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En la piel de María Casares

En la piel de María Casares

«El teatro es un lugar de creación de vida. Es la vida misma interpretándose.

Una sala llena, una sala que corea un nombre, que lo desgasta; una sala que siente merece un altar. Cada vez que María Casares sale al escenario tiembla el mundo. Su emoción le traspasa la piel, viaja hasta las butacas, se escapa por las ventanas, llega hasta la calle. Ella es la reina de la tragedia. Una reina diminuta, felina. Un genio nacido con catorce años en un teatro muy lejos de casa. (…) Es hija de Santiago Casares Quiroga y Gloria Pérez. También de La Coruña y Francia. Tiene el cabello castaño, los ojos verdes, la altura pequeña y el corazón atlántico. Es una mujer exilio».

Todas las horas del día es parte de nuestra historia, una historia que todavía, a día de hoy, nos duele. Es la historia de muchos. Del exilio y los desplazados. De la guerra. Del cómo comenzar de cero en otro lugar, con otra lengua en el paladar.

Todas las horas del día es amor, amor en mayúsculas y es ella, solo ella, la gran actriz María Casares. Recuerdos, confidencias, cartas de amor.

Siempre me ha interesado narrar historias de mujeres, darles visibilidad a través de la palabra. Seguir un hecho real y transformarlo. Volcarme en los sentimientos. En la delicadeza de los personajes. Mujeres fuertes, que no heroicas, conocidas o anónimas, admiradas, repudiadas, sensibles, rotas, solitarias, desengañadas, soñadoras, excepcionales, mujeres eternas, mujeres que aman. Sé que algunos, a lo yo hago, lo llaman ficción, novelar, para mí, solo es contar una historia más bonita.

Cuando comencé a meterme en la vida de María me di cuenta de que la única manera de abordar su intensa vida era a través del teatro, y por eso elegí el soliloquio como su puesta en escena. El punto final también me lo pedía.

María llegó muy lejos, mucho más de lo que nunca soñó que haría, tanto que fue reconocida internacionalmente y su arte, su interpretación, fueron alabados por la mayoría de los críticos y cómo no, por su público. Sí, el público iba a verla a ella, la adoraba, se emocionaba con el océano de su voz. Con su fuerza salvaje. Era extraordinaria. Una mujer brillante, moderna pero, sobre todo, libre, muy libre.

María es una de nuestras grandes actrices referentes del teatro y se merece, ya no solo que la recordemos, que la conozcamos. Para la mayoría de nosotros es todavía una desconocida.

Este año se cumplen cien años de su nacimiento, y creo que no había mejor momento para homenajearla y reivindicar su figura, para quererla entera, como era, con sus luces y sus sombras, para dejarte enamorar.

Sacarla del olvido, pronunciar su nombre con orgullo, transitar por los últimos años de su vida e ir hacia atrás en el tiempo, en la historia Quería meterme en su piel. Amar tan intensamente como ella. Sentir esa vida de urgencia de la que tanto hablaba.

«Toda la vida se me quedará corta para amarle», diría a la muerte de su gran amor Albert Camus. Y así fue. Le amó toda la vida. Le amó incluso cuando se casó y fue feliz junto a Dadé, como ella llamaba con cariño a su marido.

Su vida estuvo marcada por el mar, el amor, la soledad y el teatro.

«El teatro es vida», diría. «Para mí actuar es como hablar, algo natural, me sale solo sin esfuerzo. Es alimentar mi propia alma, es tener otra oportunidad, es vivir otras vidas sobre el escenario, mil mujeres al mismo tiempo, amores, pensamientos, es ser sin serlo punto se actúa mejor removida».

También se escribe mejor removida. Ella ha removido mi mundo.

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Autora: Clara Fuertes. Título: Todas las horas del día. Editorial: Plaza y Janés. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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