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El rebelde que incomoda a la casta intelectual

El rebelde que incomoda a la casta intelectual

En poderosos segmentos de la universidad argentina y en el interior de proactivos cenáculos culturales, dominados siempre por mandarines y comisarios políticos, persisten en ignorar o directamente censuran a escritores que no adhieren a alguna de las floridas variantes del peronismo, a cualquier forma del marxismo militante o utópico y a sus inofensivos acompañantes terapéuticos: esos sujetos y sujetas que se hacen los gansos para sobrevivir a la cancelación del medioambiente. Juan José Sebreli, que esta misma semana cumplió 91 años, sigue siendo allí uno de los más notables proscriptos. Vale la pena entonces revisar, entre su fecunda y decisiva obra, acaso su libro menos leído —El tiempo de una vida—, no solo porque se trata de las lúcidas memorias de un testigo único del siglo XX, sino porque su propio itinerario revela búsquedas, pulsiones y fallidos de las distintas generaciones que se adentraron en el engañoso terreno de la “izquierda” vernácula y del “movimiento nacional y popular”, donde todavía persisten en encallar su proa muchos jóvenes ilustrados, sin comprender que esas orillas barrosas se han convertido en el nuevo statu quo y que lo verdaderamente contracíclico consiste ahora mismo en atreverse a la insumisión ante todo ese pensamiento hegemónico.

"El trotskismo ha logrado revertir aquel defecto de origen —ser una mera fuerza de clase media—, ha avanzado durante los últimos treinta años sobre los gremios más fuertes"

En la página 226, Sebreli recuerda sus primeras lecturas ideológicas, que como a tantos otros lo hizo caer en gravísimos errores, a saber: “La idea de dictaduras progresistas, el desdén por la democracia, la inevitabilidad de los cambios revolucionarios violentos y la justificación del terrorismo”. Y que luego lo empujaron a una especie de “peronismo imaginario”, que obedecía en verdad a “una rebelión juvenil, un deseo bohemio de espantar a los burgueses, tan típicamente pequeñoburgués como las convenciones y los tabúes a los que pretendía oponerme”. Confiesa el pensador que por entonces buscaba en la política —como suele suceder hoy en día entre muchos iniciados— “un juego divertido y excitante; la democracia que propugnaba la oposición al peronismo era gris y tediosa. En cambio, el peronismo no daba tiempo para aburrimientos, practicaba la provocación y el dinamismo más desenfrenado, la subversión de todos los valores tradiciones”. A Sebreli le encantaban las humillaciones que operaba el régimen justicialista sobre “las damas de abolengo”, el burdo hostigamiento al Jockey Club, el tragicómico encarcelamiento de Victoria Ocampo, la degradación laboral de Borges, la desfachatez de Evita, los discursos flamígeros de Perón. Y en su mea culpa, asevera que el amor literario por lo “plebeyo” y su “desconocimiento de las particularidades del fenómeno fascista” lograron encandilarlo y confundirlo durante aquella primera década excitada. Cuando estudia descarnadamente esos sentimientos de principiante, descubre lo esencial: “Mi sed de mesianismo, de utopía milenarista, era insaciable, y como no encontraba nada mejor a mano, calmaba la ansiedad con cualquier remedo grotesco. Las multitudes en la calle y la idílica fraternidad de llamar ‘compañero’ a un desconocido resultaban fascinantes —añade—. La exaltación lírica, la borrachera de izquierda, no se detenía ante los obstinados datos de la realidad”. Esa “borrachera” lo hizo visitar en un comité de la calle Austria a Jorge Abelardo Ramos, apologista del “nacionalismo popular”; a Rodolfo Puiggrós en su casa de Palermo, paradigma del comunista reconvertido en “socialista nacional” y a John William Cooke exiliado en Uruguay, primer ideólogo del “peronismo revolucionario”. Sebreli tuvo a bien apartarse de esa penúltima quimera mucho antes de que ésta derivara en el delirio montonero y los devorara a unos y a otros en los ulteriores incendios setentistas. Ya para entonces el autor de Dios en el laberinto había abandonado su “peronismo imaginario” y se había internado en ese inefable archipiélago que conforman los infinitos grupúsculos marxistas. Su relación con un dirigente mítico y enigmático —Nahuel Moreno— contiene momentos hilarantes. Aquellos jóvenes trotskistas habían decidido captar a los obreros del Sindicato de la Carne. “Y todos los militantes vivían, por supuesto, en el Centro y jamás habían pisado el Dock Sud —narra—. Nahuel se fue entonces a la Biblioteca Nacional para consultar los mapas y sobre esa base se repartieron el trabajo, pero cuando llegaron comprobaron que se trataba de una zona de baldíos”. Luego ante la inminencia de una asamblea que ese mismo sindicato iba a celebrar en el cine Edén, se vieron obligados a pensar “cómo mimetizarse con la clase obrera”, y se pusieron “a estudiar la manera de vestir de los proletarios. No encontrando otra documentación a mano que las películas, decidieron ir todos ellos con pañuelos blancos al cuello, tal como imaginaban a los proletarios los vestuaristas de Argentina Sono Film. Lograron, como es de suponer, el efecto contrario, llamando la atención del resto de los concurrentes; los obreros del frigorífico ya no usaban lengue”.

