La madera y la tribu

No hace mucho, Vargas Llosa citaba a Popper en su página de El País, alertando sobre “la llamada de la tribu” y los movimientos sociales que engendra últimamente. Y es que, en efecto, la configuración del mundo global que viene —Zuckerberg lo quiere del todo interconectado— va generando algunas resacas de incertidumbre; dudas existenciales con respecto al rumbo de Occidente en el pecho de más de uno de sus urbanitas medios, y que no siempre desembocan en los consabidos y fatales atavismos. Ello guarda relación con el hecho de que un puñado de autores que difícilmente venderán nunca el medio millón de ejemplares hayan sido recientemente traducidos a nuestro idioma: Gary Snyder (beat insigne, así como el Japhy Ryder de Los vagabundos del Dharma de Kerouac), Sue Hubell, Doug Peacock y algún otro. Ello podría guardar cierta relación con el fenómeno editorial de Lars Mytting y El libro de la madera, aunque solo “cierta”. Digan lo que digan las reseñas, este bestseller no es tanto un libro de Naturaleza como una loa utilitaria al trabajo físico y —más entre líneas— una reivindicación de la autosuficiencia y los saberes vernáculos de los que se nutre. Aparte, no deja de ser curioso que haya aparecido casi a la vez que Leñador (Mike Wilson. Errata Naturae, 2016); un libro del que tal vez podamos encargarnos en otra ocasión.

Mi familia vive en Alaska, Discovery Max

Hay más tribalismo benigno en este superventas que en los cantos a la vida salvaje de Snyder y compañía, que resultan mucho más filosóficos, posmodernos y waldenianos. No muy explícitamente, El libro de la madera se antoja más “tradicionalista”, quizá porque gravita en torno al redescubrimiento de las cosas simples sin atender tanto a la Naturaleza en sí. De ahí que Mytting reivindique mundos como los de Mi familia vive en Alaska y algún otro programa de Discovery Max, en los que la adaptación al medio nos es presentada como lo verdaderamente importante; la supervivencia de la tribu ante azares que la hacen mucho más dueña de su destino, y que podrá encarar si cuenta con la clase de conocimientos que se transmiten oralmente en las pequeñas comunidades, con cierta información técnica y con una austera impedimenta que incluye motosierras, hachas y martillos de rajar, así como estufas que uno mismo ha de saber mantener. En definitiva, el noruego viene a sugerirnos que podríamos ser mucho más felices dando un par de pasos atrás, sea a tiempo parcial o a jornada completa.

Bien que no del todo novedosa, Lars Mytting ha dado con una fórmula tenaz: la del manual técnico-ensayístico. No del todo porque Thoreau —de quien toma una cita sobre el fuego y a quien menciona en algún otro lugar— ya apuntó hacia esta clase de indexaciones en Walden y Autumnal Tints. Sin embargo, “la biblia del slow life” (El Confidencial) no recurre a su índice para dotar de esqueleto a un posterior cuerpo literario digresivo. Aunque se ciña a los temas desenfadadamente (especies arbóreas, herramientas, corte y apilado de leña, etc.), Mytting es concreto y hasta propenso a los datos contantes y sonantes. Por otra parte, el autor no se da tanto al descriptivismo habitual de la escritura de Naturaleza como a las explicaciones tipo “cómo eran las cosas antes de que…”, aderezando un estilo sobrio con anécdotas culturales e históricas que, sin duda, fluidifican la lectura del texto. La madera —y todo lo que la rodea— nos es presentada como tuétano de un sentir del mundo que convendría recuperar en la era de Facebook y Twitter, aunque el autor —lejos de sermonear sobre ello— se limite a desentrañar los secretos de la materia inflamable y su tratamiento, dejando la metalectura en manos de las tribus lectoras. Digamos que, tópicos y esnobismos aparte, El libro de la madera es bastante legible. Por lo demás, el tiempo lo dejará en su lugar. 

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Autor: Lars Mytting. Título: El libro de la madera. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon y FNAC