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El materialismo militante y otros textos, de Lenin

El materialismo militante y otros textos, de Lenin

La figura de Lenin está rodeada de tópicos, exageraciones e intereses creados. Por eso es importante conocer su visión del mundo de primera mano. La editorial Libros Corrientes ha compilado una selección de 25 textos breves en los que Vladimir Ilich Uliánov, popularmente conocido como Lenin, explicó su visión de la cuestión nacional, la autodeterminación, la libertad de prensa, etc.

En Zenda ofrecemos la primera pieza de cuantas aparecen en El materialismo militante y otros textos (Libros Corrientes), de Lenin.

***

TRES FUENTES Y TRES PARTES INTEGRANTES DEL MARXISMO

Prosveschenie, n.º 3, marzo de 1913

La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad y el mayor odio de toda la ciencia burguesa (tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una «secta nefasta». Y no puede esperarse otra actitud, pues en una sociedad erigida sobre la lucha de clases no puede haber una ciencia social «imparcial». De un modo o de otro, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar una ciencia imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada sería la misma pueril ingenuidad que esperar de los fabricantes imparcialidad en cuanto a la conveniencia de aumentar los salarios de los obreros, en detrimento de las ganancias del capital.

Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de las ciencias sociales enseñan con toda claridad que no hay nada en el marxismo que se parezca al «sectarismo», en el sentido de una doctrina encerrada en sí misma, rígida, surgida al margen del camino real del desarrollo de la civilización mundial. Al contrario, el genio de Marx estriba, precisamente, en haber dado solución a los problemas planteados antes por el pensamiento avanzado de la humanidad. Su doctrina apareció como continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía, la economía política y el socialismo.

La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta. Es completa y armoniosa, dando a los hombres una concepción del mundo íntegra, intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el sucesor natural de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés.

Vamos a detenernos brevemente en estas tres fuentes del marxismo, que son, a la vez, sus tres partes integrantes.

I

La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de toda la historia moderna de Europa, y especialmente a fines del siglo XVIII, en Francia; donde se libró la batalla decisiva contra toda la basura medieval, contra el feudalismo en las instituciones y en las ideas, el materialismo demostró ser la única filosofía consecuente, fiel a todos los principios de las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia trataban con todas sus fuerzas de «refutar», de minar, de calumniar el materialismo, y defendían las diversas formas del idealismo filosófico, que se reduce siempre, de un modo o de otro, a la defensa o al apoyo de la religión.

Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba todo cuanto fuera desviarse de él. Donde con mayor claridad y detalle aparecen expuestas sus opiniones, es en las obras de Engels, Ludwig Feuerbach y Anti-Dühring, que —al igual que el Manifiesto Comunista— son libros que no deben faltar en las manos de ningún obrero consciente.

Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino que llevó más lejos la filosofía. La enriqueció con adquisiciones de la filosofía clásica alemana, especialmente del sistema de Hegel, que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. La principal de estas adquisiciones es la dialéctica, es decir, la doctrina del desarrollo de su forma más completa, más profunda y más exenta de unilateralidad, la doctrina de la relatividad del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en constante desarrollo. Los novísimos descubrimientos de las ciencias naturales —el radio, los electrones, la transformación de los elementos— han confirmado de un modo admirable el materialismo dialéctico de Marx, a despecho de las doctrinas de los filósofos burgueses, con sus «nuevos» retornos al viejo y podrido idealismo.

Marx profundizó y desarrolló el materialismo filosófico, lo llevó a su término e hizo extensivo su conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una conquista formidable del pensamiento científico. Al caos y a la arbitrariedad, que hasta entonces imperaban en las concepciones relativas a la historia y a la política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo de un tipo de vida social se desarrolla, en virtud del crecimiento de las fuerzas productivas, otro más alto, como del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.

Del mismo modo que el conocimiento del hombre refleja la naturaleza, que existe independientemente de él, es decir, la materia en desarrollo, el conocimiento social del hombre (es decir, las diversas opiniones y doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, etc.) refleja el régimen económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura que se alza sobre la base económica. Así vemos, por ejemplo, cómo las diversas formas políticas de los Estados europeos modernos sirven para reforzar la dominación de la burguesía sobre el proletariado.

La filosofía de Marx es el materialismo filosófico acabado, que ha dado una formidable arma de conocimiento a la humanidad y, sobre todo, a la clase obrera.

II

Una vez hubo comprobado que el régimen económico es la base sobre la que se alza la superestructura política, Marx se entregó sobre todo al estudio atento de este régimen económico. La obra principal de Marx, El capital, está consagrada al estudio del régimen económico de la sociedad moderna, es decir, de la sociedad capitalista.

La economía política clásica anterior a Marx se había formado en Inglaterra, en el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo sentaron en sus investigaciones del régimen económico los fundamentos de la teoría del valor por el trabajo. Marx prosiguió su obra, fundamentando con toda precisión y desarrollando consecuentemente esa teoría, y poniendo de manifiesto que el valor de toda mercancía lo determina la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción.

Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones entre personas. El cambio de mercancías expresa el lazo establecido por mediación del mercado entre los distintos productores. El dinero indica que este lazo se hace más estrecho, uniendo indisolublemente en un todo la vida económica de los distintos productores. El capital significa un mayor desarrollo de este lazo: la fuerza de trabajo del hombre se transforma en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de la fábrica o de los instrumentos de trabajo. Una parte de la jornada la emplea el obrero en cubrir el coste del sustento suyo y de su familia (salario); durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista.

La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la doctrina económica de Marx.

El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al obrero, arruina al pequeño patrono y crea un ejército de parados. En la industria, el triunfo de la gran producción se advierte en seguida, pero también en la agricultura nos encontramos con ese mismo fenómeno: aumenta la superioridad de la gran agricultura capitalista, crece el empleo de maquinaria, la hacienda campesina cae en las garras del capital financiero, languidece y se arruina bajo el peso de la técnica atrasada. La decadencia de la pequeña producción reviste en la agricultura otras formas, pero esa decadencia es un hecho indiscutible.

Al aplastar a la pequeña producción, el capital hace aumentar la productividad del trabajo y crea una situación de monopolio para los consorcios de los grandes capitalistas. La misma producción va adquiriendo cada vez más un carácter social —cientos de miles y millones de obreros son articulados en un organismo económico coordinado—, mientras que el producto del trabajo común se lo apropia un puñado de capitalistas. Crecen la anarquía de la producción, las crisis, la loca carrera en busca de mercados, la escasez de medios de subsistencia para las masas de la población.

Al aumentar la dependencia de los obreros respecto al capital, el régimen capitalista crea la gran potencia del trabajo asociado.

Marx va siguiendo la evolución del capitalismo desde los primeros gérmenes de la economía mercantil, desde el simple trueque, hasta sus formas más altas, hasta la gran producción.

Y la experiencia de todos los países capitalistas, tanto de los viejos como de los nuevos, hace ver claramente cada año a un número cada vez mayor de obreros la exactitud de esta doctrina de Marx.

El capitalismo ha vencido en el mundo entero, pero esta victoria no es más que el preludio del triunfo del trabajo sobre el capital.

III

Cuando el régimen de la servidumbre fue derrocado y vio la luz la «libre» sociedad capitalista, en seguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y explotación de los trabajadores. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra ella, comenzaron inmediatamente a surgir diversas doctrinas socialistas. Pero el socialismo originario era un socialismo utópico. Criticaba a la sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción, fantaseaba acerca de un régimen mejor, quería convencer a los ricos de la inmoralidad de la explotación.

Pero el socialismo utópico no podía señalar una salida real. No sabía explicar la naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes de su desarrollo, ni encontrar la fuerza social capaz de emprender la creación de una nueva sociedad.

Entretanto, las tomentosas revoluciones que acompañaron en toda Europa, y especialmente en Francia, la caída del feudalismo, de la servidumbre de la gleba, hacían ver cada vez más palpablemente que la base de todo el desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clases.

Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase feudal fue alcanzada sin desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó sobre una base más o menos libre, más o menos democrática, sin una lucha a vida o muerte entre las diversas clases de la sociedad capitalista.

El genio de Marx está en haber sabido deducir de ahí y aplicar consecuentemente antes que nadie la conclusión implícita en la historia universal. Esta conclusión es la doctrina de la lucha de clases.

Los hombres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del engaño propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a discernir, detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los partidarios de reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de unas u otras clases dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y organizar para la lucha a los elementos que puedan —y, por su situación social, deban— formar la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo.

Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que han vegetado hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real del proletariado en el régimen general del capitalismo.

En el mundo entero, desde Norteamérica hasta el Japón y desde Suecia hasta el África del Sur, se multiplican las organizaciones independientes del proletariado. Este se instruye y se educa manteniendo su lucha de clase, se despoja de los prejuicios de la sociedad burguesa, adquiere una cohesión cada vez mayor, aprende a medir el alcance de sus éxitos, templa sus fuerzas y crece irresistiblemente.

—————————————

Autor: Vladímir Ilich Uliánov, Lenin. Título: El materialismo militante y otros textosEditorial: Libros Corrientes. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Gonzalo Casanova
Gonzalo Casanova
2 meses hace

¿GAUCHE DIVINE HOY?

