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Madre, hija y discusiones

Madre, hija y discusiones

¿Por qué subyace tanta tensión entre las madres y las hijas? ¿Por qué es tan común que el lazo sea tan complejo y, en ocasiones, tan perjudicial? ¿Por qué la figura paterna suele ser percibida por las descendientes de una manera más amable? Todas estas preguntas se hizo Blanca Lacasa antes de sentarse a escribir un libro en el que indaga en un enigma tan difícil de resolver como fácil de encontrar en los hogares de todo el planeta.

En este making of Blanca Lacasa Carralón cuenta el origen de Las hijas horribles (Libros del KO).

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No sé muy bien cuando empecé a escribir Las hijas horribles. Oficialmente, a principios del 2022. Pero esta es una fecha tramposa. La cuestión del libro (las dificultades en las relaciones entre madres e hijas) llevaba persiguiéndome lustros, habitando un espacio de mi cabeza que, probablemente y con la escritura del manuscrito, pretendía liberar. Durante décadas ha sido tema recurrente. Me lo encontraba en conversaciones con amigas y conocidos. Me daba de bruces con él viendo películas o leyendo libros. Me asaltaba en formato recuerdo en el momento menos pensado. Cuando me rendí y decidí que sí, que iba a escribir sobre tan espinosa cuestión, lo primero que me asaltó fue el cómo. Quería hablar con ellas, las hijas, las mujeres. Me urgía escucharlas a ellas, las expertas, las psicólogas, las sociólogas, las politólogas, las historiadoras. Necesitaba seguir leyendo, viendo películas. Hubo un momento en el que articular todo aquello empezó a parecerme tarea imposible. ¿Cómo ordenar ese galimatías? Hice un amago de esqueleto. Lo deshice. Lo rehice. Lo cambié, le di la vuelta y lo dejé reposar. Me compré una cartulina rosa tamaño A1. Lo dividí en diez partes, una por capítulo. Lo pegué en la pared. Compré post-its para ir rellenando las casillas que correspondían a cada uno de los epígrafes. Los post-its resultaron ser demasiado baratos o demasiado cochambrosos: no aguantaban bien la gravedad y se caían a cada momento, siendo imposible a posteriori recordar cuál era su ubicación original. La cartulina languideció, sin uso, mientras la mesa iba plagándose, ella sí, de notas adhesivas, papeles, anotaciones, libros abiertos por la mitad… Pero, curiosamente, mientras la maraña física iba creciendo, la mental se iba despejando. Cuanto más caótico lucía el escritorio, más claro se volvía el camino.

"Nunca estaré lo suficientemente agradecida a todas estas vomitonas espontáneas que, sin saberlo, tanto me ayudaron"

En todo este proceso ha habido momentos, muchos, en los que parecía que no iba a acabar nunca. ¿Cómo decides, en un tema como este, que ya está, que es suficiente? Cuando ya me había decidido a echar el cierre, leía algo que me parecía fundamental y tenía que incorporarlo; estando tan pancha tomándome unas aceitunas, alguien mencionaba el asunto con un enfoque ligeramente novedoso que mi libro no podía permitirse pasar por alto; cuando andaba con el PDF entregado, revisado y de vacaciones, veía en un episodio de Twin Peaks un detalle absolutamente indispensable. Parecía un libro destinado a no cerrarse jamás. Más teniendo en cuenta que, cada vez que alguien se enteraba de la temática de «eso que estás escribiendo», me contaba su caso. Y nunca estaré lo suficientemente agradecida a todas estas vomitonas espontáneas que, sin saberlo, tanto me ayudaron. Sólo cuando, tras varias de estas confesiones inesperadas, el check hizo pleno —»esto está», «esto también», «esto otro, por supuesto», «esto lo tengo», «esto sale»— decidí que sí, que ya, que fin.

"Cada vez que hablaba con alguien, la necesidad de encontrar certezas se disipaba dejando claro que lo importante era, en realidad, compartir las dudas, los miedos y las culpas"

Ha sido un viaje intenso en el que me lo he cuestionado absolutamente todo. Cada testimonio de una hija a la que entrevistaba me hacía replantearme esto o aquello. Cada nueva lectura me hacía dudar de una parte o de esta otra. Cada entrevista con una experta me abría una nueva senda por la que transitar. Al principio, tanta incertidumbre me aterró, luego le cogí el gusto hasta darme cuenta de que, en realidad, aquello no era un puzle a resolver y que en cada una de las cosas que me iba encontrando había algo de verdad y algo con lo que reconocerse. La mujer a la que su madre abandonó apelaba a algo, aquella que no se hablaba con la suya tocaba otra tecla, la película de Bergman que decidí ver en un rapto de locura el Día de la Madre venía a poner el foco en otra cosa. Y así con todo. La propia escritura del libro reveló el carácter coral y huidizo del asunto. Cada vez que hablaba con alguien, la necesidad de encontrar certezas se disipaba dejando claro que lo importante era, en realidad, compartir las dudas, los miedos y las culpas. Hablarlas, escribirlas, llorarlas, ironizarlas o gritarlas. Lo que fuera con tal de sacarlas del cajón. Y de cada una de esas conversaciones, de cada una esas lecturas o de esos visionados salía un poco menos sola, un poco menos culpable, un poco menos miedosa. Más acompañada, más valiente y más libre. Y comprendí que de eso se trataba: de acompañar a la futura lectora, al venidero lector, en su particular periplo. Darle argumentos, pistas y razones. Mostrarle diálogos, citas e ideas. Y que fuera, como yo había hecho previamente, construyendo y derribando. Quitando y poniendo. Negando o afirmando. Enfadándose y encontrándose. En un recorrido que, por muy único que sea, necesita compartirse.

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Autora: Blanca Lacasa Carralón. Título: Las hijas horribles. Editorial: Libros del KO. Venta: Todostuslibros.

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