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Muere George Steiner, el Príncipe de la literatura comparada

Muere George Steiner, el Príncipe de la literatura comparada

El crítico literario, ensayista y filósofo franco-estadounidense George Steiner, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2001, deslumbró al mundo por ser uno de los intelectuales más brillantes y profundos de nuestra época y uno de los mayores expertos en literatura comparada.

Éstos fueron algunos de los múltiples méritos que llevaron a Steiner, fallecido a los 90 años en su residencia de la ciudad de Cambridge (Reino Unido), a recibir el galardón de manos de por aquel entonces Príncipe Felipe.

Nacido en París en 1929 en el seno de una familia de judíos vieneses y criado en contacto con distintas lenguas, obtuvo el premio por firmar una extensa y variada obra que conjuga la literatura, la historia, la teología o la antropología.

Los miembros del jurado destacaron en su fallo que Steiner analizó críticamente la repercusión que las humanidades, la creación artística y el conocimiento científico tienen en la configuración del espíritu humano.

También subrayaron que el pensador y unos de los mejores ensayistas del siglo XX representó una síntesis armónica de tendencias contrapuestas en la visión del mundo que «hace pensar en la posibilidad de un entendimiento por encima de diferencias accidentales».

El autor de obras como «La Muerte de la Tragedia», «En el Castillo de Barbazul», «Tolstoi o Dostoyevski» y «Después de Babel», destacó en la recogida del galardón el 26 de octubre de 2001 en el Teatro Campoamor de Oviedo que cuando un idioma muere «se pierde con él un enfoque total de la vida, de la realidad y de la conciencia».

«Cuando un idioma es arrasado tiene lugar una disminución irreparable en el tejido de la creatividad humana, en las maneras de sentir el verbo esperar», subrayó el intelectual con formación casi renacentista, muy aficionado al ajedrez y melómano empedernido.

Según las palabras que Steiner dirigió a los asistentes, en el planeta quedan «unas 5.000 lenguas de las 20.000 que existían hasta hace poco», por lo que aseveró que no existe un problema más urgente que el de la preservación del don de lenguas de cada idioma sin excepción, «por muy reducido que sea el número de hablantes, por muy modesta que sea su matriz económica y territorial».

«Aprender un idioma, leer a sus clásicos, contribuir a su supervivencia, aunque sea en modesta medida, es ser más que uno mismo», añadió en la entrega de los premios el intelectual con personalidad controvertida que atraía alabanzas de sus seguidores por su erudición y sus brillantes argumentos, aunque generaba críticas que le acusaban de ser a menudo impreciso.

Tras titularse en la Universidad de Chicago en 1948 y recibir un máster en la Universidad de Harvard en 1950, Steiner se unió a la revista The Economist como editor en 1952, donde permaneció hasta 1956, tras lo cual se doctoró por la Universidad de Oxford.

A lo largo de su vida, trabajó como profesor en las universidades de Ginebra, Nueva York y Harvard y fue uno de los críticos literarios de la revista The New Yorker, donde trabajó desde 1966 hasta 1997.

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