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Maldito Panero

Si aceptamos el célebre adagio con el que Tolstoi arrancó su Anna Karenina y según el cual todas las familias felices se parecen, pero las desgraciadas lo son cada una a su manera, cabría apostillar que los Panero lo fueron de una manera tan peculiar que, más de cuatro décadas después del estreno de El desencanto —la película que desnudó las miserias y contradicciones de la estirpe— no han dejado de derramarse ríos de tinta sobre los distintos eslabones de ese «fin de raza» cuyo fondo de armario parece inagotable. Se publicaron hace algunos años las obras completas del patriarca, aquel Leopoldo Panero al que el marchamo de poeta oficial del franquismo silenció de manera un tanto injusta, y también se rescató hace bien poco, gracias al sello Cabaret Voltaire, el libro Espejo de sombras, donde su mujer compendiaba, siguiendo la estela de la película de Jaime Chávarri, los recuerdos de una vida a la sombra, primero, del esposo y padre amantísimo y, después, de las tres criaturas que salieron de su vientre. No se quedaron éstas atrás en lo que a levantar pasiones se refiere. Si Juan Luis Panero condujo su vida por cauces más o menos discretos mientras levantaba una sólida obra que lo convirtió en una referencia indispensable a la hora de abordar la poesía en la España del último tercio del siglo pasado, Michi Panero abjuró de todo lo que tenía que ver con las mitologías literarias, optó por la diletancia y esquivó cualquier tentación de gloria para acabar convirtiéndose en un personaje en busca de autor. Leopoldo María Panero, por su parte, se ganó pronto fama de maldito y cultivó (o le cultivaron) una imagen que complementaba muy bien una poética que en muchas ocasiones alcanza cotas deslumbrantes y que no deja de ser el reflejo de una mente a la deriva por el oleaje inhóspito del mundo.

"Leopoldo María fue el último de los Panero en despedirse y su mito, lejos de debilitarse con su desaparición, se ha venido apuntalando con la publicación de algunos títulos póstumos"

A Leopoldo María lo consagró Josep María Castellet al inscribirlo en la troupe de los nueve novísimos cuando ya había publicado sus dos primeros libros —Por el camino de Swan y Así se fundó Carnaby Street—, y a partir de ese momento sus referencias bibliográficas no dejaron de aumentar a un ritmo vertiginoso, mucho más si se piensa que en este país acostumbran a correr malos tiempos para la lírica. Sus apariciones públicas, siempre extravagantes y hasta estrambóticas, y su peregrinaje por distintos sanatorios mentales —Poemas del manicomio de Mondragón, se titula uno de sus libros mejor considerados por los lectores y la crítica— redondearon una leyenda que él pareció alimentar gustoso y que no hizo más que acrecentarse cuando exhaló su último suspiro el 5 de marzo de 2014, en el Hospital Psiquiátrico de Las Palmas de Gran Canaria. Leopoldo María fue el último de los Panero en despedirse —Michi llevaba muerto desde 2004 y Juan Luis había fallecido en 2013— y su mito, lejos de debilitarse con su desaparición, se ha venido apuntalando con la publicación de algunos títulos póstumos —Rosa enferma (Huerga y Fierro, 2014), Estantigua (El Ángel Caído, 2015), Lirios a la nada (Huerga y Fierro, 2017) —, del que Los papeles de Ibiza 35 (Bartleby) es el último eslabón.

"Los papeles de Ibiza 35 interesará, por razones obvias y merecidas, a quienes estén ya interesados en la figura de Leopoldo María Panero y, quizás, en la intrahistoria de su apellido"

La historia de este libro se remonta al año 1998, cuando Michi Panero, desentendido ya del domicilio familiar del número 35 de la madrileña calle de Ibiza, junto al Retiro, recibió una visita de su hijastro Javier Mendoza en su entonces nuevo apartamento de Juan Bravo. Le entregó aquel día una carpeta con una serie de documentos «el tesoro maldito de los Panero», lo llama Mendoza en el preámbulo­— firmados por el propio Michi y por su hermano Leopoldo María. Los papeles del primero vieron la luz a principios del año pasado, en un doble volumen que también publicó Bartleby y que llevó por título Funerales vikingos/El desconcierto. Son los del segundo los que se descubren ahora en una segunda fase de ese rescate que pone ante el lector textos que, en su mayoría, habían permanecido inéditos hasta la fecha. Y si bien cabe señalar a Javier Mendoza como el responsable de esta publicación, es Túa Blesa —uno de los mayores estudiosos de la obra del más maldito de los Panero— quien se ha encargado de clasificar y ordenar un material que había llegado a esas carpetas bastante deslavazado y que él mismo resume en la presentación del volumen como «un conjunto variado formado por mecanoescritos de poemas, ensayos y traducciones de narraciones de terror inéditos junto a otros ya publicados —algunos de ellos con variantes— y varios otros documentos más, como una carta del poeta y otras que lo tienen como destinatario». Su clasificación final obedece a un mero ordenamiento en función de su tipología: el libro unitario No, no somos ni Romeo ni Julieta, ni estamos en la Italia medieval; dos traducciones de relatos de Arthur Machen, un conjunto de poemas dispersos que se incluyen en un apartado titulado Otros poemas y otros cuantos ensayos y textos de distinta índole que se incluyen en el epígrafe Ensayos y otros escritos.

"La lectura de estos textos es una especie de viaje a los más inexpugnables abismos interiores de un poeta que seguramente publicó más de lo que debiera"

Hay libros que se defienden por su valor literario y otros que encuentran su fundamentada razón de ser en el carácter testimonial del que hacen gala sus páginas. Probablemente este volumen esté a medio camino entre ambos. Los papeles de Ibiza 35 interesará, por razones obvias y merecidas, a quienes estén ya interesados en la figura de Leopoldo María Panero y, quizás, en la intrahistoria de su apellido. No sé si despertará del mismo modo la atención de quienes, sin ser grandes conocedores ni del poeta ni de sus circunstancias, opten por asomarse a sus páginas para establecer un primer acercamiento. Como ocurre con estas recopilaciones de materiales dispersos y, a menudo, sin rematar, Los papeles de Ibiza 35 constituye en sí mismo, como apuntaba Mendoza, un gran tesoro para aquellos lectores iniciados en el misterio por cuanto les permite asistir en primera línea al embrión de una obra que ellos ya conocen en profundidad, pero quizá no contribuya a captar nuevos adeptos para la causa paneriana. Tampoco importa demasiado porque probablemente su finalidad tenga más que ver con la primera observación que con la segunda. En efecto, la lectura de estos textos es una especie de viaje a los más inexpugnables abismos interiores de un poeta que seguramente publicó más de lo que debiera y que por ello no siempre fue capaz de cuajar grandes libros, pero que acostumbraba a dejar aquí y allá huellas indelebles de una genialidad resistente a las adversidades. «Al otro lado del espejo queda la pura explosión sensible, la liberación ahora por cuanto sin apoyo posible en el otro, en un espejo, necesariamente catastrófica, de una creatividad psicológica que sólo puede ser ya mítica», escribe en uno de esos textos que su hermano Michi guardó en una carpeta hasta que decidió legárselos a su hijastro. Es ese otro lado del espejo el que se nos muestra ahora en este libro, lo suficientemente atrayente como para que valga la pena vagabundear sin rumbo fijo por sus páginas.

Foto de portada: José Ramón Vega

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Título: Los papeles de Ibiza 35 Autor: Leopoldo María Panero Editores: Túa Blesa y Javier Mendoza Editorial: Bartleby. Venta: Amazon

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