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Rosa León: “Lo panfletario nunca me ha gustado. ¿Por qué tengo yo que aburrir al personal?”

Rosa León: “Lo panfletario nunca me ha gustado. ¿Por qué tengo yo que aburrir al personal?”

Llevo muy mal las fotos…

¡Pues las portadas de sus álbumes solían ser una foto suya en primer plano!

No todos, hay algunos que estoy por detrás sentada con una guitarra… Fíjate lo que hacían conmigo los fotógrafos: estaban durante media hora conmigo “¡sube!, ¡baja!” hasta que conseguían aburrirme y destensarme y sacaban las fotos.

Aún no hemos empezado y Rosa León (Madrid, 1951) ya se pone nerviosa con las fotos de Jeosm. El músico Fran Nixon y yo nos sentamos con ella: se hace muy fácil dejarla hablar. Ríe mucho Rosa aunque de fondo un bebé llore sin parar, aunque se caiga al suelo una botella de agua de las buenas, de las de cristal. Suena todo demasiado como para ni siquiera haber llegado a la media mañana de un bar español.

Le quiero preguntar por Cuentopos (1974-76), su programa infantil en TVE, y por una referencia literaria que lo inspiró, María Elena Walsh.

Había grabado el primer disco con EMI y me llama un día por teléfono una escritora argentina que se llama María Elena Walsh, me explica quién es y escucho sus discos de adultos. Una persona que es Premio Nacional de Poesía en Argentina y un referente moral. Jamás había pensado cantar para niños y, de repente, en una cena María Elena me empieza a explicar por qué debería cantar para niños: porque era el futuro, porque lo que había era una basura, porque había que dignificar el territorio de la música para niños. Había que enseñarles no solo a cantar bien, sino a pronunciar bien. Ella hizo canciones para niños muy pequeñitos, de menos de cinco años. María Elena no solo me convenció: se convirtió en mi madre. No tengo palabras para explicar lo que yo he querido a María Elena: me enseñó a respirar y me dio los argumentos para cantar para niños desde el convencimiento, no desde el “vamos a vender discos”. Jamás entró en ese juego.

"Me da pena ver ahora a los niños maquillados y ensayados"

Sopa de gansos (1988), otro de sus programas, es un formato alucinante: niños que no compiten, que cantan mal, que no están preformateados…

Fue Pilar Miró. Me había pedido mis canciones de niños para su hijo Gonzalo y, antes de ser directora de TVE, me preguntó qué me apetecería y le contesté que un programa para chavales. Sin manipularles, sin pintarles… Me da pena ver ahora a los niños maquillados y ensayados. La gracia que tenía Sopa de ganso es ver a niños en estado puro, no niños especialmente dotados, ni con talento, sino niños que comunicaban lo que es ser niños. Por ejemplo, cuando cantaban con los músicos no se había ensayado antes, yo las preparaba con ellos y el niño cantaba y se grababa. Me he divertido mucho con Sopa de gansos.

¿Y usted cuando era niña pensaba que iba a acabar cantando?

Desde los cinco años. Piensa que escribí mi primera canción con once años: no tenía guitarra porque mi padre no me la compraba. Era policía.

Y campeón olímpico.

Sí, pobrecito, fue muchas cosas, pero me da pena hablar de él ahora que está muerto. Las primeras canciones que compuse las compuse con guitarras de amigos: tampoco podía cantar porque mi padre, al ver que era buena estudiante, temía que dejase de estudiar si cantaba. Empiezo la carrera universitaria nada más irme de casa, muy joven, a los diecisiete años: luego tuve que volver porque estaba en libertad provisional… es que me hice trotskista.

Siempre, analizando el pasado, ves el por qué de las cosas: mi madre se había muerto, mis hermanas se habían ido y yo tenía trece o catorce años. Me hago trotskista a los quince porque el único objetivo que tenía en la vida era molestar a mi padre. Y creo que le molesté suficiente. No tengo nada que ver con los trotskistas ni con lo que decían, ni nada de nada, era solo una actitud contestataria para con mi padre.