Acabo de terminar el artículo de Muñoz Molina sobre los Fantasmas Leninistas, Nuevos según él, y me ha gustado mucho; aparte de por su valía, porque entiendo muy bien de qué época e ideario está hablando, ya que somos de la misma quinta.
Desde joven me he preguntado, y lo sigo haciendo machaconamente, por qué el marxismo tiene tanto tirón entre los intelectuales progres, y sigo sin encontrar una respuesta nítida, que satisfaga al racionalista ilustrado. Pero no me rindo en la pesquisa. Una conjetura de siempre para mí, es la de que la “clase” intelectual es tan opuesta a la de los emprendedores como la obrera, de modo que hallaríamos aquí lo de “el ser social determina la conciencia” marxiano; es la perspectiva de uno de letras, pero es patente que he leído p.ej. a Schumpeter y Ayn Rand.
Otra especulación (no bursátil, sino mental), que ofrezco como asunto de investigación a los psicólogos, es la de que existe en el ser humano (en muchos) una pulsión, innata clara, para rechazar el grupo al que se pertenece, para “matar al padre” como se decía en mi época (ahora también creo); junto a ello otra inclinación invencible para apoyar, al menos teóricamente, a los desfavorecidos, a los humillados y ofendidos, a los desamparados, demostrando así que aunque uno sea de posición acomodada posee sentido de la justicia …, ¡que uno es guay vamos!, y no un holgazán hijo de papá, chupóptero e inútil! La imagen, la pose, es fundamental en este grupo de privilegiados, no sólo dinerariamente, sino intelectualmente (según ellos). Bueno, esta línea de argumentación es ya mucho hipotetizar, así que mejor se lo dejo a los analistas de la psique.
El caso, bien constatado empíricamente, es que la economía política marxista ha sido aceptada mayoritariamente por los pensadores (?), no sólo durante Franco, sino en todo Occidente hoy, donde el lema es el Pensamiento Único; el apelativo se las trae, desde luego. Y además nos presenta un rasgo primordial de la Corrección Política, que es el de poseer, mejor dicho ser, la Verdad, absoluta, total, incombustible. Los que no la aceptamos, somos no sólo ignorantes, sino culpables, y por tanto condenables al ostracismo social/político/geográfico o periodístico. El consuelo es que en épocas pretéritas se nos achicharraba: algo hemos ganado, con la civilización, o con la modernidad. Y es que, desde luego, si un tipo rechaza la Verdad es un hiperimbécil, o un irredimible pecador; en ambas situaciones, ¡debe ser fulminado!, por su propio bien, el de su alma (si la posee, si la hay), y el de la colectividad, la cual no puede permitirse amamantar a semejantes individuos.
Sí, sí, soy de esa tropa que se toma en serio lo de Juan Aranzadi, lo de que el marxismo es en el fondo un milenarismo; ¡pero eso es otra historia, para otro día! En cualquier caso mucho se ha escrito sobre el proselitismo y carácter misionero & soteriológico de los intelectuales comunistas; es para pensarlo también, y continuar generando elucubraciones, explicativas.
Y respecto al debate, antiguo de verdad, fondo vs. forma, también hay mucho que “suponer”. Tengo muy vívido en mi coco que la izquierda posmoderna, la del 68 como me gusta llamarla porque así la ubico mejor, era una teoría omnicomprensiva; ello significa que a partir de la teoría del valor-trabajo (¡cuánto se ha polemizado sobre esto!) es capaz de explicar toda la realidad social, incluyendo las creencias religiosas y el arte. ¡Pues es mucho deducir de tan sencillo postulado!, he replicado siempre, y hoy más todavía, más estentóreamente.
Reducir todo el modelo mítico de pensamiento, es decir leyendas, fábulas, héroes, credos, a la cantidad de trabajo incrustado en una mercancía, me parece ir muy lejos, muy rápido, y sin cinturón de seguridad. Y lo mismo afirmo acerca de la “reducción” del arte; éste es bueno si sirve a la revolución comunista, con lo cual su esencia es el Mensaje, y la forma es indiferente (inverosímil, para entendernos).
El veredicto por consiguiente es que una pintura, escultura, grabado, largometraje, pieza musical etc. es Arte si se acomoda a la economía política marxista, lo cual significa mostrar la Verdad. Todo lo que no se ajuste a esta plantilla es decadente, fútil, feo, “irrelefante”, vacuo, y hasta incluso ¡incluso!, en una palabra (redoble de escalofriantes timbales), ¡Burgués! Porque no existe sobre la faz del planeta, ni de la comunidad humana, nada más malo, más peor, más pésimo que ser burgués. ¡Que me aspen (o me centrifuguen en la lavadora del pensamiento) si entiendo por qué los habitantes de Burgos tienen tan mala reputación!
Personalizando el tema, si me lo permiten Vds., juzgo el realismo soviético, especialmente en pintura, repetitivo, monótono, aherrojado por patrones (políticos), nada original, cero expresión individual (para muchos artistas pecado original, inexpiable), plomizo …, ¡vamos que no me gusta, que me aburre! Los de la izquierda radical me anatemizarán por valorar un producto artístico desde el mero gusto, sensorial & personal, y no desde la torre vigía de la Marcha del Proletariado hacia la Sociedad Sin Clases. En fin, yo, y un montonazo de muchos otros, estamos situados a un nivel más bajo que los bolcheviques: Dios (o Lenin) nos tenga en su Gloria. En mi apología argumento, nada creativamente, que veo el Arte como “aisthesis”, lo que agrada a la sensación, no a la Lucha de Clases, y no pienso cambiar.
Vayamos ahora al Fondo del asunto, al corazón de la cuestión que diría mi admirado Graham Greene (¡gran artista!). Los filósofos, y muchos críticos, remachan que número de temas (argumentos) es limitado. Aquéllos, como es notorio, habitualmente citan: el dinero (Marx), el poder (Nietzsche), el sexo (Freud); yo tengo una pila de conocidos que añadirían lo Inevitable, lo Irremediable: los impuestos. Sea como fuera, no hay tantos grandes Asuntos, y como los artistas se focalicen sólo en ellos, como Contenido, ya saben, serán cargantes, hartan a las ovejas: más pesado que matar un cerdo a besitos.
Afortunadamente para los no-leninistas siempre, como a Bogie e Ingrid, nos quedará París, i.e. la forma …, en la que contamos la historia, o la Historia; las formas sí que son múltiples, variadas (no cansan), multiformes (¡uf!, lo borro: reiteración), exagerando, casi tantas como individuos (¡no estoy aludiendo a géneros, en LGTB!). Si me cuentas el relato de otra “forma”, ¡pues hay no es el mismo! Porque siempre objeto/medio/fuerza de trabajo, medios de producción, infraestructura económica y similares para explicar el opio del pueblo, la pintura decadente, la escultura pequeñoburguesa, la música alienante, el largometraje capitalista, la arquitectura explotadora etc., pues fatigan los sentidos, y la cocorota.
Como soy un irremediable cinéfilo, desde hace tiempo ejemplifico todo esto como Jeanne Dielman vs. Ciudadano Kane. En un producto del séptimo arte que me den poco de mensaje revolucionario, desalienante, y mucho de: tomas largas con desplazamiento, contrapicado, plano holandés/cenital, proporción áurea, simetría & armonía, montaje en paralelo/rápido, cámara en ángulo bajo, claroscuro, encuadre bien configurado, tempo, imagen-pintura etc. Forma, y más forma, y me entretendré, hallaré placer (sensorial e intelectual) estaré intrigado/expectante/sorprendido/boquiabierto/emocionado/compungido/incrédulo, pero nunca bostezante. En el Fondo la Forma es la libertad, de expresión, de individualidad, de creatividad; rasgo de las sociedades abiertas, como la nuestra, esperemos.

