En busca de España: Los infinitos nacimientos de una nación (Roda editorial) no es un libro de historia al uso. Es un viaje narrativo y visual que aspira a despertar el orgullo, la emoción y la memoria de una nación que, según sus autores, ha renacido una y otra vez a lo largo de los siglos. Su autor principal, Manuel Ángel Cuenca López, es militar de carrera, divulgador histórico y apasionado defensor de una visión épica y reconciliadora de la historia de España. Junto al historiador Fermín Valenzuela, coautor de la obra, propone una narrativa que combina el rigor académico con una prosa emotiva y accesible.
Charlamos con Manuel Ángel Cuenca López, en una entrevista que desentraña los pilares que sostienen este ambicioso y apasionado proyecto editorial.
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—Manu, el título del libro En busca de España ya es toda una declaración de intenciones. ¿Qué estás buscando tú en estas páginas? ¿Qué crees que hemos perdido o qué hemos olvidado como país?
—Lo que estamos buscando desde el principio es la España de la reconciliación. Tengo la sensación de que desde hace algunos años la historia de España ha sido tergiversada y utilizada con un fuerte sesgo político. Unos la han usado para escudarse o para ensalzarla indebidamente, otros para culparla de todo. Lo que intentamos encontrar en este libro es una España que una, una España de la que todos se sientan herederos, una España orgullosa de su historia gloriosa.
—¿Tú crees que alguna vez ha existido realmente, en la historia de España, esa unidad?
—Me gusta pensar que sí. España se ha mostrado unida en los momentos en los que más ha necesitado redescubrirse como nación. Por ejemplo, durante la invasión napoleónica el pueblo se unió para derrotar al invasor. Fue un momento de unión, de renacimiento. En cambio, cuando no hay un enemigo exterior que nos una, España tiende a fragmentarse. Es como en el fútbol: cuando juega la selección, todos somos de España; pero en la liga, cada uno va con su equipo.
—El subtítulo del libro habla de “los infinitos nacimientos de una nación”. ¿Qué criterio seguiste para estructurar ese recorrido histórico?
—España es un milagro de renacimientos. Hablamos de muchas Españas distintas: la mítica, la cultural, la política… Desde Atapuerca y Altamira hasta los Reyes Católicos o la pandemia de covid. No seleccionamos gestas sueltas, como en otros libros, sino que hacemos un recorrido épico continuo. No es un índice por fechas o batallas concretas; es una narración concatenada de hechos históricos que dan forma a nuestra historia.
—¿Hubo alguna parte de nuestra historia que te emocionara especialmente mientras elaborabas el libro?
—Sí, sin duda. El origen mítico de España, por ejemplo. Para mí, España es un concepto espiritual. No es un mapa político, ni de fronteras. Es la España de los ríos, de las montañas, de las canciones de nuestros abuelos. Ese mito fundacional que bebe de tres grandes cunas: Atenas, Roma y Jerusalén. Grecia nos dio la filosofía y el arte, Roma el derecho y la estructura, y Jerusalén la fe. Me emociona profundamente pensar que España es hija de esas tres civilizaciones. También me conmueven las Navas de Tolosa y Lepanto. En ambas estuvimos a punto de perderlo todo. Y la invasión napoleónica, claro, porque representa la lucha del pueblo solo, sin más defensa que su propia voluntad.
—El libro combina divulgación, emoción y épica. ¿Cómo equilibrasteis esos elementos con el rigor histórico?
—Es complicado. Pero tuvimos la suerte de escribirlo “a seis manos”: yo aporto la pasión y la épica, pero Fermín, que es doctor en Historia y Artes, aporta el rigor. Él frena mis caballos desbocados y da raíces a mi narrativa emocional. Y por supuesto, la ilustración de mi hermana es fundamental. Ella comunica visualmente lo que el texto cuenta.
—¿Qué papel juega la imagen en la divulgación de la historia?
—Para mí lo es todo. La ilustración no es decorativa, es narrativa. Cada personaje está documentado hasta el último detalle. La imagen cuenta sin necesidad de palabras. Mi hermana tiene ese don. Tú ves a Hércules entre las dos columnas en la portadilla y ya sabes de qué trata ese capítulo. La imagen es una herramienta poderosísima.
—Es vuestra primera publicación con Penguin Random House. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
—Al principio sentíamos vértigo. Veníamos de editoriales más pequeñas, a las que siempre estaremos agradecidos. Pero Penguin nos ha acogido con calidez. Gente maravillosa como Sara, Andrea, Diana o Carmen han hecho el camino muy fácil. Estamos muy contentos y con muchas ganas de seguir creciendo juntos, sin olvidar nunca a quienes nos apoyaron desde el inicio.
—Tú eres militar de carrera, pero también un apasionado de la historia. ¿Cómo influye eso en tu mirada sobre el pasado?
—No sé qué vino antes, si la pasión por la historia o la vocación militar. Mi padre, que también fue militar, intentó que yo no idealizara la profesión. Pero leer historia militar avivó en mí la vocación, y viceversa. Hoy me encuentro en el punto en el que quiero estar: soy un profesional que defiende España desde la milicia y desde la divulgación histórica. Una fusión perfecta entre pluma y espada.
—¿Es posible divulgar la historia nacional sin caer en lecturas partidistas?
—Es muy difícil hoy en día. Este libro intenta ser una cura. Pero el problema es que muchos españoles juzgan la historia, no la comprenden. Y eso empieza por los símbolos. El himno, la bandera, el escudo… que deberían unir, pero a veces dividen porque se identifican con una sola ideología. Eso es un error gravísimo. La utilización partidista de los símbolos es un cáncer para cualquier sociedad.