El trotskismo ha logrado revertir aquel defecto de origen —ser una mera fuerza de clase media—, ha avanzado durante los últimos treinta años sobre los gremios más fuertes —donde es combatido impiadosamente por la burocracia justicialista—, y ha copiado en el territorio la metodología clientelar del kirchnerismo: sus dirigentes dominan hoy con planes sociales amplias barriadas pobres, pasan lista para movilizar y cortar las calles, y adjudican premios y castigos como los peores barones y punteros del conurbano. Su peso electoral es creciente, y le están robando adherentes de corta edad a La Cámpora, que ha envejecido prematuramente en el poder.

"La larga e intensa travesía ideológica y personal de Sebreli demuestra una vez más que el nacionalismo se cura viajando y leyendo"

Después, las memorias de Sebreli se detienen en el maoísmo, y específicamente en China, que aunque es retratada en los años sesenta y ha pasado mucho agua bajo el puente, no ha modificado determinadas cuestiones de su férrea y antiquísima cultura interna. El ensayista refiere que no pudo sustraerse al fenómeno del “turismo de izquierda”, muy en boga en aquellos tiempos. Las grandes potencias del “socialismo real” solían propiciar visitas guiadas a sus “paraísos”: verdaderas puestas en escena para visitar la fábrica modelo, la granja modelo, la escuela modelo, el hospital modelo y la cárcel modelo, y también el palacio imperial de la “Ciudad prohibida” donde, entre tazas de té perfumado, el Buda viviente recitaba sus diálogos filosóficos. “El ritual llegaba hasta los extremos del grotesco —rememora Juan José—. En los restaurantes, el chef explicaba que los platos eran sabrosos porque se habían seguido los consejos del gran líder”. A diferencia de los totalitarismos tradicionales, el dictador no se conformaba allí con ser obedecido y temido; también debía ser amado. Los campos de concentración no figuraban, claro está, en aquellos viajes exóticos, donde se teatralizaba para el incauto espectador la forzada comedia de la felicidad. “La mayoría de los viajeros —puntualiza— no se preocupaba demasiado por averiguar sobre salarios, horas y condiciones de trabajo, días de vacaciones o edad de jubilación, datos precisos para juzgar las bondades de un autodenominado Estado obrero o socialista”. Sin embargo, Sebreli logró recabar indicadores concretos y toparse con la inapelable realidad: “La mayoría de las conquistas sociales logradas en los países capitalistas, incluido el derecho a huelga, eran allí inexistentes”. Los maoístas porteños, no obstante, se rasgaban las vestiduras frente al “impiadoso y desigual” modelo argentino de entonces, que registraba apenas 3% de pobreza, pleno empleo y una desigualdad similar a la de los países nórdicos.

La larga e intensa travesía ideológica y personal de Sebreli demuestra una vez más que el nacionalismo se cura viajando y leyendo, y que ciertas emociones íntimas precisan siempre de teorizaciones extravagantes y reinos hipotéticos de religiosidad laica. Esas supersticiones, que él adoptó y descartó sin ambages ni autocomplacencias, siguen vigentes: una y otra vez regresan con envoltorios flamantes a cierta intelectualidad argenta y a determinada elite política, en un carrusel interminable donde las evidencias no importan y la experiencia no enseña, y donde la pereza mental engendra sesgos de confirmación, complicidad silenciosa, proscripciones universitarias y renovados entusiasmos autodestructivos.

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*Artículo publicado en el diario La Nación de Buenos Aires

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Beatriz Varela
Beatriz Varela
2 años hace

Sebreli con sus 91 años nos sigue enseñando el camino de la autocrítica pensada desde su experiencia ideológica, un grande y, visto desde cierto punto de vista, es mejor ser un proscripto que un intelectual «vigente por su corrección política» que no es más que una aceptación silenciosa de los nuevos status quos que va imponiendo la política, propuesta generalemente desde el peronismo y sus diversas transformaciones de acuerdo a las conveniencias de sus mandamás del momento. Si atendemos a las enseñanzas del maestro Sebreli el peronismo nunca dejó de ser «relato». El kirchnenismo no es su creador, el peronismo fue todo relato y hoy lo sigue siendo y así va a ser si decidimos seguir manteniéndolo como el generador de «la alegría en la política». Tolosa Paz hace poco tiempo nos lo dijo: ellos siempre garcharon, en el peronismo siempre se garchó. Relato de última generación. Los que alguna vez nos sentimos tentados por el peronismo entendemos, por fin lo que la palabra osada, revolucionaria y realista de Juan José nos revela. ¿Quién no se sintió alguna vez tentado por alguno de los mil rostros del peronismo? Hoy es momento de decidir si queremos seguir viviendo el ese imaginario retrógrado u oímos por fin a los tipos que no tienen miedo a abandonar sus zonas de conford, de ver sus errores, corregirlos y publicarlos para quién decida tomarlos y aprender de ellos. Gracias Juan José.