¿GAUCHE DIVINE HOY?

Acabo de terminar el artículo de Muñoz Molina sobre los Fantasmas Leninistas, Nuevos según él, y me ha gustado mucho; aparte de por su valía, porque entiendo muy bien de qué época e ideario está hablando, ya que somos de la misma quinta.
Desde joven me he preguntado, y lo sigo haciendo machaconamente, por qué el marxismo tiene tanto tirón entre los intelectuales progres, y sigo sin encontrar una respuesta nítida, que satisfaga al racionalista ilustrado. Pero no me rindo en la pesquisa. Una conjetura de siempre para mí, es la de que la “clase” intelectual es tan opuesta a la de los emprendedores como la obrera, de modo que hallaríamos aquí lo de “el ser social determina la conciencia” marxiano; es la perspectiva de uno de letras, pero es patente que he leído p.ej. a Schumpeter y Ayn Rand.
Otra especulación (no bursátil, sino mental), que ofrezco como asunto de investigación a los psicólogos, es la de que existe en el ser humano (en muchos) una pulsión, innata clara, para rechazar el grupo al que se pertenece, para “matar al padre” como se decía en mi época (ahora también creo); junto a ello otra inclinación invencible para apoyar, al menos teóricamente, a los desfavorecidos, a los humillados y ofendidos, a los desamparados, demostrando así que aunque uno sea de posición acomodada posee sentido de la justicia …, ¡que uno es guay vamos!, y no un holgazán hijo de papá, chupóptero e inútil! La imagen, la pose, es fundamental en este grupo de privilegiados, no sólo dinerariamente, sino intelectualmente (según ellos). Bueno, esta línea de argumentación es ya mucho hipotetizar, así que mejor se lo dejo a los analistas de la psique.
El caso, bien constatado empíricamente, es que la economía política marxista ha sido aceptada mayoritariamente por los pensadores (?), no sólo durante Franco, sino en todo Occidente hoy, donde el lema es el Pensamiento Único; el apelativo se las trae, desde luego. Y además nos presenta un rasgo primordial de la Corrección Política, que es el de poseer, mejor dicho ser, la Verdad, absoluta, total, incombustible. Los que no la aceptamos, somos no sólo ignorantes, sino culpables, y por tanto condenables al ostracismo social/político/geográfico o periodístico. El consuelo es que en épocas pretéritas se nos achicharraba: algo hemos ganado, con la civilización, o con la modernidad. Y es que, desde luego, si un tipo rechaza la Verdad es un hiperimbécil, o un irredimible pecador; en ambas situaciones, ¡debe ser fulminado!, por su propio bien, el de su alma (si la posee, si la hay), y el de la colectividad, la cual no puede permitirse amamantar a semejantes individuos.
Sí, sí, soy de esa tropa que se toma en serio lo de Juan Aranzadi, lo de que el marxismo es en el fondo un milenarismo; ¡pero eso es otra historia, para otro día! En cualquier caso mucho se ha escrito sobre el proselitismo y carácter misionero & soteriológico de los intelectuales comunistas; es para pensarlo también, y continuar generando elucubraciones, explicativas.
Y respecto al debate, antiguo de verdad, fondo vs. forma, también hay mucho que “suponer”. Tengo muy vívido en mi coco que la izquierda posmoderna, la del 68 como me gusta llamarla porque así la ubico mejor, era una teoría omnicomprensiva; ello significa que a partir de la teoría del valor-trabajo (¡cuánto se ha polemizado sobre esto!) es capaz de explicar toda la realidad social, incluyendo las creencias religiosas y el arte. ¡Pues es mucho deducir de tan sencillo postulado!, he replicado siempre, y hoy más todavía, más estentóreamente.
Reducir todo el modelo mítico de pensamiento, es decir leyendas, fábulas, héroes, credos, a la cantidad de trabajo incrustado en una mercancía, me parece ir muy lejos, muy rápido, y sin cinturón de seguridad. Y lo mismo afirmo acerca de la “reducción” del arte; éste es bueno si sirve a la revolución comunista, con lo cual su esencia es el Mensaje, y la forma es indiferente (inverosímil, para entendernos).