¿Empieza con Jorge Krahe en la música?

No, antes ya cantaba. Teníamos un grupito en el colegio mixto en el que estaba. Un compañero de mi colegio, de los que me prestaban la guitarra, me dijo que conocía a un chico que cantaba muy bien. Era Jorge Krahe y entonces hicimos un grupo con Carlos Franco, Ricardo Franco, Fernando Luengo, que luego se hizo neurocirujano, Jorge y una servidora. Cantábamos cosas delirantes.

Creo que les vi en el archivo de TVE cantando «San Francisco Bay Blues», una cosa muy tierna…

No, qué va, eso fue una excepción. Cantábamos “El vicio en el hospicio”, “El obseso sexual”, una cosa del Ku Klux Klan… ¡muy delirante! Después de eso ellos se dedicaron a otra cosa: Ricardo al cine, Carlos a pintar… Y los que quedábamos éramos Jorge y yo, e hicimos un dúo, Jorge y Rosa, que duró lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Adoraba a Jorge: me parece el gran músico de la familia. Si analizas las canciones de Javier (Krahe) con música de Jorge son de una manera, y las que hace Javier son de otra. Lo que me parecía Javier era un magnífico letrista: nos mandaba letras desde Canadá.

Fran Nixon: Eso le quería preguntar: la relación de Krahe con Brassens desde su época en Canadá.

Justo. Por ejemplo, nos manda la letra de “Nos ocupamos del mar”. La grabo en mi primer disco, “De alguna manera” (1973), con EMI. La canción tenía dos partes: una canción de amor, de las más bonitas que he escuchado nunca, y la otra que es consecuencia de que a Javier le dio vergüenza escribir una canción de amor a secas. Entonces le añadió un intermedio en cada estrofa (canta: “Igual que en televisión / se interrumpe la emisión”). En el disco me negué: yo no grababa esa chorrada y pedí permiso a Jorge para no poner la parte que no me gustaba. Javier ha estado años sin perdonarme pero resulta que cuando él grabó la canción ¡lo hizo sin eso! ¡La madre que lo parió!

“De alguna manera”, su primer disco, ¿cómo le llega?

Muy fácil. Tengo una hija, estoy casada con Pepe (el cineasta José Luis García Sánchez) y no tenemos un duro. Hay que tirar para adelante y empiezo a hacer galas sin parar. Entre el primero y el siguiente, “Al alba”, (1975) pasan dos años. Estoy prohibida en todas partes: ya me habían dado más capones… Piensa que tenía antecedentes previos de un juicio y, por tanto, un pequeño expediente mío.

Pequeño gran expediente. (nos reímos)

La vida, ya sabes. Por todos estos líos, recuerdo a mi padre, pobrecito mío, cuando tuve mis devaneos trotskistas, esa locura, que me levantó contra la pared y me dijo: “Te voy a dejar la cabeza pegada a la pared”. Me fui de casa porque pensé que me mataba.

Su padre no solo era policía y campeón olímpico, sino que evitó la muerte porque escapó de ser fusilado por unos milicianos republicanos. ¿Esa historia es cierta?

Sí, es real. Se escondió en la embajada de Bolivia y no le mataron. Mi padre tiene un historial que sabe mejor mi hermano. Si estuviera vivo, quizá indagase más pero está muerto… y me parece que la gente de la posguerra española, los vencedores y los vencidos, son pobrecitos. Evidentemente, hay matices importantes: unos que mataban y otros que no mataban. Pero las familias de los vencedores, mi familia, eran una pobrecita mía madre y un pobrecito mío padre. Las familias de los vencedores, no de los vencedores que mandaban fusilar, sino de los vencedores de a pie, eran tan pobrecitos como los otros. Gentes con unas taras de relaciones afectivas, de comunicación… Me dan mucha pena. Cuando pienso en mi madre, era requeté y más buena que el pan. Se murió cuando yo tenía trece años. Me acuerdo de ella y era una pobre desgraciada víctima de la época, como mi padre. Gentes muy humildes que en un momento determinado, arropados por familiares que sí tienen poder y posibilidades económicas, entran en unas dinámicas y unos lugares que no les pertenecen. Ni por clase social, ni por origen, ni por nada. Son mis padres y les quiero, pero eran más de derechas que Don Pelayo.

