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No hables, no mientas

No hables, no mientas

¿Es mejor ser un asesino o un maricón? Esto es lo que se pregunta el escritor estadounidense de ascendencia nigeriana Uzodinma Iweala en la novela No hables. Es un dilema del que hemos oído hablar muchas veces en la literatura o en el cine a padres con hijos homosexuales: “Preferiría que estuviera muerto”, “Prefiero que tenga parálisis cerebral a que sea gay”, “Es peor que un cáncer o una enfermedad incurable”. Esa disyuntiva moral que compara las mayores catástrofes con la identidad sexual es sin duda artísticamente fructífera.

Iweala, que es un escritor joven (nació en 1982), cuenta la historia de Niru, un adolescente brillante y exitoso que lucha contra una monstruosidad: es gay. Vive en Estados Unidos, en una sociedad razonablemente abierta, con un entorno social en el que no le costaría salir del armario y tener una vida corriente. Su problema es de familia: sus padres son nigerianos que emigraron a América en busca de un futuro mejor y conservan las esencias de su mundo retrógrado, en el que ser homosexual no es ni siquiera concebible. “Mi padre es un auténtico aldeano del este de Nigeria, con una niñez marcada por el hambre, el abandono y la lucha diaria contra unos enemigos que trataban de aniquilarlo cada vez que podían”, dice el protagonista.

"La novela se encamina hacia ese final moral (en su mejor sentido): ¿es mejor ser un asesino o un maricón?"

El relato de Iweala es amable en todo su primer tramo. Su tono se asemeja al de esas películas hollywoodienses de maduración juvenil y descubrimiento. Algunos elementos —la amiga cómplice, la ruptura forzada— son idénticos. La desdramatización, el humor, la mirada sosegada sobre el conflicto.

Pero entonces llega el nudo de la novela: el descubrimiento familiar de que a Niru le gustan los chicos. El padre intercepta unos mensajes de Tinder elocuentes y reacciona brutalmente. Y ahí comienza la segunda fase de la novela, en la que el amable conflicto de adaptación adolescente se transforma en un cruel intento de reeducación.

Nigeria es un país famoso, entre otras cosas, por los integristas islamistas de Boko Haram, pero una gran parte de la población es cristiana e igualmente fanática. A ese país de aldea, rural, cerrado en sus tradiciones, es al que vuelven Niru y su padre durante un tiempo para “curarle” a través de la oración. “Me pregunto si mi padre y el reverendo Olumide tendrán razón, si tal vez haya algo realmente abominable dentro de mí que sólo los fuegos purificadores de la oración constante pueden purgar. Tal vez he pasado demasiado tiempo en Estados Unidos impregnándome de valores impíos y sentimientos satánicos, como dice mi padre”, piensa Niru.

Pero esa duda nunca llega a ser seria, nunca llega a quebrase verdaderamente la conciencia del protagonista, y esa es tal vez una de las mejores advertencias de esta novela: ya han pasado los tiempos del autoengaño, de la traición a uno mismo. A lo único que puede forzar la intolerancia es al disimulo. No hables, no digas, no cuentes. Escóndete.

Después de un periodo de oración y de asesoramiento espiritual en Nigeria, en la aldea, Niru y su padre regresan a Estados Unidos. Nada ha cambiado, la vida no se ha transformado, pero la novela tiene ya el tono hostil y amargo de los relatos del fracaso. En su último tramo, Uzodinma Iweala —en una decisión discutible y arriesgada— cambia de narrador: deja de ser Niru y comienza a contar Meredith, su amiga y confesora. A partir de ahí sólo queda desesperación, angustia, mentira. La novela se encamina hacia ese final moral (en su mejor sentido): ¿es mejor ser un asesino o un maricón? El autor, evidentemente, no necesita dar respuesta.

He dicho, a propósito de No hables, que ya han pasado los tiempos del autoengaño y de la traición a uno mismo, pero no es cierto que sea así, o quizá sea sólo cierto si ponemos el foco en esas últimas generaciones de jóvenes que, como Niru, han nacido ya en un mundo distinto. Deja de decir mentiras, la última novela de Philippe Besson, nos habla aún de los de las anteriores. Besson nació en 1967 y ha desarrollado una carrera literaria y cinematográfica prestigiosa y prolífica. El título de este libro hace referencia a algo que le decía su madre cuando le veía escribir: “Deja de contar mentiras”. En este relato lo hace: deja de contar mentiras y cuenta su propia vida.

"Deja de contar mentiras es una novela apabullante desde su simplicidad, desde su lenguaje seco y cortante que no se entretiene en la reflexión metafísica."

Deja de contar mentiras es una novela apabullante desde su simplicidad, desde su lenguaje seco y cortante que no se entretiene en la reflexión metafísica y que seguramente por eso alcanza la mayor intensidad. Cuenta algo ya escuchado muchas veces, pero, como la gran literatura, lo cuenta como si nadie lo hubiera hecho antes. El narrador, Philippe Besson, conoce a un chico, Thomas Andrieu —a quien está dedicada in memoriam la novela—, y descubre con él el sexo, el amor y la complejidad de las relaciones humanas. Philippe es el débil, el asustadizo, el empollón. Thomas es el guapo, el líder, el deportista. “Entre nosotros, una frontera infranqueable. Tal vez desprecio. Al menos, desdén”, dice el narrador en un determinado momento.

Pero no hay desprecio ni desdén. La frontera no es infranqueable. Comienza entre ellos una aventura erótica clandestina, estimulante, y de ahí se llega a la confidencia, la cercanía y el amor. Un amor que, por supuesto, apenas se atreve a ser nombrado, que se esconde detrás de la cautela y del miedo: “Durante todo el tiempo que durará nuestra relación, siempre desconfiará de la dulzura”.

Diecisiete años. El desasosiego del futuro y todas las tribulaciones de la edad. La necesidad de elegir, de construir lo que uno quiere ser o lo que puede ser. Thomas elige a Philippe, le busca, le abre el camino. Y cuando éste, asombrado, pregunta por qué, recibe una respuesta que no olvidará nunca: “Porque tú te marcharás y nosotros nos quedaremos”.

El primer capítulo, que termina con una separación dolorosa y forzada, se titula “1984”. El segundo, “2007”, y el tercero, “2016”. El modelo es clásico, pero Philippe Besson lo hace nuevo: ¿qué pasó en aquel verano de 1984, por qué se rompió el hilo, cómo siguió la vida?

Lenguaje seco para sentimientos secos. El hueso astillado de la vida, la renuncia, el abandono. Y la belleza que vuelve. Besson lo condensa todo de una manera admirable, sin filos, desvelando la traición a uno mismo que se ejecutó implacablemente.

No hables y Deja de decir mentiras son dos novelas muy diferentes en todos los sentidos: generacionalmente, en registro literario y en propósito, pero ambas vuelven al tema del desvelamiento adolescente que para los homosexuales tantas dobleces tuvo y aún sigue teniendo.

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Autor: Uzodinma Iweala. Título: No hables. Editorial: Alianza de Novelas. Venta: Amazon

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Autor: Philippe Besson. Título: Deja de decir mentiras. Editorial: La Caja Books. Venta: Amazon

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