El veredicto por consiguiente es que una pintura, escultura, grabado, largometraje, pieza musical etc. es Arte si se acomoda a la economía política marxista, lo cual significa mostrar la Verdad. Todo lo que no se ajuste a esta plantilla es decadente, fútil, feo, “irrelefante”, vacuo, y hasta incluso ¡incluso!, en una palabra (redoble de escalofriantes timbales), ¡Burgués! Porque no existe sobre la faz del planeta, ni de la comunidad humana, nada más malo, más peor, más pésimo que ser burgués. ¡Que me aspen (o me centrifuguen en la lavadora del pensamiento) si entiendo por qué los habitantes de Burgos tienen tan mala reputación!
Personalizando el tema, si me lo permiten Vds., juzgo el realismo soviético, especialmente en pintura, repetitivo, monótono, aherrojado por patrones (políticos), nada original, cero expresión individual (para muchos artistas pecado original, inexpiable), plomizo …, ¡vamos que no me gusta, que me aburre! Los de la izquierda radical me anatemizarán por valorar un producto artístico desde el mero gusto, sensorial & personal, y no desde la torre vigía de la Marcha del Proletariado hacia la Sociedad Sin Clases. En fin, yo, y un montonazo de muchos otros, estamos situados a un nivel más bajo que los bolcheviques: Dios (o Lenin) nos tenga en su Gloria. En mi apología argumento, nada creativamente, que veo el Arte como “aisthesis”, lo que agrada a la sensación, no a la Lucha de Clases, y no pienso cambiar.
Vayamos ahora al Fondo del asunto, al corazón de la cuestión que diría mi admirado Graham Greene (¡gran artista!). Los filósofos, y muchos críticos, remachan que número de temas (argumentos) es limitado. Aquéllos, como es notorio, habitualmente citan: el dinero (Marx), el poder (Nietzsche), el sexo (Freud); yo tengo una pila de conocidos que añadirían lo Inevitable, lo Irremediable: los impuestos. Sea como fuera, no hay tantos grandes Asuntos, y como los artistas se focalicen sólo en ellos, como Contenido, ya saben, serán cargantes, hartan a las ovejas: más pesado que matar un cerdo a besitos.
Afortunadamente para los no-leninistas siempre, como a Bogie e Ingrid, nos quedará París, i.e. la forma …, en la que contamos la historia, o la Historia; las formas sí que son múltiples, variadas (no cansan), multiformes (¡uf!, lo borro: reiteración), exagerando, casi tantas como individuos (¡no estoy aludiendo a géneros, en LGTB!). Si me cuentas el relato de otra “forma”, ¡pues hay no es el mismo! Porque siempre objeto/medio/fuerza de trabajo, medios de producción, infraestructura económica y similares para explicar el opio del pueblo, la pintura decadente, la escultura pequeñoburguesa, la música alienante, el largometraje capitalista, la arquitectura explotadora etc., pues fatigan los sentidos, y la cocorota.
Como soy un irremediable cinéfilo, desde hace tiempo ejemplifico todo esto como Jeanne Dielman vs. Ciudadano Kane. En un producto del séptimo arte que me den poco de mensaje revolucionario, desalienante, y mucho de: tomas largas con desplazamiento, contrapicado, plano holandés/cenital, proporción áurea, simetría & armonía, montaje en paralelo/rápido, cámara en ángulo bajo, claroscuro, encuadre bien configurado, tempo, imagen-pintura etc. Forma, y más forma, y me entretendré, hallaré placer (sensorial e intelectual) estaré intrigado/expectante/sorprendido/boquiabierto/emocionado/compungido/incrédulo, pero nunca bostezante. En el Fondo la Forma es la libertad, de expresión, de individualidad, de creatividad; rasgo de las sociedades abiertas, como la nuestra, esperemos.
¿GAUCHE DIVINE HOY?