¿Cómo le sonó a él, a su padre, pero, sobre todo, cómo le suena a usted su primer disco?

No lo escucho. Me sueno, salvo en algunas contadísimas canciones, a un horror. El primer disco lo arregló Ramón Arcusa, que se portó francamente bien conmigo: había mandado unas maquetas solo con guitarra de Esteban Pujals, que creo que ahora es catedrático de inglés en la Complutense, como su padre. Oírlo con arreglos me gusta menos, me gusta más naïf. Cuando he producido a gente, he hecho lo que yo no pude, partir de una base acústica e ir creciendo.

Hablemos de las letras y su escritura. ¿Cómo llega a Aute y a cosas tan locas como la canción “Viva el soul, el beat, el rock y lo demás”?

Llego vía Moncho Alpuente, porque yo había estado en las primeras “Madres del cordero”. Estuve trabajando con Aute durante un año para la EMI porque en ese momento no cantaba y tenía un montón de canciones para elegir. Escogí las que me parecían más redondas: “Las cuatro y diez”, “De alguna manera”, “Al alba”… Luis Eduardo tiene una facilidad que me asombra para convertir una letra imposible en una canción audible. “Miles de buitres callados van extendiendo sus alas”, y eso se convierte en una canción popular. ¡Mi madre! Es un genio haciendo estructuras de canciones y dándole vueltas a letras y letras y letras. Son letras mucho más simbólicas que las de Serrat y Sabina, por ejemplo, a las que les pone una música que las convierte en radiables.

"El pop español es como metido en una cajita y hecho para vender, cosa que es muy mala consejera porque nunca sabes si vas a vender o no"

“Al alba” me parece un disco muy importante. En él firma una canción con su marido, José Luis García Sánchez, “Era”, que creo que es estupenda. También comparten una anterior, “La soltera”. ¿Cómo las escribieron?

¡Y yo qué sé! (nos reímos) De ese disco me gustan los arreglos de un argentino, César Gentile, que se alejaron del pop, una cosa que le pedí de rodillas. Hizo unos arreglos sencillos con pocos músicos y con un guitarrista estupendo, Santiago Reyes, también argentino.

Odio el pop: me ataca las neuronas. Sufro con el ritmo machacón del 4×4, aunque haya un pop escuchable, como el inglés o el irlandés. Pero el pop español es como metido en una cajita y hecho para vender, cosa que es muy mala consejera porque nunca sabes si vas a vender o no. Se basa en una fórmula de repetición, y eso que acepto que hay arreglos de mis discos, no voy a decir de quién, que me espantan.

Y hablemos de gente que escribe muy bien y con la que ha colaborado: el poeta Jesús Munárriz.

Le adoro. Escribe muy bien y no solo eso: mantiene viva una editorial de poesía, Hiperión, contra viento y marea. Antes tenía una librería, Robinson, y ha hecho muchísimo por la poesía española. No sólo le admiro por eso: hacía unos dúos con Chicho Sánchez Ferlosio de los que hasta tengo grabaciones donde Chicho hace de chica y Munárriz de chico con letra de Chicho. (Rosa canta de chica) “Aquí en mi cuarto y solos / ya no me aguanto”. (Rosa canta como chico) “Por mi parte diría / que así otro tanto”.

Chicho Sánchez-Ferlosio.

