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Infinitos mundos posibles

Infinitos mundos posibles

Los relatos de esta antología giran en torno a tres temas: el pasado histórico, el amor por el cine y las ucronías. ¿Ejemplos? Un soldado de los Tercios desembarca en Gran Bretaña tras el fracaso de la Gran Armada, un chef es condenado a muerte por su pericia gastronómica, una joven regresa a casa tras pasar media vida con los comanches…

En este Making Of, Juan Laborda Barceló cuenta cómo escribió El efecto Rashomon (Traveler).

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Las pulsiones son intangibles. Un territorio ignoto del que, normalmente, conocemos antes las expresiones que las causas. Decía Kierkegaard que el pensamiento puro es un fantasma; también lo son los orígenes, aunque pesen; las identidades, aunque definan; y mucho más aun los latidos creativos.

Por eso es tan difícil rastrear la génesis de las obsesiones que cultivamos con ahínco. Más allá de traumas, o de cuchilladas emocionales sobre la retina (las ilusiones felices como motor las dejamos para otro momento), el origen de la creación es un misterio. A pesar de ello, el germen de El efecto Rashomon está localizado, al menos en apariencia. Todo partió de una de esas ideas felices que los grandes nos regalan. Hace años leí que «el fuera del campo en el cine permite la existencia de infinitos mundos posibles». El teórico André Bazin nos regalaba una sentencia sin final. Así sucede también con las historias que nunca nos contaron, pero que necesitan de un marco o de un foco para salirse de él. Desde entonces, esa máxima nunca dejó la gramola de mi memoria y fue construyendo castillos en el aire sin yo saberlo. Estos doce relatos nacen de los pliegues ocultos de las películas que amamos. Es decir, de aquello que no nos contaron en la historia que vimos.

"La mirada de Debbie es el comienzo, la génesis, de este libro. Su sufrimiento es El efecto Rashomon. Es el relato tras la puerta que se cierra"

Si esta fue la teoría, el descenso desde las nubes al magma de la praxis ocurrió, cómo no, atravesando la vida de repuesto que es el cine. Revisitando por enésima vez Centauros del desierto (1956), de John Ford, tuve una de esas cuchilladas emocionales que llegan desde la sugerencia. Y fue en el final del filme donde se inició todo. Ethan Edwards (John Wayne) es un Ulises oscuro que consigue, tras una gran odisea, rescatar a su sobrina, cautiva de los indios desde hace años. Esa es la historia conocida, pero yo no quiero poner el foco ahí. Me interesa mucho más la joven Debbie, a la que da vida una impagable Natalie Wood. Su mirada perdida, extrañada, alucinada quizá, es la de una mujer que regresa a su Ítaca natal, pero esa ya no es su casa. El tío Ethan cierra el círculo de la vida de Debbie, la devuelve a un mundo que hace mucho tiempo que dejó de ser el suyo. Hay una poética del desamparo en el brillo de los ojos de la niña mujer que retorna.

La mirada de Debbie es el comienzo, la génesis, de este libro. Su sufrimiento es El efecto Rashomon. Es el relato tras la puerta que se cierra. Es lo que sucede cuando se apaga el foco. Y ahí caben infinitas interpretaciones posibles. No son pocos los huecos sobre los que arrojar luz en la historia del cine y en los imaginarios íntimos.

"El efecto Rashomon, acuñado tiempo después de la película de Kurosawa, es un fenómeno psicológico que reza lo siguiente: los hechos son innegables y las interpretaciones infinitas"

Y, sinceramente, creo que el germen nace de una herida que sigue sangrando. Es aquello de que al acabar de leer un libro o de ver una película, si nos hemos metido de verdad en ella, sufrimos un cierto desamparo. Se nos queda algo indefinible dentro, una melancolía del desaparecer —por decirlo con Foxá—. Y en ese duelo de dejarlo ir, pensamos y pensamos en las historias anejas, cercanas, que nos permitan no abandonar ese universo ficcional. Y, entonces, es inevitable. No podemos dejar de fabular. Se abren variantes y ramificaciones posibles, pero que si fueran históricas las llamaríamos ucronías. También hay en estas letras un anhelo de visitar a Clío y sus cajones por abrir. Es un elemento inspirador y sugerente. En los planos sin rodar del pasado se abren historias luminosas. Hechos que pudieron ser y no fueron, así como aquellos que ocurrieron pero no de ese modo, se concitan tanto en el origen como en el fondo de estos relatos.

Hay quien desde un título comienza a crear. En mi caso, y en esta obra, el título vino muy al final, pero con la fiereza de lo intuido. El efecto Rashomon, acuñado tiempo después de la película de Kurosawa, es un fenómeno psicológico que reza lo siguiente: los hechos son innegables y las interpretaciones infinitas. Cada cual construye, como una realidad propia, su versión de lo acaecido. Pocas cosas se parecen más a rellenar los agujeros que la ficción no cubrió.

Mitologías fílmicas e historias imposibles, pero ciertas, se conjugan aquí con el deseo de forjar una nueva manera de narrar. Los lenguajes, audiovisual, literario y emocional se combinan sin que nazca del conjuro otra cosa que un puñado de ficciones breves. Están todos invitados a las vidas no vividas. Son tan ciertas como las que sí.

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Autor: Juan Laborda Barceló. Título: El efecto Rashomon. Editorial: Traveler. Venta: Todos tus libros.

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