Jorge
Jorge
2 años hace

Creo que Sebrelli es un intelectual honesto.

En el curso de la vida intelectual de una persona (es cierto que no todas poseen esa, digamos, condición) suelen ocurrir cambios de posturas y adhesiones, incluso de imposturas y rechazos. Cambiar de modos de pensar, de evaluar, inclusive de imaginar, es un ejercicio natural: el mundo cambia y provoca fenómenos y, entonces, también cambia nuestra forma de entenderlo. Pero, sea como sea, en todo pensador hay postulados básicos de los cuales se parte: Dios está o no, los individuos son naturalmente iguales o no, las personas disfrutan de similares derechos con prescindencia del color de piel, la longitud de su nariz o la tenencia de pene o no, y cosas así. Quiero decir que si se entiende que un elemento de la justicia es la igualdad entre las personas, no puede haber un mundo un poco más justo si no se tiende un poco más a que las personas sean un poco más iguales. Es cierto que a muchos intelectuales honestos, los socialismos «reales» los decepcionaron. Pero eso no absuelve de la necesidad de buscar un mundo menos peor. En una palabra, el fracaso de múltiples variantes del socialismo no mejoró el capitalismo, sí lo hizo más fuerte y más salvaje.

Pero pasa con su caso, como con otros, que son aceptados y ensalzados por los medios de prensa poderosos sólo cuando abjuran de sus antigua adhesión a las ideologías de izquierda (reconozco que izquierda es un término ambiguo pero creo que se entiende de qué se trata). Los que siguen intentando por ese lado porque tienen la convicción de hacerlo son menospreciados o, como suele decirse, ninguneados por anacrónicos, fanáticos o ingenuos.

En resumen, lo que se aprecia de Sebrelli ¿es su autenticidad o que haya dejado de adherir a las ideas socialistas de su juventud?

Porque lo que creo que es valioso en un intelectual como él (pero también en el finado Horacio González, José Pablo Feinmann o Ricardo Forster), es su consecuencia con su modo de pensar. ¿O no?

Saludos.

Bernardita Repetto
Bernardita Repetto
2 años hace

Todo dicho. Nada que agregar para comprender lo que aquí sucede con los grandes maestros si no son parte de la troupe.

Bernardita Repetto
Bernardita Repetto
2 años hace

Hablando de intelectuales no viene mal en estos días refrescar memoria y dejar por escrito un “Idiotario”, especie de listado recordatorio de las sandeces y polémicas frases que viene diciendo nuestro primer mandatario:

●Los dibujos animados son una forma de control social y Bugs Bunny es un gran estafador.

● El primer presidente boliviano que se parece a los bolivianos.

●  Una de las cosas que se recomienda es tomar muchas bebidas calientes, por que precisamente el calor mata el virus.

● Hugo y Pablo sepan que tienen un padre que es un dirigente social ejemplar. ( Elogia a Hugo Moyano en un acto)

● porque en verdad lo que nos hace evolucionar y crecer no es el mérito como nos han hecho creer en los últimos años

●No hay ningún tipo penal en la Argentina que diga, será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila. (Ante el el vacunatorio VIP)

●El sistema sanitario también se ha relajado y en un tiempo en que los contagios estaban disminuyendo abrieron puertas para atender otro tipo  de necesidades quirúrgicas…

●Ver como las madres se agolpan  frente a la puerta ver como ese modo de contagio puede hacerse más fácil, ver cómo los chicos juegan entre si cambiándose los barbijos ver lo difícil q es porque yo he hablado con todos escucho a todos he hablado con maestras de escuelas de chicos con capacidades diferentes lo difícil q se les hace trabajar con esos chicos que no entienden la dimensión del problema central que enfrentan.

● También trabajé para ayudar a Bachelet para que encare en Venezuela una oficina permanente que haga un seguimiento del funcionamiento de los derechos humanos en Venezuela y ese problema poco a poco fue desapareciendo.

● Hace falta el esfuerzo de los dos, de un estado que esté presente y también de un particular que entienda solidariamente que no tiene sentido tener tierras improductivas cuando alguien está necesitando un terreno y que no tiene sentido guardarlo para que un día cuando se mudre, un hijo lo herede. Tiene mucho más sentido volverla productiva hoy y en ese lugar alguien contruya el techo donde van a crecer sus hijos

● Porque de Europa, escribió alguna vez Octavio Pazque los mexicanos salieron de los indios, lis brasileros de la selva pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos y eran barcos que venían de Europa.