Tiene canciones maravillosas y era muy gracioso. Canté muchas veces con él: recuerdo una en Bellas Artes para los pobrecitos que quedaban de las Brigadas Internacionales y también en garitos. Como sabréis, es hijo de Rafael Sánchez Mazas y de Doña Liliana. He estado muchas veces en su casa de Coria, una casa palacio con goyas en las paredes. Era una familia que no sé si eran muy, muy ricos pero sí suficientemente ricos. De pronto Chicho se montaba en mi coche, un Ford Escort, y me decía “¡además son electrónicas las ventanillas! ¡Cuánto dinero tendrás!”. (se ríe) Era un genio: cuando todos éramos muy rojos, él estaba cantando en latín o “pase lo que pase hoy no me levanto yo”. En su carnet no ponía “músico” o “compositor”, ponía “chansonnier”.

"Pepe Caballero iba allí, decía “Qué bonito”, “no me gusta”... ¡como es él! Es otro genio. Una vez le preguntaron “¿Cuántos hijos tiene?” y contestó “cuatro o cinco”"

Caballero Bonald le produjo “Al alba”. Mencionaba su faceta menos conocida Diego Manrique en un artículo hace un tiempo. ¿Cómo trabajaron?

Pepe Caballero iba allí, decía “Qué bonito”, “no me gusta”… ¡como es él! Es otro genio. Una vez le preguntaron “¿Cuántos hijos tiene?” y contestó “cuatro o cinco” (nos reímos). Tengo una foto en la que estamos en el estudio y ¡Pepe Caballero está leyendo el periódico! No me acuerdo pero me imagino qué opinaba: al final, como estaba contenta con el arreglista, se grabó la voz en una tarde, los temas los seleccioné yo… estaba todo muy armado.

Forges y su “Forgesound” (1977) en compañía de Luis Eduardo Aute y Jesús Munárriz. Usted colaboró.

Munárriz no conocía a Aute y yo les presento. Como son dos delirantes, hacen “Forgesound”. Me acuerdo que hicieron unas coplas absurdas: lo que más me divertía era que el arreglista era Fernando García Morcillo, el autor de “La vaca lechera”, y enorme compositor. Munárriz y Aute se basaron en los dibujos de Forges, al que yo adoraba. Hace poco me lo encontré y me dijo “tenemos que vernos y cenar”, como me pasó con María Elena Walsh… Qué putada.

Otra ausencia reciente y para usted familiar, Basilio Martín Patino, con el que compuso alguna canción, “Amor batallador”…

¿Cómo alguna canción? Basilio cada vez que se le rompía algo de audio me llamaba. A partir de ahí, todo. Primera cosa: “Canciones para después de una guerra” (1971), Pepe (José Luis García Sánchez) era su ayudante, no había dirigido nada, y me llaman: “Que te vengas con una guitarra, que se nos ha roto la cinta de Nani Fernández”. Y en la película ves la imagen y mi voz. “Tienes que encajar la voz”, me dicen… Luego, en «Queridísimos verdugos» (1977) y lo último en una serie de Canal Sur, Andalucía, un siglo de fascinación (1996), en el capítulo “¿Qué cantan los poetas, poetas andaluces, de ahora?”, donde salían un montón de cantantes y todos de espaldas porque eran figurantes. La única que salía de cara era yo porque ¡era la que tenían a mano!

Desde la distancia, ¿qué piensa de la Transición, que vivió tan de cerca?

La Transición se hizo de la mejor manera que se pudo. España era un país en blanco y negro, donde acababan de matar a unos abogados en Atocha. Un país donde no había libertad de expresión: a una imbécil como yo le pedían dos años de cárcel. Ese era el país. Pedir ahora “es que debería haberse hecho” es muy fácil. Se hizo lo que se pudo. Salíamos de una dictadura que terminó matando. No es la mejor de las transiciones, es la mejor que pudimos hacer.

