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La salvación por el humor

La salvación por el humor

A escasos meses de morir en el fatídico accidente del vuelo 11 de Avianca en Mejorada del Campo, el escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) explicaba en la prensa que Los conspiradores (Argos Vergara, 1981; publicada en México como Los pasos de López, Océano, 1982) cuenta la primera historia que le interesó en la vida. “Es la historia de la conspiración que comenzó la independencia de México, y que me contaron como un cuento a los seis años y me fascinó. Luego la estudié en el colegio y me aburrió, porque me aburren los héroes. Por fin hice una obra de teatro [La conspiración vendida, 1975], bastante heroica también, y he terminado por escribir esta novela”. Una novela contra la historia, porque “la historia”, dijo entonces, “vuelve tiesas las cosas”.

"La editorial Menoscuarto ha decidido recuperar el título para volver sobre los pasos de esta historia de la primera fase de la Independencia de México, puesta en pie con los ingredientes satíricos y paródicos"

Volver tiesas las cosas es algo que no entraba en la cabeza de uno de los más heterodoxos escritores americanos, más cercano a Mark Twain y Ambrose Bierce que a Carlos Fuentes o Fernando del Paso, dos de sus contemporáneos que también entendieron que en la historia se encontraban gérmenes novelescos para alumbrar el futuro. Habrá que recordar que Ibargüengoitia sentía querencia por cualquier apuesta que incluyera en su propósito un domado sentido del sarcasmo, a veces rayano en lo asilvestrado, pero siempre desde una perspectiva con alto sentido crítico. Dinamitero del mito de las instituciones y del desarrollo estabilizador del México que le tocó vivir, esencialmente en época del PRI, el partido hegemónico en México por aquel tiempo, hacía uso de una prosa precisa y escalpélica para diseccionar, ridiculizar y mostrar personajes cercanos a protagonistas reales de la vida de provincias —en México todo es siempre vida de provincias, viene a decir—, aunque no estuvo exento de resolver los enigmas de la historia con su particular mirada a lo que ya es conocido como el subgénero de la Novela de Independencia Hispanoamericana, con ejemplos que van desde Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos a El general en su laberinto de Gabriel García Márquez.

La editorial Menoscuarto ha decidido recuperar el título con el que se conoció en España a la novela para volver sobre los pasos de esta historia de la primera fase de la Independencia de México, puesta en pie con los ingredientes satíricos y paródicos a los que ya nos tiene acostumbrada la prosa del escritor nacido en Guanajuato (Cuévano en la novela), trasunto real de su geografía narrativa labrada a modo de microcosmos. Aunque los personajes son ficticios, la mayoría de ellos están libremente inspirados en distintos personajes del movimiento de los insurgentes mexicanos, héroes y, aquí también, antihéroes de la Independencia, conocidos como la Conspiración de Querétaro, antecedente inmediato de la Guerra de la Independencia de México frente al opresor virreinal. La posterior rebelión contra el colonizador se convierte aquí en una suerte de disparatada conspiración repleta de desternillantes enredos y aventuras, o más bien desventuras, con episodios muy conseguidos que son muestra de la maestría del escritor a la hora de abordar la historia en clave humorística. Alguien tenía que hacerlo.

"Hoy Ibargüengoitia forma parte indisoluble e insoslayable de la de la literatura mexicana, a salvo ya gracias al sentido del humor de este escritor universal"

Los conspiradores es el relato de una rebelión fallida a principios del siglo XIX que encuentra en la fatalidad su razón de ser, en parte porque la perspectiva utilizada es la irónica. Todo escritor irónico es un escritor moralista, y la risa, una defensa contra lo intolerable además de una respuesta a lo absurdo que acompaña ciertas existencias, cuando no a su totalidad. El canon literario mexicano, a menudo tan serio, rígido y dramático, es el resultado de la historia trágica del país, pero estaría incompleto sin la inteligente mirada disociativa de Jorge Ibargüengoitia. Y es que a veces, la lucidez se ilumina desde lo irrisorio. Fue la última de las novelas publicadas en vida y tal vez su mejor testamento. Matías Chandón iba a ser el narrador principal de esta desaforada historia entrañable de insurgentes casi a su pesar. Como una premonición de su vida personal (ese fatídico Boeing 747) y de su carrera literaria, Ibargüengoitia escribe por boca de Chandón, a la sazón oficial de artilleros del regimiento de dragones: “Le pregunté qué forma de gobierno iba a tener la Nueva España después de la revolución, y Periñón dijo: «Es cuestión que francamente no me preocupa, porque sería raro que llegáramos a ver el final de esto que estamos comenzando». Fue la primera vez que alguien dijo delante de mí que lo que habíamos emprendido podría —o, mejor dicho, casi con seguridad iba a— costarme la vida. Esa noche, ya a oscuras, en mi cama, me resigné y dije:

—Así han de ser las revoluciones —y me quedé dormido…” Hoy Ibargüengoitia forma parte indisoluble e insoslayable de la de la literatura mexicana, a salvo ya gracias al sentido del humor de este escritor universal. Él entendió como pocos que las cosas pueden explicarse de otro modo.

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Autor: Jorge Ibargüengoitia. Título: Los conspiradores. Editorial: Menoscuarto. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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