—Has dicho que este libro podría ser un legado. ¿Crees que puede perdurar?
—Ojalá sea un long seller, un libro que pase de padres a hijos. Que sirva para abrir los ojos, para conocerse. Que alguien diga: “Mira, esta piedra de tu pueblo tiene una historia que te trasciende. Conócela”.
—¿Qué lecciones habéis aprendido escribiendo Gestas de España?
—Que lo que para nosotros, frikis de la historia, es ordinario, para otros es totalmente extraordinario. Hay héroes y heroínas olvidados. Darles voz es fundamental. La gente quiere épica. No quieren fechas memorizadas; quieren la Carga de los Tres Reyes, quieren emoción.
—¿España sufre un déficit de cultura histórica?
—Totalmente. Muchos profesores hacen lo que pueden, pero el currículo no deja espacio para la divulgación épica. Así, los niños memorizan fechas, las vomitan en el examen y las olvidan. Es imposible enamorarse de la historia así.
—Tenéis una presencia muy activa en redes sociales. ¿Cómo entiendes la divulgación digital?
—Es fundamental. La comunicación es una ventana de oportunidades. Si tú no estás, otros contarán el relato por ti. Cada canal nuevo es un reto y supone para nosotros una obligación de estar. Las redes nos permiten llegar a más gente, sobre todo a los jóvenes. Yo lo entiendo en términos militares: es “el monopolio de la fuerza”.
—¿En qué consiste ese “monopolio de la fuerza”? ¿Por qué es tan importante?
—Porque cuando todo falla, cuando todo se desmorona, quedan las Fuerzas Armadas. Son la última barrera frente a la barbarie. Y en ese sentido, como divulgadores de nuestra historia, también queremos ser fuertes en redes, en comunicación, en relato. Hacernos fuertes ahí también.
—¿Cómo se cuenta la historia de forma atractiva en la era de los mensajes fugaces?
—Con un gancho inicial muy fuerte. El primer impacto lo es todo. Una frase como “En España no se dice permanencia, se dice Segovia” engancha. Y luego, la épica. La gente quiere emocionarse. Hay muchos ensayos históricos mejores que el nuestro, seguro, pero no creo que haya uno que despierte la emoción como este.
—Para cerrar, si tuvieras que resumir en una frase lo que deseas que sienta el lector al terminar En busca de España, ¿cuál sería?
—Que aprenda una lección muy importante: quien olvida su historia, se seca; quien recuerda su historia, florece.






Una tarea difícil. Mucha suerte.
Este chico es un héroe.
Le vi en la tele, en TVE. Necesitamos gente como él mandando.
Gracias por la labor altruista de conocimiento y defensa del legado de nuestra historia. Merece la pena apostar por una divulgación que conecte, rigurosa y que aporte dimensión a la identidad de un pueblo más allá del ataque o desprecio cultural por otros países e intereses. Felicidades por el trabajo
Le conocí en 2022, en un ejercicio, imposible tener mejor jefe.
Para mantenerla gloriosa y no realista, una historia para promover el turismo, imagino que no tocarán el engaño de Napoleón Bonaparte a Carlos IV con la trampa de repartirse Portugal y darle una corona a su favorito Godoy, que terminó con España ocupada por ejércitos extranjeros y la necesidad de la Guerra de Independencia contra Francia (1808-1814) cuando el pueblo español no aceptó un Rey extranjero (José I Bonaparte, Rey de España y las Indias); tampoco de las felonías de Fernando VII, quien junto a su padre Carlos IV, vió la Guerra de Independencia desde un lujoso palacio en Bayona con servidumbre incluida, todo pagado del tesoro público de Francia que expoliaba a España, y Fernando “El Deseado” le pidió a Napoleón “una Princesa Bonaparte como esposa” y al regresar a España, por el triunfo de las armas españolas, auxiliadas por Inglaterra, sobre los Ejércitos Napoleónicos, se dedicó a perseguir, encarcelar, desterrar y/ ejecutar a los héroes de la Guerra de Independencia y restauró la monarquía absoluta, la Inquisición y anuló todos los derechos constitucionales del pueblo español que ganó durante la Guerra contra el invasor francés y después cuando reaccionó contra el liberalismo pidió en 1823 que la Santa Alianza lo ayudara militarmente para restaurar otra vez su Absolutismo y otra vez un Ejército Extranjero, un Ejército Francés, los “Cien Mil Hijos de San Luís”, invadieron a España para matar españoles, esta vez por petición expresa de Fernando VII. Tampoco se tocará el tema previo de la ocupación y “cesión a perpetuidad al Rey de Inglaterra” del Peñón de Gibraltar, tratado firmado por un francés escogido como nuevo Rey de España, como premio o pago a Inglaterra por su participación en la Guerra de Sucesión por la Corona de España, porque la nobleza española no se puso de acuerdo para escoger a un nuevo Rey de su seno y las potencias europeas lo decidieron y por eso España pasó a ser segundona de Francia, con el disfraz de “Pacto de Familia” o “Francia decide y España apoya”. Tampoco se tocará el tema de la Guerra Civil Española (1936-1939) cuando media España se mataba contra la otra mitad, ni de la larga Dictadura del General Francisco Franco, de casi 40 años. Glorioso fue lograr la Democracia y el ingreso de España a la Unión Europea para dejar atrás la falsedad y estupidez de la expresión “Europa termina en los Pirineos”. Espero que éste comentario logre superar la censura no escrita.