misteriosos"

Nueve días en el jardín de Kiev no es fácil de clasificar. Posee un toque fantástico, pero sus pinceladas solo se aprecian al final. Lo han comparado con El principito, con Alicia en el país de las maravillas, con Herman Hesse o El jardín secreto

Kiev aguanta y se defiende en una guerra terrible. Y yo me resisto a que Nueve días en el jardín de Kiev sea aplastada por un aluvión de novedades trepidantes.

Quiero disfrutar y reivindicar una literatura que te atrape y te envuelva de otra manera, quiero vivir despacio, por siempre, en un refugio arropado por bosques misteriosos. Quiero, como los protagonistas de Nueve días en el jardín de Kiev, vivir en un jardín en paz, para siempre, en la ficción, rodeada por palabras que se desborden de las páginas y se arrastren despacio, como la hiedra, buscando arraigar en nuestros más oscuros rincones.

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Autora: Susana Vallejo. Título: Nueve días en el jardín de Kiev. Editorial: Plaza & Janés. VentaTodos tus libros, Amazon, FnacCasa del Libro.

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