"En la Transición el mundo de la cultura se ha partido los cuernos, por eso me parece un insulto cuando algunos hoy lo desmerecen."

¿Pasó miedo?

Con el disco “Al alba”, recién nacido Víctor (su hijo, el cineasta Víctor García León) en 1976, le llevaba en el coche en brazos. Marta, 3 años, atrás. Pepe conduciendo. De repente veo que nos vamos contra una pared. Con los niños dentro. Al poco me llaman a casa y me dicen “primer aviso”. Iba en serio. ¿Qué es lo que había hecho yo? Cantar “Al alba”, y me rajan las ruedas del coche y casi nos matamos con los niños dentro. “Primer aviso”.

Estábamos en un momento muy complicado y claro que pasamos miedo: el día que mataron a los abogados nosotros vivíamos en la calle Sotomayor, donde tiene la central la Guardia Civil. Pensé: “Con las ganas que me tienen igual continúan conmigo…”. Cantando no pasé miedo porque ya te prohibían las canciones de antemano y tenías a la policía detrás del escenario. El problema era en tu vida personal. ¡Si a Víctor y Ana les pusieron dos bombas! En la Transición el mundo de la cultura se ha partido los cuernos, por eso me parece un insulto cuando algunos hoy lo desmerecen.

Nombra a Víctor Manuel, con quien cantó “Volver a los diecisiete” en “Rosa se está buscando en el espejo” (1983), un éxito.

Fran Nixon: Justo ahora la han grabado Nacho Vegas con Marilia.

Es que Violeta Parra es la leche, y ¿qué te voy a decir de una canción así?

Se ha vuelto tan característica suya que forma parte de la parodia que le hizo Joaquín Reyes en su “Celebrities” de Muchachada nui.

¡Es genial! ¡Soy fan! Es un genio, le adoro. Mis hijos, los dos hijos de puta, han estado mandándome frases de esa imitación cada poco… Todos los de Muchachada son unos genios. Julián López tiene un quinteto de metal que es tremendo, fue a tocar a Casablanca cuando era directora del Cervantes: nos deslumbró a todos y tuvo enorme éxito. Cimas es un cómico genial y actorazo. Retomo con Víctor Manuel: es un compositor maravilloso y mi amigo. Hicimos dos discos juntos, él como productor y yo como cantante, pero lo que le tengo que agradecer siempre es haberme ayudado a producir los discos con poetas y, especialmente, “Paloma desesperada” (1989), con Rafael Alberti. La labor que he hecho con los poetas es de lo que estoy más orgullosa en mi carrera. Con Blas de Otero, con Celaya, con Carmen Martín Gaite… He trabajado con poetas extraordinarios y sobre poesías de poetas ya fallecidos como Alfonsina Storni o poetas que desgraciadamente nunca pude conocer como Ángela Figuera, en mi disco “Mujeres” (1991). Es lo más serio que he hecho.

¿Cómo acaba en Alberti? Desde el desconocimiento, parecería que los poemas de Alberti son muy musicables.

No todo en Alberti es musicable, en mi opinión. Y no me gusta todo Alberti. Lo primero es que me lo leo sin parar y le llamo para proponerle el proyecto. Le digo que no quiero meter ninguna poesía que él no quiera meter. Estuvimos un año trabajando: él era anciano y se sorprendió que ya había puesto música a alguna de sus canciones. Hicimos un especial para la televisión con la salida del disco en el que yo quería que no solo saliésemos él y yo, por lo que llamé a amigos. Además, disfruté mucho al dirigirlo y Alberti contó cosas geniales con esa voz, era alucinante. Alberti estaba en una generación de poetas extraordinaria, pero en la generación del 27 siempre se habla de los tíos y no se habla de las mujeres. Las mujeres del 27 empiezan a salir a la luz, no sólo Concha Méndez o Maruja Mallo, hay enormes poetas, pintoras, escritoras, eclipsadas por la generación de varones que sí conocemos todos. Os recomiendo Peces de tierra, una antología de algunas de ellas.

