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La belleza fatigada de las finas arrugas

La belleza fatigada de las finas arrugas

Estamos de aniversario. Bevilacqua y Chamorro, la indestructible pareja de guardias civiles inventada por Lorenzo Silva, cumple 20 años de su nacimiento, cuando allá por 1998 salía a la luz una obra prometedora, El lejano país de los estanques, con la que este escritor madrileño empezó a insinuarse en el mundo del relato policiaco. Sin grandes altibajos, manteniendo siempre la forma, haciendo evolucionar todo lo evolucionable a sus dos personajes, que, poco a poco, han ido ascendiendo de empleo —aunque apenas se refleje en el sueldo—, Lorenzo Silva ha donado a su público unas historias bien construidas, desarrolladas en escenarios diferentes, con casos cada vez más difíciles de desentrañar. Porque el malo es malo, nadie podrá negarlo, pero nunca es tonto del todo, y ha ido aprendiendo de sus errores hasta casi lograr ir por delante de estos guardias a los que siempre les faltan medios, que siguen en pañales, que aún están alejados de las más modernas tecnologías, que hacen frente a lo peor con palicos y cañicas, que dicen en mi tierra, casi con lo puesto, porque para la causa nunca hay ni un solo duro.

"Lorenzo Silva no desaprovecha la ocasión que se le brinda para poner a caldo al Estado español que abandona a su suerte a los mejores"

A Lejos del corazón le precede un libro de relatos, aparecido el pasado año, Tantos lobos, en donde ya se insinúa alguna futura novela, y Donde los escorpiones (2016), quizá una de sus mejores entregas, en la que Silva se lleva a sus chicos nada menos que a Afganistán a resolver el enigma de una extraña muerte acaecida en el campamento de los aliados que tienen que sufrir el calor de la zona y las trampas de quienes, por todos los medios, tratan de limpiar de invasores el país. En esta ocasión, Vila, que luce la bien merecida estrella de subteniente, cumplidos y bien cumplidos los cincuenta, más filósofo y senequista que nunca, papá de un nuevo picoleto que acaba de finalizar sus estudios en la academia, por lo que ya se incorpora al mundo de la acción, se enfrenta a un nuevo caso fuera de su habitual ambiente capitalino, por lo que se ve precisado a viajar al profundo Sur, a la tierra de los narcos, al campo de Gibraltar en donde no atan, precisamente, a los perros con longaniza. Todo lo contrario. Lorenzo Silva no desaprovecha la ocasión que se le brinda para poner a caldo al Estado español, que abandona a su suerte a los mejores. Uno de los jefes de ese cuartel de la Guardia Civil se lo deja meridianamente claro a Gardel, el apodo con el que conoce a Vila desde los tiempos en los que ambos saborearon las “delicias” de su destino en el País Vasco en los peores momentos de la lucha antiterrorista:

“Ni yo ni mucho menos usted, subteniente, que viene aquí de visita, como quien dice, podemos hacer nada contra una situación que tiene tantos padres y padrinos: tanto chico con tan poca formación, tanto paro juvenil, una sociedad que necesita drogarse, una plantación descomunal de droga ahí en el continente de enfrente, un paraíso fiscal de soberanía extranjera adosado a la comarca…”.

"Hay en esta novela un inevitable tono melancólico por lo que pudo haber sido y no fue"

Como para salir corriendo. Pero Bevilacqua, como siempre sucede en estos casos, tira de galones, echa mano a su ya dilatada experiencia, alecciona a los suyos, se guía —como ya lo hacía en sus tiempos el Plinio de Paco García Pavón— por sus pálpitos, que casi nunca le fallan, y le echa lo que hay que echar al asunto hasta conseguir poner a la sombra a quienes se portan mal y tratan de pasarse las leyes por el arco del triunfo.

A su lado no podía faltar Chamorro. “Su” Virgi del alma, a la que Vila ha visto crecer, enamorarse y desenamorarse. La sargento primero también va a acumulando experiencia y trienios. Ya ha cumplido los cuarenta y se le aprecia, como a su jefe, un cierto desdén por las cosas de la vida, como si a ella también se le fueran huyendo los placeres de la carne. En la novela de Lorenzo Silva, escrita con la corrección, la soltura y la elegancia que es habitual en este escritor, hay un momento en el que el lector se ve precisado a contener la respiración. Un instante en el que Chamorro y Bevilacqua pasean juntos bajo el silencio de la noche a la espera de nuevos acontecimientos, tratando de atar cabos de lo que ya tienen investigado, y la sargento primero le pide a su jefe que le dé un abrazo, y después un beso. Minutos antes, Vila, que mira de soslayo a la chica que le acompaña, mientras toman una copa, no puede evitar “admirar la belleza fatigada de las finas arrugas que nacían de sus párpados”.

"Lorenzo Silva se explica bien, y convierte a su héroe en un digno representante del lector; un interlocutor que mira por sus propios ojos, como si fuera una cámara subjetiva"

Hay, pues, en esta novela un inevitable tono melancólico por lo que pudo haber sido y no fue. Y en medio de estos efluvios erótico-sentimentales, el secuestro de un joven empresario andaluz, que no es trigo limpio del todo, pone en alerta a un arsenal de guardias civiles que comienza por dar infinidad de palos de ciego hasta que se dan cuenta de que, como diría Quevedo, ya no es ayer, y se trata de resolver un complejo enigma que tiene que ver con el mundo de la informática. Con la iglesia hemos dado, amigo Sancho. Porque eso es, precisamente, lo que ahora se lleva. Negocios en la red. La ciberdelincuencia. Bitcoins y otras lindezas por estilo, que le quedan muy lejos a quienes ya han cumplido el medio siglo y escuchan la música de Gianna Nannini, y muy especialmente Lontano dagli occhi, canción que inspirará el título, no de manera baladí, a la novela.

Lorenzo Silva, fiel a sí mismo, coherente a más no poder con la trayectoria y el pensamiento de sus personajes, utiliza nuevamente de telón de fondo a esos escritores, filósofos y directores de cine a los que siempre trata de rendir homenaje por haberle ayudado, y de qué manera, a formatear el disco duro de su memoria: John Ford, Stendhal, Musil, Lacan, Heráclito y Aristóteles, entre otros muchos. Yo diría que para entender y disfrutar de la novela en su totalidad habría que estar algo más al día en el asunto de la informática. Pero, con todo, Lorenzo Silva se explica bien, y convierte a su héroe en un digno representante del lector; un interlocutor que mira por sus propios ojos, como si fuera una cámara subjetiva. Con lo que es el propio guardia civil quien plantea las mismas preguntas que a cualquiera de nosotros, legos en la materia, se nos hubiera ocurrido. Y aquí paz y después gloria.

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Autor: Lorenzo Silva. Título: Lejos del corazón. Editorial: Destino. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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