Hasta que leí el libro Un pueblo en el Tercer Reich, de la escritora inglesa Julia Boyd, basado en el volumen que la autora alemana Angelika Patel había realizado para documentar la historia de su lugar natal, Oberstdorf, no conocía con detalle la transformación que los nazis provocaron en la forma de pensar y sobre todo cómo afectó a la vida diaria de las pequeñas ciudades.
Ese lugar me traía recuerdos de muchos principios de año, cuando TVE retransmitía el certamen de saltos de esquí de los “Cuatro Trampolines”, competición que se celebra en Navidad en Oberstdorf, Garmisch-Partenkirchen, Innsbruck y Bischofshofen.
Cuál fue mi sorpresa al descubrir que en ese pueblo del distrito de Alta Algovia, sito en la falda de la cordillera de los Alpes y cuyos habitantes vivían de la ganadería, de la agricultura de altura y, desde finales del siglo XIX, de un próspero negocio de turismo alpino y de la hostelería que llevaba aparejada la existencia de un balneario, en Oberstdorf y comarca, se llegó a gestar, a pesar de su aislamiento, un microcosmos del Tercer Reich.
El libro relata, gracias a la gran cantidad de documentación pública y privada conservada —actas municipales, archivos de asociaciones, prensa local y cientos de cartas de los habitantes con sus familiares enrolados en el ejército nazi—, las vicisitudes de la vida cotidiana. Incluso se conservan dos diarios que narran los sentimientos de dos vecinos obligados a servir en el frente.
Las autoras analizan meticulosamente cómo era la vida en Oberstdorf desde la Primera Guerra Mundial y cómo las duras condiciones del Tratado de Versalles —casi inasumibles para el pueblo alemán— derivaron en frustración, rencor y en un caldo de cultivo que permitió a Hitler presentar sus postulados como una salida digna. Con el ascenso del nacionalsocialismo, Boyd y Patel muestran cómo gentes defensoras del orden y la tradición fueron progresivamente contaminadas por la propaganda y por los jerarcas nazis, hasta aceptar la imposición de una única forma de pensar. Esa infiltración, extendida como una mancha de aceite, llegó a los rincones, incluso a los más apartados, del territorio alemán.
Resulta especialmente llamativo que en un pueblo mayoritariamente católico donde convivían pacíficamente con los judíos locales y el resto de las confesiones religiosas el miedo al totalitarismo terminó dividiendo a la sociedad. Unos se sometieron pasivamente, otros aprovecharon la oportunidad de alinearse con el poder, y unos pocos —valientes y dignos— resistieron para no consentir un mundo gobernado por el miedo, el terror y la injusticia.
El libro recorre todos los hechos históricos que sacudieron Europa durante la Segunda Guerra Mundial, mostrando con minuciosidad cómo los habitantes de Oberstdorf pasaron de la ilusión inicial a la frustración y el temor al futuro, arrastrados por los crímenes del régimen Nazi y las consecuencias de la derrota.
Las autoras, basándose en el estudio e investigación de los prolijos expedientes encontrados, consiguen un relato bien estructurado y lleno de testimonios reveladores que reflejan los sentimientos que llenaron sus vidas. También destacan el final de la guerra y las distintas repercusiones, según el grado de implicación, que tuvieron los habitantes en los tiempos previos al armisticio.
Considero que Un pueblo en el Tercer Reich es uno de esos libros apasionantes e imprescindibles para comprender el fenómeno fascista y cómo el fanatismo logra imponerse incluso en comunidades que solo deseaban vivir en paz. Ningún hogar, por remoto que se encontrase, quedó libre del sufrimiento que la maldad y el horror pueden provocar, con un impacto devastador en la vida de personas pacíficas que solo aspiraban a la felicidad, prosperidad y tranquilidad.
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Autoras: Julia Boyd y Angelika Patel. Traductora: Claudia Casanova. Título: Un pueblo en el Tercer Reich. Editorial: Ático de los Libros. Venta: Todos tus libros.


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