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Música ancestral bajo la sombra de los Andes

Música ancestral bajo la sombra de los Andes

La nueva novela de Mónica Ojeda, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, transcurre entre dos fechas: el 5540 y el 5550 del calendario andino. ¿Y cuándo es eso según nuestro calendario? Parece ser que entre 2032 y 2042. Es decir, que sucede en un futuro, pero no en un futuro remoto, sino en un futuro cercano. Este uso del calendario de los aymaras y de los incas, además de tener una justificación argumental, aporta al texto un aire distante, como si ocurriese en otra realidad, en otro tiempo. Un aire que entronca con la búsqueda que emprende Noa, el personaje central: la búsqueda de su identidad a través de la búsqueda de sus raíces, o más bien de la esencia intemporal que reside en esas raíces.

La historia comienza con un festival llamado Ruido Solar. “Siete noches y ocho días de experimental noise chamánico, de música under post-andina, de retrofuturismo trash ancestral”, se lee en la primera página. Este entorno de multitudes caóticas, de jóvenes y drogas, enraizado en la cultura milenaria andina, en la naturaleza amenazante e imponente de la cordillera, marca una estética que se extiende a toda la novela. Un aire distante, como decía, pero cargado de un ritmo desbocado. La mística crepuscular se une a lo terrenal y a lo violento como en una alucinación. Éste es más o menos el punto de partida. Desde aquí asistimos a un viaje ascendente. De lo bullicioso y concreto a lo íntimo, oscuro y abstracto.

"Detrás del cóctel resultante, que oscila entre varios géneros, salpicado de figuras literarias, de asociaciones insólitas, hay un aura lóbrega que va ganando peso a medida que avanza la trama"

Este viaje es el viaje de Noa, que acude al festival con su amiga y protectora Nicole, conoce a gente de otros países y, hechizada por la música y el ambiente, se decide a buscar a su padre, que la abandonó cuando era una niña. La búsqueda del padre es, claro, literal y alegórica, como son alegóricos gran parte de los acontecimientos de la novela: el volcán El Altar, la niebla sobre el lago, la yeguada, el aborto. Pero aparte de estas imágenes, de los hechos y de las conversaciones entre los personajes, hay algo que contribuye especialmente a crear esa estética entre espiritual, atávica y lisérgica, y es el estilo narrativo tan especial de la autora.

Mónica Ojeda, tanto si escribe en prosa como si escribe en verso, acostumbra a combinar narración con lirismo. Aquí mezcla indistintamente la descripción de los hechos con los pensamientos de los personajes, las digresiones poéticas y las reflexiones (a lo largo del texto se suceden innumerables reflexiones que servirían bien como citas para introducir otras novelas). Detrás del cóctel resultante, que oscila entre varios géneros, salpicado de figuras literarias, de asociaciones insólitas, hay un aura lóbrega que va ganando peso a medida que avanza la trama. En sus dos novelas anteriores (Nefando y Mandíbula), la autora ya demostró una inclinación especial por lo siniestro, por lo perturbador, y aquí se sirve de ella para redondear esa atmósfera incorpórea con una iconografía propia del género de terror: voces dobles, desaparecidos con máscaras, la brujería de la abuela o el sonambulismo de Noa, que camina dormida marcha atrás, con la cabeza vuelta, la boca abierta y los ojos en blanco.

"Lo que nunca leemos son capítulos desde los ojos de Noa. Ella es un punto ciego hacia el que apuntan todas las voces de la novela"

Todo esto sería demasiado etéreo sin una estructura que lo aterrizase. Por eso la novela se divide en dos líneas argumentales diferenciadas. Por un lado tenemos capítulos narrados por cada uno de los amigos que orbitan en torno a Noa (Nicole, Pamela, Mario y Pedro), donde estos se exponen y aportan piezas complementarias del viaje de la protagonista. Por el otro, están los cuadernos del padre de Noa en los que comprendemos el pasado de los dos, así como las inquietantes similitudes entre ella y su abuela, muy a pesar del padre, que se siente atrapado entre dos generaciones de mujeres a las que no comprende.

Lo que nunca leemos son capítulos desde los ojos de Noa. Ella es un punto ciego hacia el que apuntan todas las voces de la novela, al principio exultantes y con el paso de las páginas progresivamente aisladas y breves. Porque, a medida que Noa se aleja, como perdiéndose en la niebla, como dejando que su identidad se disuelva en las raíces que tanto buscaba, desaparecen también las palabras que la definían.

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Autora: Mónica Ojeda. Título: Chamanes eléctricos en la fiesta del sol. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

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