De Alberti me interesa la poesía del exilio. Pierde el Puerto de Santa María, pierde Madrid, pierde la Guerra… Marinero en tierra me parece una joya, pero me interesa más la poesía que habla del paraíso perdido. Donde no me interesa nada es en su poesía panfletaria, como por ejemplo Las coplas de Juan Panadero. Lo panfletario nunca me ha gustado: ¿por qué tengo yo que aburrir al personal? Aquí soy muy estricta: la literatura solo se divide en buena o mala y luego está la ideología. Te lo llevo a un terreno más actual, el #MeeToo o el Time’s Up, que son movimientos muy respetables, pero si eso se lleva al extremo habría que dejar de ver películas de Woody Allen. La obra es la obra y el autor es el autor. No sé si Cervantes iba con adultas o adultos pero Cervantes es un grandísimo escritor. Eso es lo que hay que valorar.

"No me he sentido peor tratada o maltratada en las compañías discográficas por ser mujer cantante"

¿Cree que hay cantautoras de su generación no descubiertas?

Lo desconozco, pero piensa que en mi época había discográficas. Es otro mundo. Había posibilidad de grabar y crecer como artista. Ahora no: no hay discográficas, la piratería ha acabado con todo eso. Lo que necesitan son “cantantes chicle” a toda velocidad: si no venden su primer disco, adiós. La verdad es que el machismo, que existe en España, lo he notado pero no en el mundo de la música. No me he sentido peor tratada o maltratada en las compañías discográficas por ser mujer cantante. Hay que pensar que cuando llegabas ahí ya estabas fogueada de pelear con la empresa de representación, los músicos, los pipas… Llevabas a la espalda a 15 o 20 personas. En el mundo en que nos hemos manejado las mujeres músicas, tienes que tener un carácter especial porque lo normal es no meterse en ese lío. Además, mi caso particular es muy excepcional: en general, he mandado yo. Con lo cual no he podido notar el machismo, más bien al revés, tendría que preguntarles a ellos si les he tratado bien.

¿Llegó a conocer a Cecilia?

Sí, nuestros primeros discos salieron a la vez y ella cantaba “Las cuatro y diez” en directo. Tengo una grabación que no voy a usar nunca, en mi casa, en Sotomayor: estaba mi hija Marta llorando en la cuna y ella le compuso una canción en inglés. Lo hizo para mí, no para publicarse.

Hablemos de alguien que también escribe y con el que escribió una canción muy divertida, “Probablemente esto sea amor”: David Trueba.

A David no solo le adoro, sino que le admiro muchísimo. A Fernando le conozco desde antes de ser director de cine, y a David le conozco por ser el hermano pequeño. En Sopa de gansos se me ocurrió que podría ser guionista porque era un tío listísimo. Me parece un genio total: los libros que escribe, las películas que hace… Me hizo el favor de venir al Instituto Cervantes a Casablanca porque también es un genio conversando.

Como Fran en Australian Blonde, comenzaste cantando en inglés.

Sí, pero nunca me encontré cómoda. No te entienden.

Fran Nixon: Quizá con Cecilia tenéis una parte más anglófila, porque lo que predominaba era la parte francesa: Aute, Chicho… de bachillerato francés.

Son mayores que yo y todos estudiaban francés. Cecilia era hija de diplomático y por eso sabía inglés. Yo estudié inglés desde muy pequeñita. De francés, “Voulez-vous coucher avec moi (ce soir)” y poco más. (nos reímos) Lo que escuchaba en la radio con quince años no me interesaba nada, cero. Y empecé a buscar discos de Simon & Garfunkel, de Bob Dylan, un cretino con un Nobel merecidísimo… y aquello me parecía alucinante. Víctor adaptó y yo canté una de John Denver, que me gusta menos, aunque tenga “Leaving on a jet plane”, que me parece graciosa. (la canta un poco).

