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Miedo a volar

“El miedo es lo contrario al amor”. No sé en qué libro de autoayuda leí esta frase. Posiblemente en ninguno. Yo no leo libros de autoayuda. Yo me analizo, me consiento, me pongo en peligro. Como haría el amor. Como hace el miedo. Cada vez que cojo un avión pienso que voy a morir. Me siento indefensa —iba a escribir soy, pero el miedo no grita. El miedo te habla al oído para que sólo escuches tú. El miedo te coge del brazo y te lleva a un rincón apartado para contarte un secreto. El miedo te aísla y asola, porque el miedo, aunque nadie te crea, existe. Por eso, o se tiene o te tienes. A pesar del impacto—. Cada vez que cojo un avión me convierto en la culpable de mi propia muerte.

Y, sin embargo, vuelo. Vuelo con el arrepentimiento pegado al cuerpo, exudando escenarios catastróficos, pero también para conjurar la cobardía y desobedecer una orden. Porque, si no volase, estaría dejándome someter por una falsa paz que, después de la gloria, no iba a venir a arrullarme. Esa paz es control disfrazado de mantita suave o de paisaje al óleo: la naturaleza encerrada en un cuadro que cuelgas en el centro del salón. Sofá y poder cedido.

"Renunciar a los aviones equivaldría a matar una parte de mí que no se oculta, que no se tapa, que se eleva por el vacío vulnerable y descalza"

No vuelo con el objetivo de desplazarme sino con la esperanza de seguir volando. En mis pesadillas, las aeronaves cobran vida, cambian de forma y de textura y se burlan del espacio-tiempo. Les sale piel. Vibran. Se derraman. A veces estoy dentro; otras, fuera; pero me siento dentro. Aunque me quede fuera. Miro hacia el cielo para verlas caer en el mismo instante en que me estrello. Entonces, busco la protección de la llave que cuelga de mi cuello, ese pellizco de realidad que me despierta con sólo rozar el amuleto. Cuando sueño con aviones desaparecen los trayectos. Siempre que tengo miedo, suelo —soñar con aviones—.

Quizás el instinto de supervivencia empiece donde acaba la noche, al final de todas las escapadas, y no esté hecho de huida sino de honestidad rosa, naranja, oro, violenta, descarnada. Amanece y el mundo se revela. Amanece, no trates de esconderte porque te encontrarán. Porque te perderás. Renunciar a los aviones equivaldría a matar una parte de mí que no se oculta, que no se tapa, que se eleva por el vacío vulnerable y descalza, con los pies llenos de tierra para, desde allá arriba, reconocerse en raíz. El miedo es lo que queda cuando al amor le quitas las mentiras. El miedo es el verdadero amor.

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