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La llamada de… Sigrid Nunez

La llamada de… Sigrid Nunez

Imagen de portada: Marion Ettlinger

Álvaro Colomer sigue indagando en el mito fundacional oculto en la biografía de todos los escritores, es decir, desvelando el origen de sus vocaciones, el germen de su despertar al mundo de las letras, el momento exacto en que sintieron la llamada no precisamente de Dios, sino de algo todavía más complejo: la literatura.

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En sus primeros recuerdos, Sigrid Nunez se ve a sí misma persiguiendo a su madre por toda la casa y rogándole que deje las tareas del hogar y le lea un cuento. Le tira de la falda con insistencia, hace pucheros por las esquinas, pone ojitos de cordero degollado. Mami, porfi, léeme un cuento. Y al final la madre alza la mirada al cielo, acaricia la cabeza de la pequeña y, tras plantarse delante de la librería, coge un ejemplar de El libro azul de los cuentos de hadas, cuando no de El libro amarillo de lo mismo, y lo abre por cualquiera de sus páginas ya desgastadas. Las dos se sientan entonces en el sofá y, adoptando un tono de voz melifluo, la adulta al fin dice: «Érase una vez…».

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Sigrid Nunez entró en la literatura a través de los cuentos de hadas. Su preferido era Los seis cisnes, de los hermanos Grimm: una bruja convierte en cisnes a los seis hijos de un rey, pero la séptima, la chica, consigue escapar a tiempo. La evadida se entera a continuación de que, para romper el hechizo y liberar a sus hermanos, debe tejer seis camisas de velloritas sin hablar ni reír durante el mismo número de años, y pese a la dificultad del reto, no duda en hacerlo. Hacia el final de la historia, por circunstancias que ahora no importan, la protagonista es condenada a arder en la hoguera, pero incluso estando atada al poste continúa confeccionando las prendas y, cuando el verdugo ya se dispone a prenderle fuego, los seis cisnes aparecen volando, se posicionan alrededor de la pira y capturan con los picos las camisas que ella les lanza. Y así, al mero contacto con la tela, recuperan la forma humana. Todos, salvo uno, que conserva una de sus alas porque a su camisa, ay, a su camisa le faltaba una manga.

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Tal vez a Sigrid Nunez le gustaba esta historia porque de pequeña quería ser bailarina y, ya se sabe, el ballet y los cisnes siempre han ido unidos. Sin embargo, ella asegura que lo que realmente le fascina de los cuentos de hadas es el concepto de consecuencia: si te comportas como un egoísta o como un cabrito, la vida te castiga; si lo haces como alguien inteligente o como un bendito, te recompensa. El propio Hans Christian Andersen fue un ejemplo de esto. Nació en una familia tan pobre que su padre tuvo que reciclar un ataúd para construir su cuna. Era un niño, pues, destinado a la miseria, pero luchó por hacerse un hueco y, al final, no solo transformó la literatura infantil europea, sino que convirtió en realidad el augurio que una pitonisa le hizo cuando apenas era un adolescente: que sería él quien daría fama a la ciudad donde había nacido: Odense.

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A los hermanos Grimm, sin embargo, las cosas les fueron bien sin merecerlo tanto. Siempre se ha dicho que cogieron la mochila y recorrieron Europa recopilando los cuentos que corrían el riesgo de perderse en la tradición oral, pero ahora sabemos, gracias a ciertos documentos desempolvados recientemente, que en verdad nunca salieron de casa y que lo único que hicieron fue invitar a merendar a las viejas de su municipio y pedirles que les contaran los cuentos que habían oído de pequeñas. También se reunían con las criadas de las familias ilustres, ya que eran ellas las que contaban los cuentos a los hijos de los nobles, lo cual nos permite afirmar que, en cierta medida, la literatura infantil europea se ha conservado no porque los eruditos la custodiaran, sino porque servía para que los ricos conciliaran el sueño.

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De cualquier modo, hay otro aspecto en los cuentos de hadas que siempre llamó la atención de Sigrid Nunez: el concepto de transformación. Seis niños se adentran en el bosque y una bruja los convierte en cisnes, una princesa besa una rana y ya tiene un marido decente, una sirena sale del agua y su cola se bifurca en dos piernas. Los cuentos de hadas pusieron el cambio, ya sea físico, ya moral, en el centro de la narrativa; hoy no se entiende la literatura occidental sin el paradigma de la transformación procedente de la tradición infantil europea. En este sentido, incluso La metamorfosis, la de Franz Kafka, guardaría similitudes con los relatos de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen o Charles Perrault. A fin de cuentas, es la historia de un hombre que se acuesta humano y se despierta animal, algo habitual no solo en los cuentos de hadas, sino en toda la mitología cuando menos occidental.

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La última novela de Sigrid Nunez es Los vulnerables (Anagrama).

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