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La palabra iluminada

El escritor dominicanoManuel Mora Serrano, Premio Nacional de Literatura, falleció en octubre pasado, en Santo Domingo, a los 90 años. Mora Serrano fuepoeta, narrador, ensayista, docente de literatura e investigador literario, y deja, entre otros títulos, Juego de dominó y El precio del fervor. Las palabras que publicamos a continuación son un recuerdo emocionado de Clidia Díaz para quien tanto contribuyó a la difusión de las letras y la cultura.

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevaré el blanco día;
(…) mas no de otra parte en la ribera dejará la memoria en donde ardía;
(…) venas que tanto humor a tanto fuego han dado,
(…) serán ceniza, mas tendrán sentido. Polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo

El alma de Manuel Mora Serrano, el reconocido escritor francomacorisano, se mudó a un lugar “más cerca de lo azul que de lo humano”. Eterno enamorado de la poesía, Manolito se fue, como diría el poeta Amado Nervo, a llenar su vaso con eternidad.

"Queda su obra, que abarca varios géneros literarios, y reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura 2021"

Deja aquí una fructífera vida dedicada a la literatura y a la promoción de la cultura dominicana. Queda su obra, que abarca varios géneros literarios, y reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura 2021, además de la inmensa gratitud de tantos escritores a los que promovió y lectores que deleitó. Y queda también su recuerdo imborrable en los que amó y le amaron incondicionalmente, su familia y amigos.

Fiel creyente del valor terapéutico de la poesía, en sus últimos meses de vida, a pesar de los malestares de salud que le aquejaban, siguió empeñado en devolver la poesía a las calles dominicanas, hacer que sonara en la radio y la televisión y promoverla en los suplementos culturales. Festejó sus noventa años con una nueva propuesta de periodismo cultural, Hablando del alma y de la poesía, que invitaba a los lectores a leer a sus poetas queridos “para evitar el aburrimiento e iluminar algunas almas extraviadas que por falta de estas luces están tan oscuras”.

"Manolito es ya eterno. Honrémoslo desde aquí siguiendo sus últimas recomendaciones. Leamos a sus poetas queridos"

A Manolito me une un amor heredado. En vida eligió como hermana mayor a mi suegra, Violeta Martínez, a Rafael Ortega (Fellito) como cuñado y a La Joya, finca propiedad de los Ortega Martínez, como su jardín paradisíaco. Allí se trasladaba con frecuencia a escribir, a corregir textos, a disfrutar de la compañía de Fellito y Violeta y a compartir junto al parnaso nacional tertulias y encuentros culturales. De esa época quedan en La Joya dos lápidas: una en mármol donde se lee: «El poeta Franklin Mieses Burgos leyó sus versos aquí», y otra de Freddy Gatón Arce con su “Poema de Dios” tallado en una piedra en medio de un rosal en el jardín, testigo fiel de su pasión y amor por la literatura y su fidelidad en la amistad.

Manolito es ya eterno. Honrémoslo desde aquí siguiendo sus últimas recomendaciones. Leamos a sus poetas queridos “para iluminar el alma e interrumpir este desamor a la vida propia y a la ajena”. Ya lo escribió Platón hace más de dos mil años en su fragmento del diálogo de Ion y Sócrates: los buenos poetas por una especie de predisposición divina expresan todo aquello que los dioses le comunican.

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