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Los trozos de lo pequeño

Cuando es preciso, Esmeralda Berbel (Badalona, 1961) demuestra una solvencia estilística admirable: «No puedo ahora desenterrarme y decirte como hija cuánta flor hay en mi costado, cuánta agua maloliente, cuánto río lleno de sangre; cómo me he vuelto reina de las sábanas de hilo caro, cómo hemos desflorado las flores vivas de nuestros almohadones. Oír la cal trashumando mi piel fría convertida en oro». Pero su primera preocupación, al menos la que se desprende de la lectura de este volumen en el que se recogen sus cuentos, es la definición de personajes a través de la sensibilidad. A estos personajes, que son los que la preocupan, su fuente de inspiración, el sustrato sobre el que dejar caer la curiosidad, les da voz, los convierte en narradores. Espíritus sensibles, asistimos a cómo van construyendo lo que sienten a partir de un episodio significativo de su existencia, de un momento clave, de la etapa más significativa. Berbel no entrega el cuadro completo, como no podía ser menos cuando nos coloca en los sentidos de narradores que atienden a su parcela de realidad, con lo que empuja al lector a convertirse en cómplice de casi todo: debemos completar el cuadro mientras nos estamos identificando con el que vive la historia. Parece fácil y, de hecho, Berbel nos relata esos instantes con sencillez, pero cuando alguien trabaja mucho y tiene mucho talento para el trabajo, lo que hace es simplificar, no complicar las cosas. Y mucho menos en términos de comunicación.

"Berbel no tiende a ofrecernos el resultado, pero sí a indicar que hay salida y que ella, creadora de estos personajes por los que siente debilidad, espera que al otro lado aguarde la calma"

Estamos frente a unos relatos en los que se atiende a la belleza de lo pequeño, sin que esto sea una categoría evaluable: lo bello es que las mariposas sean pequeñas y los océanos grandes. Esa categoría entra, sobre todo, en el fenómeno del tiempo antes que en el del tamaño: leeremos un fragmento de vida, en un sitio y un momento concreto, en el que el protagonista debe aprender algo nuevo. Eso supone plantearse qué es lo que debe aprender, generalmente vital, y cómo saldrá de ese momento bisagra. Berbel no tiende a ofrecernos el resultado, pero sí a indicar que hay salida y que ella, creadora de estos personajes por los que siente debilidad, espera que al otro lado aguarde la calma. Ese es, posiblemente, el mensaje más concluyente que nos llega desde estos relatos. Como es de prever, por norma general suponen encuentros e interrogantes, y fallas de comunicación, en las que por momentos da la sensación de que los personajes hablan más para sí que para la gente con la que comparten secuencia. Esto da un efecto de intensidad a las relaciones humanas, muchas de las cuales se asemejarán a las que conocemos de primera mano.

"Y en esta esencia, repetimos, está la sensibilidad por encima de cualquier otro valor literario: la mirada, sí, y la palabra, pero también los olores y, sobre todo, la piel"

Somos vacío y lo que importa es ser conscientes de qué nos llenamos. El destino puede escoger lo concreto por nosotros, pero nuestra sensibilidad, y aquí hay mucha, elige la calidad con que combinemos esas cosas concretas: aquí cabe enamorarse, por ejemplo, porque el enamoramiento es parte de la elección de una vida poética, de una mirada que tiende a la sugerencia en lugar de a la certeza, de una conciencia de lo que nos falta y no de la estupidez de la abundancia. Esta es la esencia de este volumen que recoge dos libros de relatos, Así es el juego y El hombre que pagaba noches enteras, el segundo de ellos publicado originalmente hace más de veinte años y ya casi inencontrable. Y en esta esencia, repetimos, está la sensibilidad por encima de cualquier otro valor literario: la mirada, sí, y la palabra, pero también los olores y, sobre todo, la piel.

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Autora: Esmeralda Berbel. Título: Así es el juego. Editorial: Comba. Venta: Todostuslibros.

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