Acabo de terminar el artículo de Muñoz Molina sobre los Fantasmas Leninistas, Nuevos según él, y me ha gustado mucho; aparte de por su valía, porque entiendo muy bien de qué época e ideario está hablando, ya que somos de la misma quinta.
Desde joven me he preguntado, y lo sigo haciendo machaconamente, por qué el marxismo tiene tanto tirón entre los intelectuales progres, y sigo sin encontrar una respuesta nítida, que satisfaga al racionalista ilustrado. Pero no me rindo en la pesquisa. Una conjetura de siempre para mí, es la de que la “clase” intelectual es tan opuesta a la de los emprendedores como la obrera, de modo que hallaríamos aquí lo de “el ser social determina la conciencia” marxiano; es la perspectiva de uno de letras, pero es patente que he leído p.ej. a Schumpeter y Ayn Rand.
Otra especulación (no bursátil, sino mental), que ofrezco como asunto de investigación a los psicólogos, es la de que existe en el ser humano (en muchos) una pulsión, innata clara, para rechazar el grupo al que se pertenece, para “matar al padre” como se decía en mi época (ahora también creo); junto a ello otra inclinación invencible para apoyar, al menos teóricamente, a los desfavorecidos, a los humillados y ofendidos, a los desamparados, demostrando así que aunque uno sea de posición acomodada posee sentido de la justicia …, ¡que uno es guay vamos!, y no un holgazán hijo de papá, chupóptero e inútil! La imagen, la pose, es fundamental en este grupo de privilegiados, no sólo dinerariamente, sino intelectualmente (según ellos). Bueno, esta línea de argumentación es ya mucho hipotetizar, así que mejor se lo dejo a los analistas de la psique.
El caso, bien constatado empíricamente, es que la economía política marxista ha sido aceptada mayoritariamente por los pensadores (?), no sólo durante Franco, sino en todo Occidente hoy, donde el lema es el Pensamiento Único; el apelativo se las trae, desde luego. Y además nos presenta un rasgo primordial de la Corrección Política, que es el de poseer, mejor dicho ser, la Verdad, absoluta, total, incombustible. Los que no la aceptamos, somos no sólo ignorantes, sino culpables, y por tanto condenables al ostracismo social/político/geográfico o periodístico. El consuelo es que en épocas pretéritas se nos achicharraba: algo hemos ganado, con la civilización, o con la modernidad. Y es que, desde luego, si un tipo rechaza la Verdad es un hiperimbécil, o un irredimible pecador; en ambas situaciones, ¡debe ser fulminado!, por su propio bien, el de su alma (si la posee, si la hay), y el de la colectividad, la cual no puede permitirse amamantar a semejantes individuos.
Sí, sí, soy de esa tropa que se toma en serio lo de Juan Aranzadi, lo de que el marxismo es en el fondo un milenarismo; ¡pero eso es otra historia, para otro día! En cualquier caso mucho se ha escrito sobre el proselitismo y carácter misionero & soteriológico de los intelectuales comunistas; es para pensarlo también, y continuar generando elucubraciones, explicativas.
Y respecto al debate, antiguo de verdad, fondo vs. forma, también hay mucho que “suponer”. Tengo muy vívido en mi coco que la izquierda posmoderna, la del 68 como me gusta llamarla porque así la ubico mejor, era una teoría omnicomprensiva; ello significa que a partir de la teoría del valor-trabajo (¡cuánto se ha polemizado sobre esto!) es capaz de explicar toda la realidad social, incluyendo las creencias religiosas y el arte. ¡Pues es mucho deducir de tan sencillo postulado!, he replicado siempre, y hoy más todavía, más estentóreamente.
Reducir todo el modelo mítico de pensamiento, es decir leyendas, fábulas, héroes, credos, a la cantidad de trabajo incrustado en una mercancía, me parece ir muy lejos, muy rápido, y sin cinturón de seguridad. Y lo mismo afirmo acerca de la “reducción” del arte; éste es bueno si sirve a la revolución comunista, con lo cual su esencia es el Mensaje, y la forma es indiferente (inverosímil, para entendernos).