●Solo un edtúpido profundo puede decir que la Argentina se va a enamorsr del Fondo Monetario. El presidente Mauricio Macri es el más inepto que tuvimos en democracia.

●Estamos mejor que Suecia…(en plena cuarentena eterna) No seamos Suecia…● Ayer escuche a un imbécil que me llamaba dictador, ¿Cuál es la dictadura, cuidar a la gente, decirle a la gente que tengo que cuidarlos, miren lis números 20 mil contagios diarios, no los escribo yo, escucho otros imbéciles que dicen que lis contagios son una solución política. Alguien piensa que quien gobierna un país va haciendo política con la cantidad de contagiados? Hay que ser un imbécil profundo para decir esas cosas o una muy mala persona

●(Con el megáfono en el bochornoso funeral de Maradona) “Que se callen un minuto…” (lis gritos de la gente no dejan escuchar sus palabras, cero autoridad)

● Mire a los ojos de su pueblo y hable al el corazón de cada Argentino y cada Argentina, Hice lo que me mandaste Cristina, fue el mejir consejo que me diste.

●(Imposible poner todos los furcios, errores o traiciones del subconsciente en sus arengas)

●Francamente preferí ordenar mis ideas en un discurso que escribí, terminé de escribir y vengo acá sin repaso del discurso…

● La culpa la tiene Fabiola ( Culpa a su pareja como responsable ante las fiestas en Olivos en días de restricciones de encuentros ordenadas por él)

● Debió dejar que hable Cristina en un discurso ya que no lograba decir claramente una idea

● (Los papelones en el G 20) Le dice a Biden: Al mundo le hizo mucho bien su triunfo, y Biden contesta: Tienen un muy bello país. (Diálogo delirante)

●(No fue a la foto con todos los mandatarios, frente a la Fontana de Trevi)

●El capitalismo fracasó…(dijo en su discurso en el G20)

●(sobre la corte)  Tengo cierta impotencia porque es un poder autónomo en la República.

● No nos vamos a arrodillar para pagar la deuda con el FMI.

● Córdoba debe integrarse al país, ser parte de la Argentins.

 

Perdón por las muchas q no recuerdo u omito por la extensión de este escrito.

Estamos en manos de ineptos orates.

María M. Guariento
María M. Guariento
2 años hace
Responder a  Bernardita Repetto

Felicitaciones amiga, has recorrido y recordado la cantidad de barbaridades dichas por el que hace llamar Presidente de nuestro país.

Susana
Susana
2 años hace

Unidos defendamos los derechos de todos los ciudadanos honestos. GraciaS Sebreli por su honestidad intelectual

Última edición 2 años hace por Susana
Oscar Vozzi
Oscar Vozzi
2 años hace

Sebrelli es una mente lúcida en un país atormentado y en las sombras. La intelectualidad vernácula, decadente y desorientada pretende ignorarlo y no le llegan a los talones. FD hace bien en reivindicarlo porque su valentía y lucidez son excepcionales.

Fernando
Fernando
2 años hace

Un verdadero intelectual que en lugar de escribir largas,barrocas y tediosas frases , casi siempre vacías de contenido como es el caso de Carta Abierta (núcleo de “intelectuales” kichneristas), justamente para tratar de enmascararlo;Sebrelli además de escribir claro, sin pelos en la lengua, demuele mitos, señala contradicciones varias, va a contramano de lugares comunes, y todo esto lo hace dando muestras de erudición con el aporte de datos y hechos concretos y de un pensamiento afilado, sin casarse con nadie.
Es el caso de una persona que si, ha cambiado su pensamiento juvenil, pero como él mismo lo explica esto como fruto de un proceso evolutivo al ir descubriendo los errores que aquél contenía. Muy diferente a tantos que cambian tan solo por conveniencia según la ocasión, sin ponerse colorados de vergüenza, como puede ser nuestro presidente A. Férnández o su socia Cristina F. de Kichner, sin nunca intentar dar alguna explicación siquiera.
J.José Sebrelli, gracias!

Última edición 2 años hace por Fernando
Niftydog
Niftydog
2 años hace

Lo descubrí cuando publicó «Buenos Aires, vida cotidiana…» y sin coincidir con todas sus apreciaciones, IMHO siempre tuvo una visión filosa como cuchillo de la realidad de nuestra sociedad y sus claroscuros. Ni hablar de su inconformismo y su visión crítica hacia este cancer de nuestra sociedad que es el peronismo y sus mil sayas con la que se vistió para reinventarse, una y otra vez. Kudos Sebreli, un grande.