"Es desolador lo que ocurre con el mundo de la cultura: ni el PSOE, ni Podemos, ni Izquierda Unida se ocupan. ¿Para qué vamos a hablar de la derecha? Es de total desamparo: no hay política cultural"

Siento mucho ponerme en la parte fea: la política. (se ríe). Usted fue concejala en Madrid con el PSOE, ¿volvería?

No, never. Era una alien: justo estaba produciendo a la Pradera y a otra gente. Como venía de tratar con multinacionales pensé que sería diferente trabajar por la cultura en Madrid… ¡qué naif! Tenía ganas de hacer cosas y las hice pero no salieron en ningún medio. Para el grupo municipal socialista yo era una paracaidista que venía a quitar un puesto. Me quise ir a los seis meses y una amiga me dijo que aguantase, que si no, no volverían a llamar a nadie de fuera. Y aguanté: toda la legislatura y me pidieron que siguiera con Miguel Sebastián. Dije que me quedaba para la campaña y así fue. Dimití al terminar. Es desolador lo que ocurre con el mundo de la cultura: ni el PSOE, ni Podemos, ni Izquierda Unida se ocupan. ¿Para qué vamos a hablar de la derecha? Es de total desamparo: no hay política cultural. ¿A qué vas a ir a la política? Para estar ahí, como político de carrera… no me interesa.

"Lo que yo veía en YouTube de Amaia, no tanto en OT, era estupendo"
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Y ahora, ¿qué le interesa?

Me gustaría poder hacer un programa de televisión que ya he presentado como proyecto, con niños y música. Ahora no hay programas de música: hay programas de televisión con música, como Operación Triunfo o La voz. Todos cantan pero… Hay gente con talento, como esta chica Amaia, que es de lo mejor que oído en los últimos años, pero creo que la están exponiendo mañana tarde y noche. Seguramente le harán un disco pop horrendo y la freirán. Ojalá me equivoque: lo que yo veía en YouTube de Amaia, no tanto en OT, era estupendo.

Cuando dejé el Cervantes pensé en hacer algo con letras de Joaquín Sabina, que se portó maravillosamente: me dio textos e ideas y llegué a poner música. Pero no me pegan: tengo una voz demasiado dulce. Los textos de Joaquín cantados por Joaquín son geniales, pero los canto yo y los ablando. Si no me veo yo, ¿cómo me van a ver los demás? Fíjate: lo último que hice antes del Cervantes era poner música a Kavafis. ¿A quién le interesa esto? ¡A mí y a mi tía! ¿Para qué voy a andar por ahí cantando arrastrándome con la guitarra? Si lo que me interesa es cada vez más minoritario… Por placer puede ser un día, con músicos amigos, pero ¿meterte en una gira cuando lo que te interesa es Kavafis? ¿Dónde se radian, en qué programa las ve el público? Lo que sí tengo es un sentido común aplastante. Hace mucho que dejé de cantar y a mí ya no me conoce nadie: ¿esta señora tan mayor con gafas qué hace aquí cantando?

¿Se lo ha pasado bien?

Mucho. Cuando te vas haciendo mayor, lo único que se valora es el tiempo. O te lo pasas bien o eres idiota. Hay que reírse mucho. Por cierto, ¿no me vas a hacer ninguna pregunta sobre libros? ¡Me habías dicho que a eso veníamos!

La he engañado. Prefiero hablar sobre usted.

¡Eres un desgraciao! Unos libros que me marcaron: Las aventuras de Guillermo (1922) de Richmal Compton. Y últimamente de una escritora marroquí-catalana, Najat El Hachmi, “Madre de leche y miel” (2018), que narra la historia de una madre y una hija que salen de Marruecos en el ochenta y tantos y se instalan en Barcelona, con todo lo que significa el Islam… Es un libro que está muy bien de una escritora que está muy bien.

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