El veredicto por consiguiente es que una pintura, escultura, grabado, largometraje, pieza musical etc. es Arte si se acomoda a la economía política marxista, lo cual significa mostrar la Verdad. Todo lo que no se ajuste a esta plantilla es decadente, fútil, feo, “irrelefante”, vacuo, y hasta incluso ¡incluso!, en una palabra (redoble de escalofriantes timbales), ¡Burgués! Porque no existe sobre la faz del planeta, ni de la comunidad humana, nada más malo, más peor, más pésimo que ser burgués. ¡Que me aspen (o me centrifuguen en la lavadora del pensamiento) si entiendo por qué los habitantes de Burgos tienen tan mala reputación!
Personalizando el tema, si me lo permiten Vds., juzgo el realismo soviético, especialmente en pintura, repetitivo, monótono, aherrojado por patrones (políticos), nada original, cero expresión individual (para muchos artistas pecado original, inexpiable), plomizo …, ¡vamos que no me gusta, que me aburre! Los de la izquierda radical me anatemizarán por valorar un producto artístico desde el mero gusto, sensorial & personal, y no desde la torre vigía de la Marcha del Proletariado hacia la Sociedad Sin Clases. En fin, yo, y un montonazo de muchos otros, estamos situados a un nivel más bajo que los bolcheviques: Dios (o Lenin) nos tenga en su Gloria. En mi apología argumento, nada creativamente, que veo el Arte como “aisthesis”, lo que agrada a la sensación, no a la Lucha de Clases, y no pienso cambiar.
Vayamos ahora al Fondo del asunto, al corazón de la cuestión que diría mi admirado Graham Greene (¡gran artista!). Los filósofos, y muchos críticos, remachan que número de temas (argumentos) es limitado. Aquéllos, como es notorio, habitualmente citan: el dinero (Marx), el poder (Nietzsche), el sexo (Freud); yo tengo una pila de conocidos que añadirían lo Inevitable, lo Irremediable: los impuestos. Sea como fuera, no hay tantos grandes Asuntos, y como los artistas se focalicen sólo en ellos, como Contenido, ya saben, serán cargantes, hartan a las ovejas: más pesado que matar un cerdo a besitos.
Afortunadamente para los no-leninistas siempre, como a Bogie e Ingrid, nos quedará París, i.e. la forma …, en la que contamos la historia, o la Historia; las formas sí que son múltiples, variadas (no cansan), multiformes (¡uf!, lo borro: reiteración), exagerando, casi tantas como individuos (¡no estoy aludiendo a géneros, en LGTB!). Si me cuentas el relato de otra “forma”, ¡pues hay no es el mismo! Porque siempre objeto/medio/fuerza de trabajo, medios de producción, infraestructura económica y similares para explicar el opio del pueblo, la pintura decadente, la escultura pequeñoburguesa, la música alienante, el largometraje capitalista, la arquitectura explotadora etc., pues fatigan los sentidos, y la cocorota.
Como soy un irremediable cinéfilo, desde hace tiempo ejemplifico todo esto como Jeanne Dielman vs. Ciudadano Kane. En un producto del séptimo arte que me den poco de mensaje revolucionario, desalienante, y mucho de: tomas largas con desplazamiento, contrapicado, plano holandés/cenital, proporción áurea, simetría & armonía, montaje en paralelo/rápido, cámara en ángulo bajo, claroscuro, encuadre bien configurado, tempo, imagen-pintura etc. Forma, y más forma, y me entretendré, hallaré placer (sensorial e intelectual) estaré intrigado/expectante/sorprendido/boquiabierto/emocionado/compungido/incrédulo, pero nunca bostezante. En el Fondo la Forma es la libertad, de expresión, de individualidad, de creatividad; rasgo de las sociedades abiertas, como la nuestra, esperemos.
¿GAUCHE DIVINE HOY?

