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Noir levantino

Existe una expresión inglesa que hace referencia a esas horas de la noche en las que uno convive con sus demonios, en soledad o acompañado por la insignificancia o el barman cómplice, cuando el mundo se disuelve y ya sólo quedan dos, uno y su sombra. Las wee wee hours las siguen llamando, como aquel precioso disco de Sinatra de 1955, el primer long play conceptual de la carrera del crooner eterno. “Hay un reflejo verde lima sobre el mar ácido, son las cinco de la madrugada, esa hora muy chunga de peaje al otro lado. Un cielo electrónico. Las letras: rojas. Cuadradas: Benidorm.” Así da inicio la historia de Esther García Llovet (Málaga, 1963), la primera entrega de la Trilogía de los países del Este, tras la Trilogía instantánea de Madrid (2017-2021). Podía haber dicho «eléctrico», pero estamos ya en otra época y lo electrónico se impone, también otros hábitos y otros modelos en los que azogarse.

La que va a hablar es Michela, Michela McKay, y lo que va a decir es que asistimos a “tiempos blandos: no pasa nada, nadie quiere nada, y eso es lo peor que puede pasar. La tontería y el aburrimiento. Las sobras, las colillas. Y este sol de mierda”. Michela es la policía nacional corrupta que necesita a toda costa recuperar un mechero Dunhill bañado en oro —el McGuffin de esta historia— que perteneció a los legendarios Kray Twins del Londres de los sesenta. A los ingleses borrachuzos habrá que añadir a los rusos endogámicos, los Kaminski, que están haciendo de Terra Mítica su segunda casa y parece que se han hecho con el preciado talismán de Michela. La capacidad para radiografiar los bajos fondos de la costa alicantina que tiene García Llovet es ejemplar. Bebe del realismo sucio norteamericano, pero se empapa del costumbrismo peninsular que tiene en los pollos ensartados por el culo, quemados, tiesos, bien muertos y sin cabeza la máxima expresión de la invención culinaria de lo hispánico dominguero, por más que el nombre à l’ast provenga de extramuros. Añadamos carreras de zodiacs y motos acuáticas, mucho alcohol, droga a raudales y corrupción generalizada. Ya está. Ahí empieza el universo de Spanish Beauty. “Los rusos muermos se parecen todos, pero los rusos alegres se divierten cada uno a su manera.” Si León Tolstói levantara la cabeza…

"¡Boom! Nuevos códigos, nuevos tiempos, nuevos protagonistas, nuevos detectives, pero la codicia de siempre"

Michela tiene un padre que vive en Benidorm, pero que no frecuenta. Él jamás le dio su teléfono, ni está por la labor. Con estos urdimbres, el drama está servido. Ya se sabe, cuando la familia anda por medio, la cosa se complica. Si además entra en juego la salazón de la pretendida idiosincrasia española, el asunto ya toma derroteros de drama inequívoco. Personajes que quieren el hedonismo español: “Ese hedonismo dionisíaco que deben de ver solo los turistas y las agencias de viajes, porque la realidad es que aquí lo que estamos es muy enfadados y muy quemados, y no precisamente por el sol. Así que el ruso quiere ese hedonismo que no disfrutamos, quiere esos precios que no podemos permitirnos y quiere esa siesta que tampoco nos echamos. Y quiere música, la música en la noche. La fiesta de Benidorm (…). Ya no hacemos historia. Hacemos sangría”. ¡Boom! Nuevos códigos, nuevos tiempos, nuevos protagonistas, nuevos detectives, pero la codicia de siempre.

"Así son los símiles de Esther García Llovet. Directa como una carta de kebab, desapasionada como un finlandés recién salido del avanto"

El narrador de esta historia llena de ruido y furia es procaz, deslenguado, vulgar, humorado, libre en su aparente omnisciencia, hiperbólico y tan subjetivo como la propia Michela. Un ejemplo: “A veces la gente que no quiere problemas es la que va y te jode la vida”. No habrá que contar mucho más. Un par de saltos en el tiempo, una y dos décadas atrás, y ya. Novela breve, acaso para seguir la poética de la protagonista, que cada vez habla menos porque cada vez sabe más. Skyline nocturno que parece un ecualizador y nubes de rara disposición, como plagadas de faltas de ortografía. Así son los símiles de Esther García Llovet. Directa como una carta de kebab, desapasionada como un finlandés recién salido del avanto, pero entregada a la causa personal (aquí no hay honor de caballería ni zarandajas por el estilo) para salirse con la suya. Y que salga el sol por Antequera. Lo peor, que es fan del peor Rod Stewart. Bien le hubiese quedado apretar los dientes por Muddy Waters, pero entonces no sería Michela. Bienvenida sea.

Autor: Esther García Llovet. Título: Spanish Beauty. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.

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