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Fernando Delgado: «Hay gente inteligente que puede cultivar la palabra en las redes»

Fernando Delgado: «Hay gente inteligente que puede cultivar la palabra en las redes»

El escritor y periodista Fernando Delgado, ganador de los premios Planeta y Azorín, denuncia que «la vulgaridad se ha apoderado de las nuevas tecnologías», especialmente las redes sociales, y reivindica la poesía como «el más importante espacio de la literatura y por lo tanto, el más respetable».

En una entrevista con Efe con motivo de la publicación de su último libro de poemas, La mar desnuda (Pre-textos), Delgado valora fenómenos como el de Rosalía, capaz de llevar «la palabra poética a los escenarios y contagiarnos a todos de esas emociones», en referencia a la versión que la cantante ha hecho de un poema de San Juan de la Cruz en «Aunque es de noche».

Delgado, de 73 años, presenta este sábado en Valencia su quinto libro de poemas, en el que recopila algunos de los textos sobre el mar que incluyó en un libreto de ópera que le encargó el compositor Ernesto Halffter, quien murió después de haber recibido el trabajo, así como otros poemas dedicados a Joaquín Sorolla.

Este pintor valenciano «constituye para mí una enorme admiración. El mar es en Sorolla vida, y para mí parte de la vida», afirma Delgado, tinerfeño de nacimiento pero afincado en Faura (Valencia) desde hace más de veinte años, quien recuerda cómo cuando vivía en Madrid necesitaba el mar, lo que implicaba tener que viajar a Valencia.

Considera importantísimo que los jóvenes se acerquen a la poesía, a la que cree que se puede llegar «desde muchos ámbitos», también desde el tecnológico, pero que, a su juicio, tiene que «formar parte de la escritura» y tener «una aplicación en la lectura por encima de la palabra barata».

Delgado se muestra bastante crítico con la poesía y los fenómenos literarios que surgen al calor de la redes sociales, donde en su opinión abundan «el analfabetismo», «la ordinariez» y «la vulgaridad». En este contexto, teme que la poesía «llegue a ser no una putrefacción pero sí un motivo de escándalo de la palabra», pues aunque es consciente de que «hay gente inteligente que puede cultivar la palabra en las redes», también cree que existe «gente muy idiota que puede apropiarse banalmente de la palabra». «Me parece muy positivo que las redes puedan acercar una buena estética de la palabra pero también tengo mucho miedo de que las palabras se constituyan en una mierda», advierte.

Ve «maravilloso» que las redes sociales faciliten acceso al ámbito cultural a personas humildes que no lo habrían tenido de otro modo, pero alerta de «la gente petulante» que entra en ellas «desde la vulgaridad, la ordinariez, el mal gusto o, sencillamente, desde la nada». En este sentido, considera que a la sociedad le hace falta «limpieza» frente a una «vulgaridad que se ha impuesto de una manera atroz». «Ahora la palabrota es lo más rico que puede haber; la ordinariez, lo mejor exhibido, y la vulgaridad, notable. Estamos en una sociedad podrida», lamenta.

A pesar de llevar cinco libros de poesía publicados —y alguno más escrito, señala—, Fernando Delgado no se siente consagrado en este género «ni en nada». Reconoce que siente mucha satisfacción de expresarse a través de la poesía, pero al mismo tiempo se encuentra «de alguna manera disminuido ante ella». «Le tengo mucho respeto», asegura este escritor, admirador de San Juan de la Cruz y para quien la poesía es «cosa de dioses», aunque en su trayectoria literaria destacan sobre todo sus novelas, algunas de ellas galardonadas con premios como el Planeta o el Azorín, un ámbito que reconoce como «cómodo» y «más cercano a la gente».

Fernando Delgado publicará próximamente un libro, cuyo título aún debe decidir, en el que reflexiona sobre la sexualidad en la sociedad española, especialmente la homosexualidad, y que, según dice, «lo mismo tiene carácter de ensayo, que de relato, que de crónica». También trabaja desde hace años en una novela que se titula Todos al infierno, en analogía con la película de su gran amigo Luis García Berlanga Todos a la cárcel, y en la que hay «mucha podredumbre y personajes bastante asqueantes», «corruptos» y «podridos».

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