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Misión imposible: Sentencia mortal. ¿La mejor película de 2023?

Misión imposible: Sentencia mortal. ¿La mejor película de 2023?

En un verano de recuperación post-covid en el que, sin embargo, todos los taquillazos parecen destinados a estrellarse en recaudación, Misión imposible: Sentencia mortal, parte 1 viene a erigirse como el más pertinente y relevante de todos ellos. La película no solo recoge los frutos de años, décadas de construcción de imagen por parte de Tom Cruise, precedido ya de una fama de saltimbanqui ideal para vender el verismo de sus escenas de acción, sino que parece en sí misma un manifiesto de su estrella a favor del cine en salas de cine y, casi en consecuencia, en contra de ese algoritmo asociado al streaming que ha tomado el control de la industria del entretenimiento durante la pandemia, y ahora amenaza con destruirla a través de mil productos que parecen salidos de una planta de envasado de blockbusters que recurren a la fórmula de la nostalgia.

Cruise ya jugó esa baza humana en su secuela Top Gun: Maverick, retrasando su estreno para asegurarse su exhibición en salas, retando a todo el sistema de estudios y ganando el pulso con millones de recaudación en taquilla como aval. Ahora, la decisión de que en su siguiente película el gran villano de la función sea una Inteligencia Artificial desbocada, capaz de desvirtuar todo lo que toca, convierte la película del equipo Cruise-McQuarrie en la más pertinente de la temporada, un retrato realista de los tiempos de la post-verdad en forma de gran película de acción.

"Las herramientas para ello siempre han estado delante nuestro, parece decirnos Cruise, más identificado que nunca con la tesitura de su personaje"

Si las fake news, los deep fakes y el tan manoseado tema de la pérdida de privacidad son ya cuestiones plenamente establecidas en la cultura actual, la nueva aventura de Ethan Hunt reivindica el componente humano detrás y delante de la pantalla, tanto a nivel de tema como de forma, y lo hace a través de una película de entretenimiento ejemplar, sorprendentemente sólida para tratarse de una séptima entrega, que no confunde la nostalgia con la impersonal idea de progreso digitalizado que se ha ido infiltrando en la vida del espectador medio. Todo en ella puede leerse, en fin, como una suerte de manifiesto de su estrella en medio de este impersonal y peligroso panorama que ahora amenaza con llevarse por delante la industria del entretenimiento con franquicias pilotadas por marcas colectivas y películas narradas y producidas por un ordenador.

Las herramientas para ello siempre han estado delante nuestro, parece decirnos Cruise, más identificado que nunca con la tesitura personal de su personaje, Ethan Hunt. Cruise, el acróbata actor que se tira en moto desde un barranco cual hábil vendedor de entradas; Cruise, el romántico que osa reivindicar el componente humano que todavía existía en la Guerra Fría; Cruise, el macho alfa protector que de alguna manera ha logrado expresar en código de blockbuster su secreta vida sentimental; y Cruise, el rebelde capaz de jugarse su propia vida y reputación en pos de sus ideas, de balancear esa difícil ecuación entre individualismo americano y el concepto de «bien mayor».

"Pese a tratarse de una primera mitad de la historia y dejar cabos abiertos para la continuidad, se puede disfrutar como un film independiente más de la saga"

Todo cabe y todo está expresado en una aventura espectacular que no se vende, sin embargo, a la noción de blockbuster plagado de escenas de acción cada quince minutos o menos. La película que vuelve a dirigir Christopher McQuarrie apuesta por una construcción del suspense que recuerda a De Palma, miembro fundador de la franquicia cinematográfica, y que en planificación y estética remite nada menos que al inmerecidamente olvidado John McTiernan, con barridos, montaje del mismo plano y encuadres holandeses por doquier. El cuidado y la atención a los diálogos y las palabras que emiten sus personajes deja en ropa interior al resto de películas de la temporada, y remite en su florido lenguaje a las excelencias de aquella otra cinta que anunció, visionaria, el comienzo de los tiempos de la Inteligencia Artificial: The Matrix. Así se refrenda en el tono apocalíptico de sus primeras secuencias y el cálido sentido del humor que su reparto logra infiltrar posteriormente en la acción.

Sentencia mortal, parte 1, pese a tratarse de una primera mitad de la historia y dejar cabos abiertos para la continuidad de la misma, se puede por último disfrutar como un film independiente más de la saga. Para ello se basa en ingredientes cinematográficos clásicos que no dejan a medias al espectador, empezando por la brutal química sexual de Cruise con su compañera de reparto Haley Atwell, que no veíamos desde tiempos de Nicole Kidman, y un romanticismo hitchockiano reforzado por la partitura de Lorne Balfe. Todas las interpretaciones, mejor dicho, están a la altura (ese Henry Czerny de regreso a la saga, y por supuesto Cruise: ver tan solo su primera escena en la película, saliendo de la oscuridad) en una película plagada de elipsis arrolladoras y en la que cada escena, ya sea de acción o de dialogo, parece tener su propio contexto. No está mal para la picadora de carne en la que, parece decir su protagonista, se está convirtiendo todo esto.

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