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En la piel del personaje

En la piel del personaje

Siempre he pensado que una de las partes más complicadas del oficio de escritor es crear personajes verosímiles, personajes que el lector sienta como vivos, incluso más vivos que él, por cómo piensan y actúan, por cómo respiran en cada página. Para mí, al menos, es lo más difícil. Por eso mis personajes casi siempre acaban siendo un trasunto de mí mismo, una especie de doble sublimado al que meto en un berenjenal del que yo mismo no sabría salir. Supongo que es lo que hacen muchos escritores: mutar en personajes. Pensé entonces en los autores de novela policiaca, que son quienes más hacen sufrir a sus criaturas, y me pregunté qué pasaría si tuvieran que enfrentarse a los problemas en los que meten a sus héroes. ¿Cómo reaccionarían? ¿Mostrarían arrojo o se derrumbarían ante sus propios retos? No era una pregunta baladí, pero todavía podía concretarla más: ¿qué pasaría si un autor se hiciera famoso con una novela donde su protagonista tuviera que superar tres macabras pruebas para salvar a su hija y alguien decidiera llevar ese juego a la realidad con él y su propia hija como protagonistas?

"Lo primero que tuve claro al empezar a tramar El abrazo del monstruo es que tenía que ser un thriller. ¡Pero yo nunca he escrito un thriller!, me dije, asaltado por el pánico"

Como veis, muchas novelas surgen de una asociación de ideas de lo más peregrina. Pero a lo que vamos, tras preguntarme aquello, enseguida sentí un cosquilleo en el cerebro, esa excitación que uno experimenta cuando tropieza con una premisa resultona. Y sin duda aquella idea, que me traía ecos de Stephen King, parecía una semilla capaz de contener una novela bastante interesante. Solo era cuestión de regarla. Así que me puse a ello.

Creo que las historias se construyen mediante tanteos, recorriendo los distintos caminos que surgen de nuestra idea germinal. Algunos no tardamos en descartarlos, porque no nos llevan a ningún lado, o no nos gusta el paisaje que tenemos que atravesar, hasta que finalmente nos aventuramos por un sendero que despierta en nosotros una excitación de explorador. Personalmente, este momento del proceso de creación, cuando la historia está en estado de cocción, un embrión de plastilina al que podemos dar la forma que queramos, es el que más disfruto. Pero también es cierto que a veces la planta que florece de nuestra semilla puede sorprendernos por ser muy distinta de la que  habíamos vislumbrado en un principio, probablemente porque la censora tijera de lo inverosímil nos ha obligado a podar ramas que, aunque atractivas, no parecían creíbles.

Lo primero que tuve claro al empezar a tramar El abrazo del monstruo es que tenía que ser un thriller. ¡Pero yo nunca he escrito un thriller!, me dije, asaltado por el pánico. No pasa nada, había leído muchos, los suficientes para conocer sus mecanismos. Básicamente, tenía que hacer que los inocentes parecieran culpables y el culpable inocente. Así que enredé al escritor protagonista en una madeja de secundarios con posibles: un hermano con el que nunca se había llevado bien, un editor ambicioso, un puñado de antiguos alumnos a los que dejó en la estacada, un ex novio de su mujer bastante agresivo… Todos tenían papeletas para haber secuestrado a su hija, y aunque yo sabía cuál de ellos había sido, durante el grueso de la novela tenía que marear la perdiz para mantener al lector intrigado hasta el desenlace, esperando que no lo descubriera antes. Y toda esa investigación policial debía discurrir en paralelo a las pruebas que el pobre escritor tenía que realizar, por lo que debía estructurar la trama con mucho cuidado, manteniendo siempre el suspense y aquilatando la tensión.

"El abrazo del monstruo son dos novelas por el precio de una"

Pero para que no fuera un thriller más, tenía que enriquecerla con los dilemas que atormentaban a los personajes, especialmente al padre, que es quien debe enfrentar las pruebas. Se dice que por un hijo lo haríamos todo, pero eso no deja de ser una frase abstracta. Yo quería que Diego tuviera que hacer cosas concretas por su hija. Enfrentarse, por ejemplo, a un dolor indescriptible durante un periodo de tiempo determinado. Colocarle en una situación donde el amor por su hija no fuera tan importante como su resistencia al sufrimiento físico. Otro tema que quería tratar era el tema de la infancia. Siempre he creído que los adultos somos el resultado de los niños que fuimos, y quería que mi historia ilustrara esa teoría.

También se me ocurrió incluir en la novela pasajes de Sangre y ámbar, la novela que Diego había escrito y que era la causante de todo, con la intención de que ambas tramas fueran alternándose, resonando la una en la otra, de modo que el lector pudiera seguir ambos misterios. Al principio, la novela de Diego trascurría en la actualidad, pero comprendí que para que el lector no se perdiera al saltar de una a otra, era preferible que sucediera en otra época, que tuviera una atmósfera diferente. Tras barajar varias opciones, me decidí por la Barcelona modernista de 1913, el año en que murió Enriqueta Martí, conocida como la Vampira del Raval. Y por esa razón, mis queridos lectores, El abrazo del monstruo son dos novelas por el precio de una.

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Autor: Félix J. Palma. Título: El abrazo del monstruo. Editorial: Destino. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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