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Lepisma y los concursos literarios

Lepisma y los concursos literarios

No era la primera vez que me presentaba a un concurso literario; sí era, sin embargo, la primera vez que lo hacía compitiendo contra pacientes de otros hospitales psiquiátricos dentro del conocido como “Certamen Literario Intermanicómico para Personas con Enfermedad Mental, Discapacidad Intelectual, Psicosocial, Psíquica, Síndrome de Down o Autismo, anteriormente Conocidos como Dementes, Subnormales, Mongólicos, Retrasados, Trastornados o Locos” (en adelante CLIPEMDIPPSDACDSMRTL)

Bueno, no es exactamente así, no fui yo quien se presentó al CLIPEMDIPPSDACDSMRTL, sino que fue la dirección del psiquiátrico de Carfax quien, para mi sorpresa, presentó al jurado los escritos y dibujos sobre Lepisma Saccharina que el doctor Seward me obliga a entregarle semanalmente como parte de mi terapia. Si bien en primera instancia esto me irritó, al ver cómo iba superando rondas y venciendo a otros centros (no sé si sabéis que el formato del CLIPEMDIPPSDACDSMRTL es similar al de las competiciones deportivas) me animé hasta llegar absolutamente eufórico a la final, donde me enfrentaba a los escritos de otros tres centros: el Hospital de Ashecliffe, ubicado en la isla de Shutter, el Asilo Arkham en Gotham y el Hospital Psiquiátrico de Nuestra Señora de la Fuentecilla en Zamora. Me impresionó que se alquilara para tal fin el anfiteatro romano de Nimes, y que éste estuviera abarrotado.

Uno tras otro los cuatro finalistas fuimos leyendo nuestras obras ante un público tan enfervorizado como lo habría estado el de los romanos dos mil años atrás. Y posteriormente, tras una tensa espera, llegó el FALLO del jurado.

Y sí, soy consciente de que he escrito FALLO en mayúscula y en negrita.

Porque no puedo dejar de indignarme al recordar cómo el Primer Premio recayó en Alice Gould, la representante del hospital zamorano con su obra Las líneas no excesivamente rectas del ser supremo, que era un más que evidente plagio del best seller Los renglones torcidos de Dios, de Torcuato Luca de Tena. De nada sirvieron mis más que justificadas quejas ante el señor Gould, presidente del jurado, el cual me despachó, airado, con estas palabras:

—Usted calle, que está loco.

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