Acabo de terminar el artículo de Muñoz Molina sobre los Fantasmas Leninistas, Nuevos según él, y me ha gustado mucho; aparte de por su valía, porque entiendo muy bien de qué época e ideario está hablando, ya que somos de la misma quinta.
Desde joven me he preguntado, y lo sigo haciendo machaconamente, por qué el marxismo tiene tanto tirón entre los intelectuales progres, y sigo sin encontrar una respuesta nítida, que satisfaga al racionalista ilustrado. Pero no me rindo en la pesquisa. Una conjetura de siempre para mí, es la de que la “clase” intelectual es tan opuesta a la de los emprendedores como la obrera, de modo que hallaríamos aquí lo de “el ser social determina la conciencia” marxiano; es la perspectiva de uno de letras, pero es patente que he leído p.ej. a Schumpeter y Ayn Rand.
Otra especulación (no bursátil, sino mental), que ofrezco como asunto de investigación a los psicólogos, es la de que existe en el ser humano (en muchos) una pulsión, innata clara, para rechazar el grupo al que se pertenece, para “matar al padre” como se decía en mi época (ahora también creo); junto a ello otra inclinación invencible para apoyar, al menos teóricamente, a los desfavorecidos, a los humillados y ofendidos, a los desamparados, demostrando así que aunque uno sea de posición acomodada posee sentido de la justicia …, ¡que uno es guay vamos!, y no un holgazán hijo de papá, chupóptero e inútil! La imagen, la pose, es fundamental en este grupo de privilegiados, no sólo dinerariamente, sino intelectualmente (según ellos). Bueno, esta línea de argumentación es ya mucho hipotetizar, así que mejor se lo dejo a los analistas de la psique.
El caso, bien constatado empíricamente, es que la economía política marxista ha sido aceptada mayoritariamente por los pensadores (?), no sólo durante Franco, sino en todo Occidente hoy, donde el lema es el Pensamiento Único; el apelativo se las trae, desde luego. Y además nos presenta un rasgo primordial de la Corrección Política, que es el de poseer, mejor dicho ser, la Verdad, absoluta, total, incombustible. Los que no la aceptamos, somos no sólo ignorantes, sino culpables, y por tanto condenables al ostracismo social/político/geográfico o periodístico. El consuelo es que en épocas pretéritas se nos achicharraba: algo hemos ganado, con la civilización, o con la modernidad. Y es que, desde luego, si un tipo rechaza la Verdad es un hiperimbécil, o un irredimible pecador; en ambas situaciones, ¡debe ser fulminado!, por su propio bien, el de su alma (si la posee, si la hay), y el de la colectividad, la cual no puede permitirse amamantar a semejantes individuos.
Sí, sí, soy de esa tropa que se toma en serio lo de Juan Aranzadi, lo de que el marxismo es en el fondo un milenarismo; ¡pero eso es otra historia, para otro día! En cualquier caso mucho se ha escrito sobre el proselitismo y carácter misionero & soteriológico de los intelectuales comunistas; es para pensarlo también, y continuar generando elucubraciones, explicativas.
Y respecto al debate, antiguo de verdad, fondo vs. forma, también hay mucho que “suponer”. Tengo muy vívido en mi coco que la izquierda posmoderna, la del 68 como me gusta llamarla porque así la ubico mejor, era una teoría omnicomprensiva; ello significa que a partir de la teoría del valor-trabajo (¡cuánto se ha polemizado sobre esto!) es capaz de explicar toda la realidad social, incluyendo las creencias religiosas y el arte. ¡Pues es mucho deducir de tan sencillo postulado!, he replicado siempre, y hoy más todavía, más estentóreamente.
Reducir todo el modelo mítico de pensamiento, es decir leyendas, fábulas, héroes, credos, a la cantidad de trabajo incrustado en una mercancía, me parece ir muy lejos, muy rápido, y sin cinturón de seguridad. Y lo mismo afirmo acerca de la “reducción” del arte; éste es bueno si sirve a la revolución comunista, con lo cual su esencia es el Mensaje, y la forma es indiferente (inverosímil, para entendernos).
El veredicto por consiguiente es que una pintura, escultura, grabado, largometraje, pieza musical etc. es Arte si se acomoda a la economía política marxista, lo cual significa mostrar la Verdad. Todo lo que no se ajuste a esta plantilla es decadente, fútil, feo, “irrelefante”, vacuo, y hasta incluso ¡incluso!, en una palabra (redoble de escalofriantes timbales), ¡Burgués! Porque no existe sobre la faz del planeta, ni de la comunidad humana, nada más malo, más peor, más pésimo que ser burgués. ¡Que me aspen (o me centrifuguen en la lavadora del pensamiento) si entiendo por qué los habitantes de Burgos tienen tan mala reputación!
Personalizando el tema, si me lo permiten Vds., juzgo el realismo soviético, especialmente en pintura, repetitivo, monótono, aherrojado por patrones (políticos), nada original, cero expresión individual (para muchos artistas pecado original, inexpiable), plomizo …, ¡vamos que no me gusta, que me aburre! Los de la izquierda radical me anatemizarán por valorar un producto artístico desde el mero gusto, sensorial & personal, y no desde la torre vigía de la Marcha del Proletariado hacia la Sociedad Sin Clases. En fin, yo, y un montonazo de muchos otros, estamos situados a un nivel más bajo que los bolcheviques: Dios (o Lenin) nos tenga en su Gloria. En mi apología argumento, nada creativamente, que veo el Arte como “aisthesis”, lo que agrada a la sensación, no a la Lucha de Clases, y no pienso cambiar.
Vayamos ahora al Fondo del asunto, al corazón de la cuestión que diría mi admirado Graham Greene (¡gran artista!). Los filósofos, y muchos críticos, remachan que número de temas (argumentos) es limitado. Aquéllos, como es notorio, habitualmente citan: el dinero (Marx), el poder (Nietzsche), el sexo (Freud); yo tengo una pila de conocidos que añadirían lo Inevitable, lo Irremediable: los impuestos. Sea como fuera, no hay tantos grandes Asuntos, y como los artistas se focalicen sólo en ellos, como Contenido, ya saben, serán cargantes, hartan a las ovejas: más pesado que matar un cerdo a besitos.
Afortunadamente para los no-leninistas siempre, como a Bogie e Ingrid, nos quedará París, i.e. la forma …, en la que contamos la historia, o la Historia; las formas sí que son múltiples, variadas (no cansan), multiformes (¡uf!, lo borro: reiteración), exagerando, casi tantas como individuos (¡no estoy aludiendo a géneros, en LGTB!). Si me cuentas el relato de otra “forma”, ¡pues hay no es el mismo! Porque siempre objeto/medio/fuerza de trabajo, medios de producción, infraestructura económica y similares para explicar el opio del pueblo, la pintura decadente, la escultura pequeñoburguesa, la música alienante, el largometraje capitalista, la arquitectura explotadora etc., pues fatigan los sentidos, y la cocorota.
Como soy un irremediable cinéfilo, desde hace tiempo ejemplifico todo esto como Jeanne Dielman vs. Ciudadano Kane. En un producto del séptimo arte que me den poco de mensaje revolucionario, desalienante, y mucho de: tomas largas con desplazamiento, contrapicado, plano holandés/cenital, proporción áurea, simetría & armonía, montaje en paralelo/rápido, cámara en ángulo bajo, claroscuro, encuadre bien configurado, tempo, imagen-pintura etc. Forma, y más forma, y me entretendré, hallaré placer (sensorial e intelectual) estaré intrigado/expectante/sorprendido/boquiabierto/emocionado/compungido/incrédulo, pero nunca bostezante. En el Fondo la Forma es la libertad, de expresión, de individualidad, de creatividad; rasgo de las sociedades abiertas, como la nuestra, esperemos.